bilbao- Lleva años investigando en la Universidad de Deusto las cooperativas de crédito, pero a través de Oikocredit Aitziber Mugarra ha pasado de las palabras a los hechos.
¿Por qué se hizo voluntaria en Oikocredit Euskadi?
-Ni sé decir cuándo entré en Oikocredit, pero soy de las primeras socias de Euskadi. En esto entras por lo mismo que te hace investigar sobre cooperativas de crédito en la Universidad. Cuando estás buscando dar otra respuesta al tema de la economía, con un enfoque más ligado a las personas, la banca ética entra inmediatamente en tu radar. Hay entidades en tu entorno que te permiten pasar de las palabras a los hechos. Todo lo que tiene que ver con dinero e inversión son iniciativas que no tienen que surgir al calor del momento. Tienen que madurarse y requieren su periodo de maduración. Nosotros trabajamos en explicar y difundir. Nunca intentamos forzar o vender la inversión. Nosotros damos la información y luego tú lo meditas y estudias. Es mejor ir lento, pero seguro. Las inversiones en Oikocredit no se hacen pensando en el rendimiento económico, sino que van con otro enfoque.
¿Nuestra sociedad conoce este tipo de banca ética?
-Afortunadamente, creo que en Euskadi se conoce bastante. El proyecto Fiare ha socializado esa inquietud y, como ha sido creado desde la base y con mucha participación, a nada que estés en los círculos, te llegan los ecos. Oikocredit está diseñado para que tu ahorro pueda servir para conceder microcréditos y acceso financiero a proyectos que están fuera del radar del sistema financiero tradicional y que tienen, no solo una lógica de sostenibilidad económica, sino un potencial muy fuerte de sostenibilidad social.
¿Por qué un ciudadano vasco debe apostar por la banca ética?
-Precisamente hay ahora una oportunidad coyuntural para extender la idea de la economía social porque hay mucha gente desencantada del sistema financiero, bien porque ha tenido experiencias cercanas de un dinero que puso en un producto de un banco y luego resultó que había más riesgo y desapareció, o simplemente personas que ven que el sistema bancario consigue los salvavidas del sistema público y las personas no, por lo que tienen una actitud contraria a la banca tradicional. Se preguntan si no hay otra solución. ¿Puedo encontrar una alternativa? Esto puede ayudar a que la gente se acerque a conocer la banca ética, a otra lógica del dinero y de las personas.
¿Por qué es necesaria esta banca?
-En Euskadi tenemos un nivel de bancarización muy alto. Aunque tengas poco dinero, puedes tener tu cuenta corriente, tu tarjeta o tu pensión. Para nosotros eso es normal y lo damos por hecho. En otros sitios no es así. Hay países donde un porcentaje muy importante de la población no tiene acceso a los servicios bancarios. Tienen sus ahorros en el calcetín, pero hay otros servicios que no existen. En Ecuador hay una especie de servicio social para ancianos, por ejemplo, que lo hacen a través del banco. Si no puedes acceder a una sucursal bancaria, ¿cómo recibes esa ayuda? Eso te excluye de muchos procesos y las cooperativas de crédito están cubriendo ese espacio que históricamente en nuestro entorno han cubierto las cajas de ahorros. Muchas de las cooperativas de crédito son realmente sistemas de microfinanzas. A veces no tienen dinero suficiente para, con el ahorro de unos, conceder créditos a otros, por lo que necesitan financiación exterior. En este caso viene a través de Oikocredit, de los ahorros particulares de Europa. Es el mecanismo con el que las cajas de ahorros han conseguido financiación: con los ahorros de las familias alemanas conceden hipotecas en otros países de Europa. Es el mismo proceso, pero con microcréditos. Con esta banca ética estamos sosteniendo un tejido y una alternativa para un colectivo que de otra manera estaría totalmente excluido.
¿Esta estructura de economía social es independiente a los vaivenes de la economía tradicional?
-La verdad es que todo está conectado. En estos periodos de crisis es normal que la gente tenga que recuperar sus ahorros, porque ha perdido el empleo y tiene ciertas necesidades. El ahorro está para luego poder recuperarlo. Pero, sin embargo, en términos anuales de saldo neto hemos crecido en lugar de disminuir. Ha habido personas que han tenido que recuperar el dinero, o parte de él, pero al mismo tiempo ha habido otra mucha gente que ha decidido abrir o aumentar su aportación, lo que nos ha llevado a un saldo positivo. La crisis ha afectado, pero también ha abierto los ojos a otros colectivos que no habían pensado en la banca ética y que ahora prefieren tomar la iniciativa invirtiendo. Pero todo está conectado. No es un universo estanco e independiente.
¿Cree que este tipo de banca crecerá en el futuro?
