VITORIA - 2.069 vascos ejercieron durante 2015 su derecho a determinar qué cuidados médicos y qué tipo de atención sanitaria desean recibir cuando su estado físico les impida tomar decisiones, autorizar tratamientos e intervenciones o poner límites a las actuaciones terapéuticas. Es decir, 1.339 mujeres y 730 hombres suscribieron el año pasado un Documento de Voluntades Anticipadas, más conocido como testamento vital, en el que dejaron por escrito su voluntad y disposiciones para la enfermedad y la muerte, según datos facilitados a este periódico por el Departamento de Salud del Gobierno Vasco.

Desde 2004 es el año en que más personas han registrado su testamento vital en los tres territorios de la CAV, donde ya son 15.209 las personas que han decidido dejar claro cuáles son sus deseos cuando no puedan expresarlos, tras sumar en lo que llevamos de año 45 nuevos documentos al registro.

Por territorios, el año pasado fueron 843 los vizcaínos que realizaron el testamento vital (304 hombres y 539 mujeres). Araba sumó 371 testamentos (136 y 235), mientras que Gipuzkoa lideró estas últimas voluntades al registrarse 855 nuevos documentos (290 hombres y 565 mujeres).

En este escrito constan unas “instrucciones” para situaciones sanitarias concretas en las que la persona que las suscribe puede expresar su voluntad por si en el futuro no pudiera hacerlo. De esta forma, además de la ventaja de que uno mismo participa en la toma de decisiones que le pueden afectar en un futuro, se evita ese difícil papel que, de lo contrario, toman los familiares con el sufrimiento que conlleva; y se facilita la tarea al personal médico. De hecho, según el Departamento de Salud, este es el motivo más significativo que empuja hacerlo. “Ahora bien, mientras la persona pueda expresar una voluntad prevalecerá dicha manifestación frente a lo recogido en el documento”, apuntaban fuentes de Salud.

En funcionamiento desde 2004 El testamento vital en Euskadi lleva en funcionamiento desde 2004, regulado por la Ley 7/2002 de 12 de diciembre, mientras que el Decreto 270/2003 de 4 de noviembre creó y reguló el Registro Vasco de Voluntades Anticipadas. Además, por primera vez este derecho quedó recogido “de modo expreso” en el Decreto 147/2015, de 21 de julio, en el que se aprueba la Declaración sobre Derechos y Deberes de las personas en el sistema sanitario de la Comunidad Autónoma Vasca.

Esto quiere decir que ya hace más de once años que los vascos pueden expresar su voluntad sobre las decisiones clínicas que les afectan, y a medida que pasa el tiempo, “se hace más conocido por los ciudadanos y por los equipos profesionales”, destacan. Las crecientes cifras son un reflejo de que la conciencia cada vez cala a más personas.

Al igual que uno planifica a quién dejar los bienes, también puede estipular dónde y cómo ser tratado en determinadas circunstancias. “Hay que enmarcar las voluntades anticipadas en la planificación general de cuidados de cualquier persona, en previsión de no poder realizarlo en el futuro”, manifiestan fuentes del Departamento.

Así, mientras en 2004 solo 71 vascos efectuaron el documento, un año más tarde lo hicieron 949 personas y la tendencia no ha dejado de crecer -en 2013 fueron 1.455; en 2014, 2.055; y en 2015, 2.069- hasta alcanzar una cifra total de 15.209 vascos desde que arrancó el registro. En estos datos no se incluyen las voluntades de otras 1.138 personas ya fallecidas.

Los mujeres prevalecen en el registro posiblemente “por haber tenido más contacto con situaciones de cuidados al final de la vida y con la dependencia”. En este sentido, el 67% (10.211) de las personas que han hecho uso de su derecho en la CAV han sido mujeres. Asimismo, en 2015 en Euskadi participaron 1.339 mujeres y 730 hombres, y en Bizkaia lo hicieron 539 y 304. En cuanto a sus edades, la mayoría (46%) decidieron redactar el documento siendo mayores de 65 años, seguido de cerca (44%) por el tramo de edad entre los 45 y los 65, y por último el 10% tenía entre 18 y 45 años.

Un compromiso con uno mismo A pesar de la evolución y la adhesión cada vez mayor a este derecho, en algunas familias lo cubre un halo de superstición y tabú. “Nadie muere por hacer uso del mismo”, evidencian desde el propio Registro. También la asociación Derecho a Morir Dignamente de Euskadi achaca ese miedo al desconocimiento y defiende este documento ante quienes opinan “que no vale para nada. No es así, a la hora de la verdad se respeta”, contestan desde este colectivo.

“Se trata de un compromiso con uno mismo. Un asunto que exige una reflexión y hablar con la familia de lo que tú entiendes que debe de hacerse contigo cuando no puedas defender una manera de vivir”, afirma, por su parte, Rosalía Miranda, miembro de DMD Euskadi, lo que exige una comunicación que en algunos hogares no es fácil. “Hay gente que no quiere pensar en ello, y en realidad es una parte de la vida”, recalca.