gasteiz - “Los profesores están sorprendidos porque cada vez se usa menos el diccionario. Claro, es que buscan en el smartphone. No podemos negar el avance de la sociedad”, afirma el pedagogo Javier Bahón.

Los dispositivos digitales van ganando terreno en el aula a los libros de texto. ¿Lo ve necesario?

-Hoy en día la educación se entiende mucho más desde la implicación emocional humana y cercana entre la personas que estén dentro del aula que por los dispositivos que pongamos entre nosotros. Lo que tiene que hacer un alumno es aprender. Para eso tiene que estar a gusto, tranquilo, sentirse seguro, sentir confianza y sentir que se tienen expectativas positivas sobre él. A partir de ahí, el profesor o la profesora deben proponer situaciones de aprendizaje que supongan un reto, una novedad, algo que llame la atención de los alumnos, y proporcionar con lo que vaya a suceder en el aula un gran desarrollo de competencias y capacidades útiles en el siglo XXI. Para esto me sirve un libro, un cuaderno, una tablet, una servilleta y un lapicero.

Pero un dispositivo digital ofrece muchas más posibilidades.

-Lo que pongamos entre los profesores o entre los alumnos puede estar más enriquecido obviamente si hay más recursos, pero lo fundamental ocurrirá porque yo te propongo algo que te hace pensar, que te ayuda a trabajar o que te pide que trabajes con otras personas y que trabajes, sobre todo, comunicándote adecuadamente con esas personas. A eso me puede ayudar un libro, una tableta u otro recurso, con diferencias entre ellos.

¿Qué aporta a la enseñanza el uso de tabletas?

-Ofrece un aspecto más dinámico y con muchísimas más posibilidades que un libro tradicional. La riqueza y la variedad de recursos para aprender que podemos hacer llegar a un alumno a través de las tecnologías es infinita siempre que sepamos elegirlos y diseñarlos bien, porque todo ese software educativo se está creando y se está empezando a probar. No es que exista ya, pero sí que permite que haya mucho más material disponible, lo que ofrece la posibilidad de elegir materiales diferentes para los diferentes alumnos. Estos, además, pueden acceder a los contenidos en cualquier momento para repasar o profundizar. Por otra parte, es un material mucho más visual. Los jóvenes adoran la música, el movimiento y lo visual. Nos daremos contra un muro si no reconocemos eso y si no lo aprovechamos para que aprendan a través de ello.

Los contrarios al uso de tabletas en los centros argumentan que no sirven para aprender a escribir y no fomentan la creatividad. ¿Les ve usted algún inconveniente?

-El único inconveniente está en quien crea que eso le va a mejorar los resultados y que le va a solucionar las formas de dar clase. Lo importante es cómo creamos los educadores unas situaciones de aprendizaje en las que los alumnos se encuentren retos que deben resolver. Si yo no sé utilizar suficientemente la tablet o no tengo el suficiente conocimiento sobre el software y las apps que existen, que es infinito, no voy a poder sacarle suficiente rendimiento. Luego, ¿es un elemento necesario para la mejora educativa? No, en absoluto. ¿Puede ayudar a quien lo sepa utilizar? Por supuesto que sí.

¿Está el profesorado a la altura de estas nuevas tecnologías?

-Tenemos un grupo que las está utilizando lo máximo que puede. Gente que normalmente tiene muy buena formación y mucho interés personal y, por lo tanto, han pasado mucho tiempo profundizando y buscando, buceando entre qué me puede ofrecer la red y el aparato. Entonces, hay gente perfectamente cualificada, hay gente que se está cualificando y que hará poquitas cosas, pero tiene su interés y no tiene miedo, y hay gente a la que esto le cae grandísimo por lo que sea, entonces no lo van a usar.

Hay centros que prohíben a sus alumnos llevar smartphones.

-Yo sería más partidario, no de prohibirlo, sino de usarlo, de 12 años en adelante, en los usos que yo te permita porque hace muchas tareas y es la herramienta con la que van a convivir estos años. - A. Rodríguez