No tengo ninguna duda de que Juan estará a estas horas con su añorada Mari de Anboto. Esa era su forma de definir su profunda enfermedad vital, humana. A veces él mismo la definía como mala suerte, aunque no lo creyese de verdad, pero su inmensa persona tenía una afección profunda: había nacido vasco, y para él ser vasco en toda su plenitud, defenderlo, apoyarlo, enseñarlo, construirlo, era su razón de ser. Un empresario con raíces profundas, una de las últimas referencias del empresariado vasco de la posguerra, del siglo pasado, pero cuyo compromiso con su pueblo, con su país, con su tierra, estaba por encima de todo, hizo de ello su razón de ser.

Lúcido hasta el último suspiro, no le preocupaba demasiado el día después; vivía el presente, le preocupaba el presente, decidía las cosas como si fuera a vivir eternamente, siempre pensando en construir, en crear, en ayudar, en empujar, en hacer país, pueblo, cultura, raíces...

Ha sido un privilegio para mí compartir con él largas, larguísimas sobremesas, hablando de lo divino, de lo humano, de nuestro entorno, de nuestra sociedad, de nuestro pueblo. Su saludo, siempre, tanto al teléfono como cuando nos veíamos, era el mismo: “ze barri?”. Y, tras una breve introducción, siempre venía un profundo interrogatorio, herrialde por herrialde, siempre quería saber todo; sobre la política, la economía, la industria, información que el asimilaba, trataba y discutía.

El mayor punto de inflexión que yo le he conocido fue tras los ataques que sufrió, a finales de 2008 y principios de 2009, por los problemas de su empresa más emblemática, Cegasa. El ataque personal al que fue sometido en ese conflicto supuso un cambio drástico sobre su visión del país y su futuro y le afectó profundamente. Juan Celaya era una persona de ideas claras, no le gustaban las medias tintas y, cada vez que nos veíamos, tras repasar nuestros herrialdes, insistía: “No creo en Europa”. Pero no es que no creyera de verdad en Europa, es que no creía en esta Europa, no creía en una Europa de derechos, derechos y más derechos, él era muy exigente consigo mismo y con los demás. Él quería una Europa de responsabilidades y de obligaciones, de liderazgos, de compromiso, responsabilidad era su palabra clave. Responsabilidad, trabajo y compromiso por encima de todo, es lo único que nos permitirá ofrecer un futuro mejor a nuestro pueblo; en eso creía. Estaba convencido de que Europa es el único futuro posible de su querido pueblo vasco, lejos de España, si fuera posible separados por el mar, eso decía.

Socio leal, comprometido, siempre dispuesto a escuchar y a ayudar en la medida de sus posibilidades. No siempre las reuniones con él terminaban bien, era exigente, exigía compromiso, responsabilidad. Pero era extraordinariamente respetuoso en todo lo personal, creía profundamente en la libertad de las personas, pero con todas sus consecuencias, asumiendo cada uno sus responsabilidades. Ha sido un socio, un amigo, un compañero durante los últimos casi quince años; un referente. Su apoyo y colaboración ha sido siempre esencial para construir el Grupo Noticias, en el que creía profundamente, siendo un lector muy crítico. Estaba convencido de que un grupo de comunicación con visión de país es absolutamente imprescindible si queremos construir país. Le echaré mucho de menos, le echaremos de menos todos, sus consejos sosegados de sobremesa, su apoyo, su disposición. Agur eta ohore, Juan! Egun handira arte!