-Yo creo que sí va a ir a más porque, si hay algo que ha demostrado esta crisis, es que no ha sido una cosa temporal. No vamos a volver a la situación anterior. También es verdad que hay oportunidades que no nos interesan especialmente, pero que se están dando. En plena crisis, cuando se rumoreaba que España podía abandonar el euro, hubo inversores que se acercaron a Oikocredit a preguntar si el dinero que ponían iba a estar en Holanda, para que sus ahorros estuviesen en euros. Tenían así una seguridad, pasase lo que pasase en España. Hay que tener en cuenta que tu ahorro no lo donas, lo inviertes. Tú te conviertes en socio y esa inversión te da un rendimiento, un tipo de interés. El que recibe el microcrédito tiene que devolverlo, por lo que no es una donación. Pero la prioridad no es sacar el máximo rendimiento y exprimir. Estas microfinanciaciones van acompañadas de asesoramiento técnico. Esto es importante porque muchas veces no tienen experiencia a la hora de llevar un negocio. Eso tiene un coste y por eso no es interesante para la banca tradicional. Son préstamos pequeños que necesitan un acompañamiento. Son costosos, pero tienen un potencial social muy importante y ahí está la lógica. No es un donativo, es una inversión. En los últimos años hemos recibido un interés anual del 2%. Pero no buscamos socios atraídos por la rentabilidad, porque puede cambiar todo por un improvisto y bajar al 1,5%.
¿Por qué ha visitado los proyectos de Oikocredit en Ecuador?
-En Oikocredit todos los años se contempla una visita de campo. Tiene diferentes objetivos. Uno de ellos es dar la oportunidad a inversores para que conozcan el otro extremo de una forma más personal, al margen de los informes que reciben. Al mismo tiempo, los servicios de Oikocredit tienen la oportunidad de obtener material gráfico e historias con nombres y caras con los que generar carteles, documentos, artículos para prensa, etcétera. Desde la otra parte, para el país receptor, es una ocasión especial que vengan los inversores a conocerles. Es un impulso para la oficina, para las organizaciones y para las microfinancieras con las que Oikocredit trabaja. Ponen sus mejores galas y nos presentan a algunos de sus clientes finales, por lo que llegamos al final del recorrido del dinero. Que a una pequeña granjera de cobayas le vayan a visitar inversores de Europa pone en valor algo intangible que es más que el dinero. El mes anterior a la fecha del viaje fue el terremoto y el epicentro estuvo en una zona a la que íbamos. Estuvimos esperando instrucciones porque igual se suspendía. Para el país era importante que fuésemos y se decidió mantener el viaje, pero cambiando el recorrido. En los negocios implicados no hubo daños personales, pero sí materiales. Necesitaban recuperar y arreglar instalaciones y no era el momento para que estuviesen de anfitriones. Tenían otras prioridades.
¿A qué tipo de proyectos llega el dinero de Oikocredit en Ecuador?
-Trabajamos con microfinancieras y vimos a clientes de esas microfinancieras. Por ejemplo, vimos una empresa familiar de producción de rosas, otra de claveles, o de quesos, cultivo ecológico, o un negocio de tejer hamacas y un negocio de artesanía con semillas típicas de Ecuador. Otro cliente era un chico que se había casado, había sentado la cabeza, y se hipotecó para comprar unas tierras del gobierno para crear una plantación de tomate de árbol. Son casi todas en zonas rurales. Se trata de llegar a donde no llega el sector de la banca tradicional. Y no llega a muchos sitios.
¿Se vuelve más concienciada?
-Es mi segundo viaje. Antes visité Guatemala. Vienes con una cierta dosis de realidad, pero pones caras a las ideas. Yo soy investigadora en la Universidad de Deusto y llevo muchos años trabajando sobre cooperativismo en la economía social. Pero de pronto llego a una información que como investigadora no podía llegar. Es como otra esfera. Entiendes y ves, por lo que retroalimenta tu interés de investigación y al mismo tiempo accedes a canales que como investigador no podrías.
Ponen un especial énfasis en apoyar a las mujeres.
-En este asunto hay un problema allí y aquí. Si hay algo que te hace interesante para el sector bancario es el número de propiedades que tienes. Normalmente las propiedades están a nombre del marido. Eso es algo que aquí pasaba hasta hace poco, pero hemos evolucionado muy rápido. En Oikocredit hay un énfasis especial en el enfoque de género y en promover aquellas iniciativas que estén más volcadas en compensar ese desfase. Cuando se presentan los proyectos, pasan varias evaluaciones. Un requisito es dar sostenibilidad económica y otro es el impacto que tiene. Se están elaborando varios mecanismos para detectar ese impacto social y, uno de ellos, es dar preferencia a que las mujeres sean beneficiarias de los microcréditos. En el último informe social de Oikocredit, de 2014, el 83% del dinero llega a mujeres para compensar ese desfase.