Bilbao - La lista de daños que provoca el calor en nuestra salud es alargada y el listado de damnificados es aún más numeroso. Entre los hits del verano no solo hay canciones, también hay intoxicaciones, insolaciones, picaduras y deshidrataciones. Un catálogo de riesgos que se completa con los peores de todos, los ahogamientos y las lesiones medulares que provocan las zambullidas sin control en el agua.

De hecho, con motivo de los meses estivales, la Sociedad Española de Rehabilitación y Medicina Física (Sermef) hace un llamamiento a la prudencia ante el riesgo de lesiones medulares por zambullidas al introducirse en un medio acuático. Al año se producen en España una media de entre 25-30 casos al año, la mayoría en verano y en población joven.

En este contexto, Ángel Gil, jefe de Servicio del Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, centro de referencia en España para el tratamiento de la lesión medular, insta a toda la población a extremar la precaución y a seguir unas sencillas pautas como conocer la profundidad de la superficie acuática ya que las olas y las corrientes pueden cambiar dicha profundidad. Por ello, lo primero que se debe hacer antes de lanzarse al agua es asegurarse de la misma. “Hay que tirarse al agua siempre con las manos por delante y la cabeza entre los brazos extendidos, de manera que se si se produce un impacto, este sea contra los brazos y no contra la cabeza”, afirma Gil.

20% de resfriados Afortunadamente el inventario de patologías veraniegas se completa con afecciones incómodas pero mucho más benignas. En verano se producen aproximadamente el 20% de los resfriados debido a los cambios extremos de temperatura entre el exterior y el interior de oficinas, centros de trabajo y, por ejemplo, algunos transportes públicos. Pero los resfriados no son los únicos problemas de salud relacionados con los aires acondicionados. La calidad del aire que se respira en las oficinas es otro factor de riesgo. El funcionamiento y la recirculación de los aires acondicionados provocan que la humedad de las diferentes estancias sea absorbida y llegue a resecar el ambiente por debajo del 30% de humedad.

Si esta situación se da de forma continuada puede resecar las mucosas de la nariz y otra vías aéreas al tratarse de un aire más seco, haciéndolas más vulnerables a infecciones como rinitis, faringitis, laringitis, bronquitis, neumonías (en casos más severos), dermatitis, sequedad e irritación en los ojos (especialmente en quienes usan lentillas) o producir dolores de cabeza.

“Estos trastornos se pueden prevenir manteniendo la humedad relativa entre el 45% y el 65% para cualquiera de las temperaturas comprendidas entre los 23 y los 26 grados”, explica José Vicente Máñez, director de Actividad Técnica de Unipresalud. En casos de ambientes demasiado resecos, Máñez recomienda “respirar por la nariz, ya que así el aire entra en los pulmones a la temperatura corporal y con el grado de humedad necesario para evitar la sequedad de las vías respiratorias”.

El repertorio de problemas es variado. Los baños en playas y piscinas unidos al calor, incrementan el riesgo de otitis externa como consecuencia de la humedad, según advierte la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello, que ha elaborado un listado de consejos. Las personas con sudoración excesiva y que pasan más tiempo en el agua, como la población infantil, son las más vulnerables. “Además, los niños tienen los conductos del oído más pequeños, lo que facilita en ocasiones la retención del agua”, destaca el doctor Manuel Manrique, presidente de la comisión de Otología de la Seorl.

La humedad acumulada en los oídos después de los baños, así como la sudoración derivada de las altas temperaturas, son los principales factores de riesgo de la otitis externa difusa, conocida también como la otitis del nadador. “Este tipo de infecciones son muy frecuentes durante el verano y consisten en la infección e inflamación del epitelio que recubre el conducto auditivo externo”, comenta el doctor. Esta piel, que protege de la infección de bacterias y hongos, añade, “sufre una maceración como consecuencia de la humedad y el calor, lo que facilita la actuación de los gérmenes”.

Ojos, los grandes olvidados Los ojos también están especialmente expuestos en esta época. Por eso, los expertos del Instituto Clínico Quirúrgico de Oftalmología- ICQO aconsejan el uso de gafas de sol, incluso los días nublados, para evitar los rayos solares que actúan hasta con el cielo cubierto. En opinión de los expertos del centro, las gafas son especialmente importantes para los más pequeños, dado que su cristalino todavía no regula del todo la penetración de la radiación y es especialmente peligroso.

Al igual que la piel los ojos, también tiene memoria y que los efectos de los rayos de sol se acumulan en éstos pudiendo llegar a producir consecuencias graves en algunos casos. Para ello, basta con seguir unos sencillos consejos que ayudan a extremar las precauciones para minimizar el riesgo de los rayos de sol.

El agua de la piscina contiene cloro y numerosos antialgas, que no generan ningún tipo de reacción en el cuerpo humano pero sí en los ojos. Cuando una persona se baña con lentillas, al abrir los ojos, las lentillas se empapan de cloro y antialgas que se quedan en el ojo. Unos microbios que a la larga pueden provocar infecciones, conjuntivitis o queratitis, inflamación de la cornea. Según la doctora Rebeca Atienza, del departamento de cornea del ICQO, “si tenemos en cuenta los posibles riegos y tomamos las medidas necesarias para evitar situaciones de riesgo, será más fácil disfrutar de un verano sin sobresaltos para los ojos. Si aun así surge algún problema, nunca debemos auto medicarnos con colirios sin la supervisión de un especialista. Es importante acudir a un experto para que compruebe cuál es el problema y su alcance”.

Al inventario se añaden las incómodas picaduras de mosquitos o de medusas y las intoxicaciones alimentarias. Lo normal de todas ellas (salvo que aparezca la salmonella) es que cursen como patologías leves de fácil resolución. Son los efectos secundarios del verano que no superarían una evaluación de riesgos