VITORIA - Cara y cruz. Blanco y negro. Mientras ayer los responsables de la veintena de clínicas vascas de Vitaldent se afanaban en vender normalidad, los clientes, inquietos, intercambiaban rumores y preocupaciones. “¿Cómo no vamos a estar mosqueados”, decía Amaia al salir del centro que la marca tiene en la bilbaína calle Autonomía. “Yo he venido con la mosca detrás de la oreja porque entre pitos y flautas he adelantado ya más de mil euros. Pero me acaban de explicar que aquí ellos llevan la gestión y no van a dejar a nadie tirado ni con sus tratamientos sin completar”. “Que funcionan como una clínica independiente y que no tienen nada que ver con esa trama financiera de la operación de Madrid”, explicaba aún recelosa.
Amaia aludía así a lo que todo el día de ayer fue el correvedile entre los clientes de Vitaldent. Que la Policía detuvo en Madrid a la cúpula de las clínicas, entre ellos a su dueño Ernesto Colman, por un fraude de 10 millones a Hacienda y a sus franquiciados y por blanqueo de capitales. Según la investigación, Colman exigía a sus franquiciados el pago en metálico de determinadas cantidades acordadas todos los meses que, como si se tratara de una caja B, no declaraba a Hacienda. Además Colman ingresaba estas ganancias en cuentas bancarias de Suiza y Luxemburgo. Una parte de ese capital retornaba a España para ser invertido en más de un centenar de inmuebles, fincas rústicas y vehículos de alta gama, con lo que culminaba el proceso de blanqueo.
“Es increíble. ¿Cómo no vamos a estar preocupados con las cosas que se oyen? Pero yo -dice Miren abriendo la boca de par en par a la periodista y señalando algunos dientes con caries- hoy he venido a una cita programada a hacerme sólo un empaste y no pienso pagar en metálico ¿eh? que ya me advirtieron en el banco. Me dijeron si vas a hacerte algún tratamiento paga sólo con tarjeta que, por lo menos, de eso queda constancia”. Miren se regodea con los detalles más escabrosos de la operación de Madrid. “Dicen que tenían 124 fincas urbanas, un avión de un millón de euros, un montón de coches de lujo... Desde luego, ya no te puedes fiar de nadie. Hace un mes lo de Funnydent, antes lo de Corporación Dermoestética...”.
Por la mañana, sin embargo, en las clínicas parecían haber repartido el manual del buen comportamiento. Según Maider, en la calle Autonomía estaban trabajando “con total normalidad”. “Los clientes tienen que estar tranquilos”, dijo Nagore desde Santutxu. Y Susana de Portugalete repetía cantinela; “Estamos trabajando tan normal”.
Esta responsable del centro portugalujo señaló que “independientemente de lo que ocurra con el nombre de la marca, seguiremos con los tratamientos y seguiremos funcionando. Ahora estamos teniendo problemas con el tema informático pero esperamos que se normalice en las próximas horas”, indicó. A su juicio, “la preocupación de los clientes es lógica con la alarma social que se crea”. “Nosotros vamos a seguir con el negocio adelante. Ahora estamos bajo el paraguas de la marca Vitaldent pero nos hacemos responsables de todos los tratamientos y queremos continuar con el negocio y seguir trabajando en este sector”.
Esta profesional se mostró, sin embargo, indignada por algunas de las cosas que se comentaron. “Se están diciendo barbaridades. He escuchado que estamos trabajando con productos chinos y eso no es así. Nosotros trabajamos con implantes de las primeras marcas. Al final, entre tantos dimes y diretes, todo el sector se va a ver perjudicado”, indicó.
En la línea de que la actividad de las clínicas no se verá afectada, coincidían ayer también la fiscalía y el propio director de la Policía, Ignacio Cosidó, quien lanzó un mensaje de tranquilidad a los franquiciados y pacientes. “No es un problema de estafa a los consumidores y, en principio, no tiene que afectar a las franquicias que trabajan bajo esta marca”, afirmó Cosidó.
Desde las oficinas centrales de Vitaldent también explicaban que los centros están abiertos y atienden a los pacientes con “relativa” normalidad, a pesar de contar con problemas con el sistema informático desde primera hora de la mañana. Pero eso no quitaba el miedo del cuerpo a los afectados que nada más conocer la noticia acudían a sus clínicas para pedir explicaciones sobre el futuro de sus tratamientos. “He pagado más de 12.000 euros por adelantado y en metálico”, exclamó Francisco, paciente habitual de una clínica del barrio de Hortaleza. “Espero no perderlos”, decía con resignación.