donostia - Algunos de los peores escenarios hablan de la posible pérdida de 250 hectáreas de litoral vasco en 2100 y más de dos grados de subida de la temperatura media. Es el momento de repartir responsabilidades en la búsqueda de equilibrio entre el desarrollo y la sostenibilidad a nivel mundial. El lehendakari Iñigo Urkullu y la consejera Ana Oregi acudirán esta semana a la capital francesa para defender allí el compromiso de reducción de emisiones autoimpuesto a través de la Estrategia Vasca del Cambio Climático.
¿Qué puede aportar un territorio como Euskadi frente al calentamiento global?
-Somos el 0,5% de las emisiones europeas, pero tenemos nuestra cuota de responsabilidad y bajo el lema de pensar globalmente y actuar localmente, creemos que la suma de las acciones de cada una de los gobiernos de regiones y ciudades de todo el mundo son las que nos dan la posibilidad de llegar a los cumplimientos de los grandes acuerdos que se pueden tomar a nivel de Estados o de Naciones Unidas. Los Estados son los que discuten y negocian, pero ya desde hace tiempo se está pidiendo que sean también las regiones y la sociedad civil las que planteen parte de las acciones, porque este es un reto global.
En los últimos diez años hemos reducido un 25% nuestras emisiones en la CAV y el objetivo es llegar al 80% en 2050. ¿Vamos bien o justos?
-Los diferentes países y regiones de la Unión Europea estamos planteando este tipo de reducciones. Es un reto difícil, pero creo que somos capaces de conseguirlo. Estamos en una agenda que nos marca ya un camino. Contando desde 1990 hemos reducido un 10% las emisiones, y contando desde el año 2005, que fue el punto más alto de emisiones, hemos reducido un 25%. Pero es que a la vez hemos mejorado nuestra calidad de vida y la productividad de las empresas.
¿Es posible conseguir ese objetivo autoimpuesto sin comprometer nuestra industria y el empleo?
-Estamos convencidos de que no solo se puede, sino que se debe. La industria vasca es muy exportadora y los lugares en que nuestras empresas venden sus productos son lugares en los que las exigencias medioambientales son altas y reclaman a sus proveedores ese cuidado en sus procesos y ese control de calidad ambiental. Y creemos que eso es un factor de competitividad. Estamos convencidos de que lo que tenemos que hacer es conseguir una mayor eficiencia energética en nuestras industrias y nuestros tejidos urbanos, porque no solo es la industria el tema de las emisiones; el transporte es otro de los puntos calientes en las emisiones.
¿Tiene futuro nuestra industria tal y como la conocemos ahora?
-Somos una sociedad con un porcentaje muy alto en el PIB de la industria, pero también está claro que no es la de los años 80, ni los 90, ni siquiera igual que la de antes de la crisis. La apuesta de Euskadi y del Gobierno Vasco también es que nuestra aportación industrial se mantenga y siga siendo un pilar de nuestra economía. Vamos a seguir siendo un país industrial; eso sí, con una industria que evolucione.
¿Cómo se imagina Euskadi dentro de 40 años? ¿Qué debemos cambiar?
-Los sectores en los que tenemos que trabajar son principalmente la industria, la energía y el transporte. La industria está bien encaminada y la energía ha hecho un viraje desde el petróleo y el carbón hacia el gas, las renovables y los ciclos combinados. El transporte es donde menos nos hemos movido para bien. Estamos enganchados en el coche individual, en las mercancías en camiones y de ahí también el empeño en mejorar las redes ferroviarias, potenciar los transportes públicos y poner sistemas de movilidad que sean cómodos, fáciles y asequibles para todos los ciudadanos; que les convenza y les resulte atractivo. Ese es el gran reto. Pero necesitamos tener los medios para poder hacer esa oferta interesante a los ciudadanos.
¿Invertir en infraestructuras será suficiente para cambiar los hábitos?
