Alrededor de 9,4 millones de jóvenes chinos se someten estos días al gaokao, la prueba de acceso a la universidad, que, en un país obsesionado con la educación desde hace milenios, es algo muy serio que implica a buena parte de la sociedad. Familias y profesores, pero también la policía, el transporte y hasta el Ejército se movilizan en los dos o tres días que duran estos exámenes -varían según la provincia- para que los estudiantes tengan el mejor entorno posible a fin de completar una prueba en la que su futuro está en juego.

Para muchas familias, especialmente en zonas rurales, que su hijo entre en la universidad puede ser la oportunidad para salir de la pobreza, en un país donde menos de la mitad de sus jóvenes cuenta con plazas en centros superiores. “Somos del campo y si mi hija pudiera acceder a la universidad sería un honor, una salida futura, la posibilidad de trabajar en la ciudad”, explica la médico tradicional Zhao Wanxia, quien ha recorrido 100 km para acompañar a su niña en el examen.

“El gaokao marca el cambio en la trayectoria de nuestras vidas”, señala, por su parte, Ding Jichao, un licenciado en Medicina de 25 años, al recordar el examen con el que pudo iniciar sus estudios. La importancia del gaokao se palpaba ayer en la entrada de miles de centros de examen del país, a los que las familias acudían con la sensación de encontrarse en un momento trascendental, mientras la gente alentaba a los estudiantes con vítores y pancartas. Muchos padres reservan habitación en hoteles próximos a los lugares de las pruebas para que sus hijos no tengan que madrugar tanto, por lo que la mayoría de los establecimientos hoteleros en esas zonas están llenos estos días.

En Pekín, fuerzas especiales de seguridad transportan las preguntas de los exámenes, que son consideradas “secreto de Estado”, por lo que su publicación antes de tiempo es un delito grave. Desde este año, además, copiar en el gaokao es también un crimen incluido en el código penal, punible con hasta siete años de prisión, advirtió en la víspera el diario oficial Global Times. Algunas mafias intentan vender a los estudiantes artefactos para que hagan trampas en el test, tales como ropa o relojes con micrófonos incorporados, y la policía ha lanzado una campaña contra estas redes organizadas.

Se persigue también a las personas que se ofrecen a cambiarse por otras menos preparadas y hacerles el examen, en el que uno de cada cuatro, aproximadamente, no sacará la nota suficiente para ir a la universidad y deberá optar por repetirla el año que viene o buscar otras salidas. La red de transportes también se adapta estos días en todo el país para ayudar a que los examinados lleguen sin problemas a las pruebas.

En Pekín se han desviado 16 rutas para que los autobuses no pasen por los institutos y se reduzcan los atascos, mientras en zonas rurales se despliegan servicios de tren especiales para que los chicos lleguen pronto a la ciudad. A los conductores se les prohíbe que utilicen el claxon al pasar junto a los lugares donde se efectúan las pruebas, para no desconcentrar a los estresados estudiantes, y en las noches anteriores, cuando los alumnos ultiman su preparación, los vecindarios se esfuerzan por evitar ruidos que les distraigan.

Todo para conseguir un ambiente ideal en el que los jóvenes, que se han preparado durante años, obtengan las mejores notas posibles en su sueño por matricularse en las mejores universidades de China.

La entrada en la universidad es importante en cualquier país, pero para China es algo más, algo que moviliza durante una semana a la nación, donde la tradición confucionista valora la educación como uno de sus máximos valores desde hace milenios.