Los agentes del Seprona creían que viejos y rudimentarios métodos para extender el fuego en nuestros montes habían sido desterrados por los incendiarios, pero 20 años después, como si de la moviola se tratara, han comprobado cómo la pata de una codorniz o la mecha del mechero son usados para sembrar las llamas.

Más de 1.240 incendios forestales se han registrado en España hasta mediados de agosto, según los datos del Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente. Fuegos que han quemado 33.370 hectáreas de superficie arbolada (16.537 hectáreas), de matorral y monte abierto (14.175) y de vegetación herbácea, es decir, pastos y dehesas (2.657 hectáreas).

Incendios que, en su mayoría, investiga la Guardia Civil a través de su unidad especializada, el Seprona, cuyo portavoz, el capitán Salvador Ortega, ve con optimismo los datos, sobre todo si se circunscriben a la campaña de verano, pero no quiere lanzar las campanas al vuelo porque el estío aún no ha terminado.

diversidad de métodos Ortega ha visto durante su trayectoria en el Seprona todo tipo de modus operandi que los incendiarios y los pirómanos utilizan para prender el fuego, en la mayoría de las ocasiones de forma negligente, aunque también hay muchos intencionados.

Pero como a sus compañeros, le ha llamado la atención que en algunas de las últimas investigaciones los autores hayan vuelto a utilizar animales vivos, como una codorniz, a la que atan a la pata un cordel conectado a un elemento incendiario: cerillas o mecha.

Tal y como explica el capitán, cuando se prende ese cordel, el animal se asusta, se desplaza y arrastra el fuego a su paso provocando diversos focos. Un curioso modus operandi que ya había sido utilizado veinte años atrás, en ese momento con perdices. Como se usó y se sigue usando la mecha del tradicional mechero, en este caso vinculada a una caja grande de cerillas.

Artefactos caseros que hace un tiempo un sospechoso portaba en el maletero de su coche en Galapagar (Madrid), detenido en su día como presunto autor de 14 incendios, aunque tras el juicio quedó en libertad.

“Muy diversos” son los modus operandi de los incendios intencionados. “Casi por cada criminal hay un método distinto”, dice Ortega, que recuerda que el Seprona ha localizado también artefactos más sofisticados que permiten al autor disponer del tiempo suficiente para alejarse de la zona y dificultar su localización.

Datos del Seprona cifran en 994 los incendios investigados por la Guardia Civil en los siete primeros meses del año, de los que 324 han sido esclarecidos por unas pesquisas que se han saldado con 14 detenidos y 142 investigados.

Si se compara con el año pasado en ese mismo periodo, el balance es positivo en cuanto a la cifra de fuegos, ya que el Seprona inició pesquisas en 1.666 incendios, de los que esclareció 522, con 23 arrestados y 190 investigados (imputados, según la anterior figura jurídica).

Un fallecido, cuatro heridos leves, 1.136 personas evacuadas y 38 viviendas desalojadas es el balance de los incendios del periodo enero-julio de este año, de los que 72 fueron intencionados y provocados por pirómanos, por vandalismo, por algún tipo de venganza o por otros móviles.

Del total de detenidos e investigados en este año (ambas figuras suman 154), un total de 56 corresponden a la campaña de verano que se inició en junio.

Tanto por el número de incendios como de detenidos, este año se observa “cierta normalidad”, dice Ortega, con descensos en muchas comunidades. Por ejemplo, en Andalucía se han registrado en junio y julio 150 fuegos, con una bajada del 15,7%, mientras que en Galicia han sido 121, con una reducción del 50%.

No obstante, el capitán recuerda que en esta última comunidad, que el año pasado tuvo un mes de junio bastante malo, la campaña empieza a medidos de agosto porque, al igual que en las provincias de Zamora y León, llueve hasta muy tarde.

quema de pruebas Numerosas zonas de Galicia, el valle del Jerte en Extremadura, la isla canaria de La Palma... han sido los últimos escenarios del fuego. Un delito, resalta Ortega, de difícil esclarecimiento porque los indicios también se queman. Ortega lo resume así: “Detenemos o investigamos a 10 personas por cada 100 incendios que investigamos”.

El Código Penal prevé hasta 5 años de cárcel por este delito, agravado hasta los 6 años si las llamas han afectado a una superficie de cierta importancia o a un espacio protegido o se prende la llama en unas condiciones determinadas para que el fuego progrese más. Y si se ha puesto en riesgo la vida de alguien, la condena puede ser de hasta 20 años.

Variable es también el perfil del incendiario. Quizá el más habitual sea el de aquel que realiza actividades agrícolas o ganaderas y usa el fuego para la gestión de sus explotaciones. No hay intencionalidad delictiva en su acción, pero sí un uso incorrecto del fuego.

En cualquier caso, hay razones para el optimismo, porque como ha comprobado el Seprona la colaboración ciudadana y la concienciación de la sociedad han aumentado en la última década.