-Cambiar los hábitos es lo más difícil; cuando una persona y más una sociedad tiene un hábito cuesta mucho tiempo y mucho esfuerzo. No es algo nuestro solo. En EEUU, por ejemplo, la dependencia del coche es absoluta. En ese cambio de hábitos es en lo que tenemos que trabajar, pero tenemos ejemplos como el Metro de Bilbao. Cuando se planteó algunos decían que no servía para nada, que era cosa de visionarios, que era tirar el dinero... Y sin embargo, es uno de los medios de transporte más exitosos. Imagínate a todas esas personas que se mueven en el Metro cada una en su coche en las calles de Bilbao... Sería una ciudad insoportable para vivir por su nivel de congestión, ruido, y contaminación. O sea, que el cambio se puede hacer.
¿Y la sociedad va en sintonía con esto que se plantea?
-Cumbres como la de París hacen que se ponga el foco en este tema, que si no, se queda olvidado por los medios de comunicación. Visibilizar este tipo de cuestiones es bueno para que la gente se implique porque se nos está demandando a todos un cambio de hábitos; estamos en una sociedad de consumo que nos debería hacer a todos pensar en muchas cosas.
¿De todos los datos sobre calentamiento global y elevación del mar que se dan para final de siglo, cuál es el que más le preocupa?
-El cambio climático no son certezas, son escenarios. Todo se basa en hipótesis, estadísticas climáticas y una de las cosas que más me preocupa es la pérdida de biodiversidad. Que desaparezcan especies en los diferentes espacios, porque perdemos riqueza como sociedad y como planeta. Tenemos aún muchas cosas que aprender de la naturaleza. Y en la medida que perdamos biodiversidad, vamos a perder recursos, incluso algunos que sirven para curar enfermedades. Mientras nos alarmamos cuando alguna especie emblemática tiene problemas, como las ballenas o los osos panda, otras más pequeñas pasan desapercibidas; pero tan importante como esos pueden ser una bacteria o una plantita.
¿Nos podemos permitir que no haya acuerdo en París?
-Tenemos el reto de legar a nuestros hijos y las próximas generaciones por lo menos un planeta tan rico como el que nosotros recibimos. Estamos todos en lo mismo... Y ante eso, cerrar los ojos y decir: el que venga detrás que arree, pues no parece serio. Es una cuestión de responsabilidad compartida y de solidaridad interterritorial e intergeneracional.
¿Es usted optimista?
-Lo que a mí sí me da un poco de optimismo es la labor que se está haciendo desde abajo. Independientemente de lo que los Estados aporten entre ellos, la implicación que están demostrando ciudades y regiones es muy importante porque una cosa es la vinculación por leyes o directivas y otra cosa es que cada uno de los municipios del mundo decida que va a hacer las cosas de forma que no va a emitir CO2... Le va a dar igual lo que esté diciendo el Estado al que pertenece. Y estamos viendo un componente mundial en ese sentido que es muy alentador.
¿Globalizado o más europeo?
-Globalizado absolutamente. EEUU, por ejemplo, hasta ahora no se había comprometido, pero, sin embargo, muchos de sus Estados estaban adoptando compromisos por su cuenta, como California. Y en Canadá, exactamente igual; Quebec y Ontario están haciendo acciones importantes porque quieren y sobre todo por responsabilidad. Y también en Asia y Australia. Se están tomando medidas que esperemos que nos permitan tener un futuro alentador como especie.
El plan vasco del cambio climático también es un compromiso propio.
-Así es. A nosotros nadie nos ha obligado a tener una estrategia de cambio climático. Podíamos estar sentados esperando a ver qué negocia España y ver qué nos toca; y seguramente, como tenemos hecho los deberes bastante bien, pues nada.
¿Teme que las actuales tensiones geopolíticas dificulten el acuerdo?
-La situación que estamos viviendo en el mundo, con los conflictos y el terrorismo, es preocupante. Yo creo que el telón de fondo de máxima preocupación y de alerta de lo que está pasando en el mundo la tenemos todos y se refleja en las relaciones entre unos y otros. Pero de todas maneras lo que está trasladando Naciones Unidas es que continúa adelante con la cumbre y que esta es fundamental para el futuro del planeta independientemente de cómo sea la convivencia entre los diferentes Estados en cada momento. Se trata de que nuestra especie sea viable y tengamos futuro en el planeta Tierra.