Bilbao - El uso del euskera ha subido un 8% el último cuarto de siglo. Podría parecer poco, pero es mucho si se tiene en cuenta el punto de partida. ¿Cuál era la situación del euskera hace 25 años?
-Hace 25 años los modelos de educación bilingüe tenían todavía una vida relativamente corta, la Ley de Normalización del Uso del Euskera es de noviembre de 1982, estábamos haciendo camino con el euskera batua para que la norma lingüística nos sirviera a los euskaldunes de cualquier parte de Euskal Herria. Partíamos de una base en la que la mayoría de la población desconocía el euskera y, sin embargo, hemos avanzado mucho en la transmisión del euskera.
No tanto así en el uso.
-Me gustaría que el uso social de la lengua sea más normalizado, pero si hecho la mirada hacia atrás, ahora escucho euskera en cualquiera de las ciudades de nuestro país, no solo en Donostia, sino en Bilbao, en Gasteiz y en otras zonas urbanas donde antes no se hablaba. Esto quiere decir que algo que estuvo prohibido y desprestigiado, poco a poco, va recuperando su espacio.
La primera encuesta se hizo cuando era la secretaria de Política Lingüística con el lehendakari Ardanza ¿Por qué decidieron realizarla?
-La historia es larga de contar, pero para resumir es un mandato del Parlamento. Básicamente se pedía confeccionar el Mapa Sociolingüístico del Euskera. No sabíamos muy bien cómo teníamos que elaborarlo y en cierto modo hubo que dar contenido a ese término, así que nos pusimos manos a la obra. No fue una experiencia fácil, en algunos momentos fue compleja e incluso controvertida, pero creo que ha servido de mucho.
¿Los resultados de estas encuestas sirven para definir acciones concretas de Gobierno?
-Sí, sin duda alguna ya que permiten ver lo que a veces intuyes pero con datos y cifras. Para esa primera encuesta contamos con la colaboración de expertos de prestigio internacional de distintas universidades europeas y norteamericanas porque queríamos que lo que se iba a hacer tuviera solidez y pudiera confrontarse con cualquier estudio de la comunidad internacional. Es decir, nos tomamos el trabajo muy en serio porque verdaderamente creíamos que era necesario que tuviéramos las herramientas para conocer cuál era nuestra realidad.
¿Se llevó alguna sorpresa?
-Una tarde del año 1989 o 1990, cuando prácticamente no quedaba nadie en la sede del Gobierno en Lakua, uno de mis colaboradores viene y me dice: Mari Carmen, no sé si lo estamos haciendo bien porque los resultados en Lapuebla de Labarca sobresalen respecto de los de la Rioja Alavesa e incluso de Álava. Era sorprendente. Busqué ayuda y un consejero del Gobierno alavés me explicó que los datos estaban bien porque en Lapuebla había un líder, Álvaro Medrano, que impulsó la ikastola de Lapuebla de Labarca, que logró revitalizar el euskera. Volvimos a comprobar los datos y vimos que eran ciertos. La anécdota es que el día en que presentamos el Mapa Sociolingüístico en el Parlamento, era viernes, fuimos a comer a Lapuebla de Labarca para celebrar la conclusión de la encuesta y también que el euskera en la localidad gozara de una salud que no había tenido en siglos. En fin, lo que al principio nos pareció muy chirene, al final tenía su razón de ser.
El euskera ha ganado 212.000 hablantes, pero su uso fuera del aula sigue estancado.
-No sé si está estancado, pero lo que es cierto es que el uso del euskera no está respondiendo a lo que en aquellos años habíamos proyectado. Pero para que los usos de la lengua, de cualquier lengua, se produzcan necesita de un humus que permita hacerlo. El euskera es una lengua pequeña en cuanto a número de hablantes y territorio. El euskera no tiene otros referentes fuera de Euskal Herria, además en Iparralde comparte espacio con el francés y en Hegoalde con el español, lo cual hace que la situación no sea objetivamente fácil.