El modus operandi cambia pero el objetivo no. Bien defraudando a Hacienda, timando a los clientes, ofreciendo remedios sin resultado, falsificando medicamentos o realizando tratamientos sin homologar, se han revelado muchos casos en los que se aprovecha el deseo de los ciudadanos de sentirse mejor para enriquecerse. El televisivo doctor Rosado fue pionero de estas técnicas hace más de 35 años, pero le siguen muy de cerca el fundador de las prótesis mamarias PIP o más recientemente el escándalo de Corporación Dermoestética.
Desde hace unos años, la cultura del cuidado bucodental se ha convertido en objeto de culto. Lo sabe bien Ernesto Colman al que llamaban McDentist en alusión al emporio que, como McDonald, creó con la cadena Vitaldent. Colman terminó la semana pasada en un coche policial con gorra y gafas oscuras acompañando a los agentes a registrar la sede social de su negocio. Llegó a obtener 17,5 millones de euros al año en B, dinero que reinvertía en España mediante empresas patrimoniales y la adquisición de bienes inmuebles.
Un retrato bien distinta a la ofrecida todos estos años, porque las ganancias de la considerada compañía odontológica más grande de Europa -creó la cadena en 1991 y llegó a contar con 438 clínicas-, le permitían tener un avión propio, propiedades de lujo incluso en Manhattan, dicen que hasta un pueblo en Lleida y coches de alta gama.
La imagen se repite. Pacientes abandonados, tratamientos a medias, las clínicas cierran de la noche a la mañana y el paciente debe seguir pagando las letras de la financiación que firmaron. A grandes rasgos es lo que les pasó hace casi un mes a miles de pacientes en Madrid y Barcelona con la conocida Funnydent.
Blanquear dientes y dinero
La salud dental es sin duda un buen negocio. Pero lo puede ser más si, como en el caso de Vitaldent, se blanquean dientes para blanquear dinero. Y es que supuestamente el cobro a los clientes y a las franquicias se hacía en metálico para no dejar pistas y se transportaba hasta entidades financieras de Suiza y Luxemburgo para luego regresar a España blanqueándolo en inversiones inmobiliarias, estafando así a Hacienda y a los franquiciados.
El Consejo General de Dentistas, ya había advertido que el pinchazo de la ‘burbuja dental’ estaba próximo. “Llevábamos avisando durante mucho tiempo de que esto podía pasar y ha pasado”, asegura su presidente Oscar Castro. A su juicio, “este modelo empresarial antepone el negocio, los intereses económicos, a la salud de los pacientes. Y esto solo ocurre en España, en ningún otro sitio de Europa”. Y es que los dentistas reclaman al Ministerio de Sanidad que ningún empresario o particular que no sea profesional sanitario cualificado disponga de una licencia que le permita abrir una clínica dental. Es la reacción del colectivo tras conocerse la detención de la cúpula de Vitaldent por un presunto delito de fraude fiscal y blanqueo de capitales y de la estafa de Funnydent. Relatan que los empresarios se preocupan más por el beneficio económico que por los resultados en salud, contratando a los trabajadores por debajo del coste real y adquiriendo material y tecnología de dudosa calidad.
Cristóbal López, de Funnydent, hacía también un negocio suculento con los dientes ajenos. Era el responsable de la cadena de clínicas dentales Funnydent y está en la cárcel por supuestamente estafar a miles de clientes, a los que dejó con el tratamiento a medias y pagado en muchos casos tras echar el cierre de sus establecimientos.
Otro caso, el de Dental Line, saltó a la prensa en 2009 después de haber cerrado o vendido sus establecimientos en distintos puntos del país -llegó a tener 77 centros en Andalucía, Aragón, Cataluña, Comunidad Valenciana, Galicia, La Rioja, Madrid, Murcia y País Vasco- sin asumir en muchos casos sus obligaciones con sus clientes.
La estética en el punto de mira
No es la primer vez que se juega con la salud y con la ilusión de las personas por mejorar su imagen para ganar dinero. El doctor Rosado, por ejemplo, aprovechó su fama en un programa de televisión para constituir en 1980 junto con otro socio la empresa Defintiva Depilation Therapy. Prometía a las mujeres la eliminación de por vida del vello no deseado. Al menos 73 mujeres le denunciaron porque después de haber pagado entre 10.000 y 240.000 de las antiguas pesetas. Sin embargo, no vieron resultado.
Hasta aquí llegó también el caso de las prótesis mamarias PIP, que tuvieron que ser retiradas del mercado hace cinco años después de que las autoridades francesas sospecharan que podrían estar vinculadas con algunos casos de cáncer de mama. 80.000 pacientes de todo el mundo estuvieron afectados.
Polyimplant Prothêse (PIP), empresa nacida en el año 1991 en Francia, se situó en poco tiempo como una de las principales distribuidoras de prótesis mamarias a nivel internacional, consiguiendo vender hasta 100.000 unidades anuales. No fue hasta 2010 que se destapó el fraude. Tras miles de casos de mujeres a quienes se les habían explotado estas prótesis de forma prematura se dio desde Francia la voz de alarma: las prótesis PIP estaban hechas de silicona industrial. Esto era lo que permitía a Jean-Claude Mas, fundador de la empresa, reducir el coste de fabricación de cada prótesis a sólo dos euros. Implantes que eran vendidos a los cirujanos por el mismo valor que el resto de la competencia, según asegura Javier Moreno Marín, presidente de la Unión de Médicos y Cirujanos Estéticos de España.
Aunque finalmente se sobreseyó, otro caso que sacudió a la opinión pública en 2009 fue el de la compañía de cirugía estética Corporación Dermoestética que tuvo que dar cuenta de una presunta estafa también por la implantación de prótesis mamarias de inferior calidad y precio de lo que ofrecían. Más sonado fue cuando a finales de 2014, la compañía presentó el concurso de acreedores. Según el despacho Vázquez Abogados, que representa a la plataforma de afectados, muchos clientes han recuperado ya su dinero. En algunos casos, el propio centro devolvió las cantidades y la financiera canceló el abono de los créditos concedidos para los tratamientos.
Y todo ello sin olvidar el famoso bluff de los productos milagros. Basta con hacer una breve búsqueda en internet, hojear revistas o escuchar la radio para asistir a la oferta casi infinita para tratar todo tipo de dolencias o para cambiar de imagen. Es el precio que se paga por la barra libre sanitaria.