DONOSTIA. La mañana transcurría con normalidad en estas instalaciones, donde se reúnen y clasifican los muebles, libros, ropa y otros muchos objetos que recogen habitualmente los traperos por domicilios, empresas y locales del territorio para reciclarlos y darles una "segunda vida", cuando uno de los operarios encargados de abrir las cajas contuvo la respiración.
El embalaje no contenía los habituales cuadros o adornos que suelen retirar sus compañeros. Una calavera completa, restos de una segunda y dos fémures aparecieron ante sus perplejos ojos que no daban crédito a lo que veían.
Una vez superado el susto mayúsculo, rápidamente comunicó el hallazgo al resto de operarios que, tras los primeros momentos de sorpresa y cierta alarma, sacaron unas fotografías de los restos y comenzaron a conjeturar sobre su origen.
"¿Procederían los huesos de un crimen perfecto, oculto durante años?". Según explica la responsable de Comunicación de Emaús, Begoña Cabaleiro, los restos dieron pie a todo tipo de especulaciones.
Una bomba de la Guerra Civil con la Virgen del Pilar grabada, un sombrero de copa procedente de la Rusia presoviética y hasta un casco nazi habían sido descubiertos antes en este centro de clasificación de objetos de segunda mano, pero nunca hasta ahora habían aparecido unas calaveras reales.
Los responsables de la instalación decidieron avisar entonces a la Ertzaintza, porque "eso no se podía gestionar de cualquier manera" y, "desde luego, menos como un residuo", ya que se trataba de unos restos humanos.
La Ertzaintza desplazó una patrulla al lugar donde, según ha explicado hoy a Efe el departamento vasco de Seguridad, abrió un atestado, dio aviso a la correspondiente autoridad judicial y puso a su disposición los huesos localizados.
Paralelamente, los Traperos de Emaús comenzaron a reconstruir las rutas y horarios de recogida para determinar el domicilio del que habían sido recogidos los restos, hasta que descubrieron que procedían de una retirada de muebles y objetos realizada el pasado día 16 en la vivienda de una anciana de la comarca de Donostia.
Según explica Cabaleiro, la mujer quería reordenar una habitación de su domicilio que había pertenecido a su hijo y pidió a los operarios que se llevaran ropa, libros y otros efectos.
"Bueno, también hay unos huesos ahí, por si queréis llevarlos", apuntó en un momento dado a los traperos quienes, sin pensarlo dos veces, aceptaron la invitación "con toda inocencia y sin darle mayor importancia" porque, como comenta Cabaleiro, el espíritu de Emús es "reutilizarlo todo".
Los trabajadores los metieron en una caja y luego la dejaron "con todas las demás" que llevaron al Eko-center de Irun para su clasificación, donde fueron "redescubiertos" por otro operario.
Finalmente, el origen de los huesos pudo ser aclarado cuando se descubrió que el hijo de la anciana era médico y que, como ha corroborado hoy la Ertzaintza, se trata de unos restos "antiguos" que habían sido utilizados con fines "didácticos".
El misterio quedó resuelto, aunque llegar ahora a conocer a quienes pudieron haber pertenecido se antoja poco menos que una tarea imposible.