Bilbao - A pesar de que el actor Peter Dinklage -Tyrion de Juego de Tronos- esté en el imaginario colectivo, todavía queda un largo trecho para que la acondroplasia se normalice. “Lo que pasa con esta patología es que no da respeto, da risa”, se queja Jon Anda, aita de Oier, que sufre el problema y que también pasó por el quirófano. Anda pide que la acondroplasia no sea motivo de burla, sino una condición médica delicada que demanda solidaridad. “A Peter Dinklage no se le valora por su condición física sino por su trabajo”, precisa. Hace mucho que este vizcaino se puso a la altura de su hijo. Por eso está muy concienciado con el lenguaje. “Yo he erradicado de mi vocabulario la palabra enano desde hace 18 años. ¿A qué no suena igual decir me lo he pasado como un enano que me lo he pasado en grande?”, cuestiona. La familia Anda no entiende eso de tener que aguantar clichés, bromas de mal gusto, miradas hirientes, o de exclusión solo porque el aspecto físico no cuadra con la media o porque el personal esté acostumbrado al bombero torero.

La odisea de Oier A Oier, que vive en Erandio, y es uno de los varios adolescentes con esta patología en Euskadi, también le operaron en Málaga y sufrió su particular odisea. “Oier -que tiene 17 años- ha terminado todo el proceso. No quiere hacerse más operaciones. La primera se la hizo con 12 años, tibias y fémures. El proceso fue largo, tedioso, muy duro para la familia y sobre todo para él porque han sido operaciones, clavos, un año de silla de ruedas...”, relata un padre que recuerda como si fuera hoy los 26 días exiliados en Málaga en la primera operación porque Oier necesitó una transfusión tras sufrir anemia y también se complicó todo con una infección. En realidad, su hijo casi se operó por obligación. “Él tenía las tibias muy torcidas y había que enderezarlas. La operación le supone un mejor apoyo de los pies, le corrige la cadera, la rodilla, le mejora la espalda... porque la gente adulta que no se ha operado sufre muchísimo de los huesos y tiene un montón de dolores”, aclara Anda. Además Oier consiguió alargar siete centímetros de tibia y otros ocho y medio de fémur. En total, 15,5 centímetros. Luego se hizo los húmeros y logró otros 9,5 cm. extra.

“Hay gente que no se opera por circunstancias y es otra opción muy respetable. Ahora la tendencia es la elongación. Sin embargo, no hay que preguntar cuánto ha crecido, los centímetros de más son una consecuencia de una intervención que mejora mucho su calidad de vida”, dice Anda. Sobre todo Oier ha mejorado en su funcionalidad del día a día en un mundo que parece hecho para gente a partir de metro y medio. Él también es un chaval absolutamente normal al que su mellizo, Izai, ayuda cada momento a superarse. “Al principio estábamos asustados porque él no iba a crecer y su hermano sí, pero para él ha sido un reto. Si tú puedes, yo también, ha pensado”, confiesa este aita para quien la Fundación Alpe ha sido un pilar decisivo. “Llegamos allí cuando Oier tenía dos años, no había internet, no sabíamos nada... y gracias a ellos entendimos qué pasaba, vimos un montón de casos, y comprendimos que si la familia lo tiene asumido, mejor para todos”, concluye.