¿La escala de atentados va a trastocar la acogida en Euskadi?
-Lo deseable es que no suponga ningún contratiempo añadido, aunque no ayudan en nada. De alguna manera, se está planteando en todos los países europeos una colisión entre dos modelos de trabajo, el de las políticas sociales y el de Interior. Hay un debate entre el concepto de seguridad y el principio de asilo.
¿Ese debate se puede inmiscuir en el derecho que asiste a los expatriados?
-Estamos ante una información cambiante, pero tenemos la certidumbre de que en el plazo de dos o tres semanas puedan llegar nuevos refugiados.
¿Hay alguna reunión prevista?
-Hay que ser muy cautelosos y, de hecho, tenemos una instrucción clara al respecto. El lehendakari ya nos dijo en agosto que con la gestión de esta crisis no se hace política, que lo primero son las personas que viven este drama.
¿Pero tienen alguna reunión?
-Tenemos una relación bilateral con la secretaría general de inmigración, pero, insisto, todo es muy cambiante. No hay más que ver lo ocurrido en las fechas previas a la llegada de los primeros refugiados al Estado. El miércoles iban a ser 50 personas, el jueves bajaron a 30 y finalmente llegaron doce.
El baile de cifras genera confusión. ¿Se va a mantener el cupo previsto?
-Se mantiene. Estas personas continúan a la espera en Grecia e Italia. El Estado va a acoger a 16.000 personas y a Euskadi vendrán unas 1.000.
Por el momento sólo tres. ¿No cree que el ritmo resulta exasperante ante el drama humanitario?
-Es cierto. Estamos viendo unas imágenes espantosas y la verdad es que no se entiende que ante una crisis humanitaria de tal magnitud se esté funcionando así...
¿Cuál es el problema?
-Hay que seguir unos procedimientos muy concretos para cursar la solicitud de asilo, el primero de los cuales pasa por la identificación de las personas. En ese sentido, los servicios de extranjería se están encontrando dificultades para llevar a cabo esos trámites y, de hecho, de las 19 personas que iban a llegar al Estado finalmente lo hicieron doce porque a los otros siete no se les ha podido identificar.
¿Y a partir de ahora qué?
-Ante una situación tan emergente, lo deseable sería ir más rápido. Las instituciones vascas han realizado un esfuerzo de planificación extraordinario, pero el derecho de asilo es una competencia del Estado.
¿Ustedes siguen tendiendo su mano?
-La secretaría general del Estado sabe que Euskadi está en condiciones de acoger a 200 personas de aquí a diciembre. Entiendo que haya una sensación de indignación y de cierto cansancio ante tanta espera. Es preciso ver a partir de ahora si los países son capaces de estar a la altura y Europa se dota de una política común de inmigración y de asilo que no tiene.
¿Qué tal se encuentran las tres personas acogidas en Euskadi?
-Llegaron procedentes de Eritrea hace dos semanas. Están acogidas en Bilbao por la Comisión de Ayuda al Refugiado en Euskadi, Cear. Ya tienen la asistencia sanitaria cumplimentada, su tarjeta de Osakidetza, y está en curso el proceso de empadronamiento.
Ya han conseguido más que algunos inmigrantes en situación irregular...
-Bueno, el empadronamiento se da a todos. Tenemos muy claro que no vamos a crear refugiados de primera y de segunda. Conviene recordar que, al margen de esta crisis humanitaria, llegan inmigrantes huidos constantemente y que sólo por Cear Euskadi han pasado este año 80 refugiados. De hecho, las organizaciones no gubernamentales ya nos han comunicado que les gustaría que aumentáramos nuestra colaboración más allá de esta crisis humanitaria. Es un debate abierto.
La huida del horror no es cosa de dos días...
-Por supuesto que no. Hay que tener en cuenta que la crisis humanitaria no es sólo lo que vemos en Siria por televisión. Hay otras muchas personas que salen obligadas de sus casas y, de hecho, por España han pasado durante el último año cerca de 8.000 personas, camino de otros países. Cuando uno pisa suelo europeo, el derecho de asilo se lo tiene que reconocer el Estado miembro. Están avalados por la legalidad y además vienen perseguidos.
¿Las elecciones generales pueden frenar más cualquier movimiento?
-Depende cómo se mire. En la primera acogida estuvieron todos los representantes del ministerio, había una necesidad de brindar la acogida, aunque fueran pocos los refugiados. En este momento a ninguna formación política le parece normal que hayan venido tan sólo doce personas. En todo caso, lo que hace falta es que la solidaridad no se diluya y se siga desplegando de manera continua.
¿Cómo percibe a la sociedad vasca?
-La sociedad vasca es como las demás. A nadie nos gusta lo que vimos en París. Pero corremos el peligro de estigmatizar al refugiado, mezclando creencias religiosas con posturas radicales. Se genera una enorme alarma social, en algunos casos promovida por intereses racistas y xenófobos, e incluso bastardos, que tienen que ver con la política.
Es fácil jugar con el miedo...
-Es normal que la gente pueda llegar a tener cierto temor, más aún recordando lo que ocurrió el 11 de marzo de 2004. Pero me preocupa que se despierte la islamofobia en Euskadi. Todas las personas tenemos que ser sujetos de derechos y obligaciones.
¿A qué se refiere?
-Que hay que defender el concepto de ciudadanía y la normalización en la vida de todas las personas que residan con nosotros. Hay que desprendernos de esos prejuicios que vinculan a inmigrantes con el cobro de prestaciones sociales. Todo eso es mentira.
Hay un sector de la Iglesia que dice que “no todos los refugiados que vienen son trigo limpio”. ¿Qué opina del mensaje del cardenal Cañizares refrendado por el obispo Munilla?
-Fuera de lugar y alejado de la realidad. La Iglesia también es Cáritas y tantas otras personas que están trabajando de formar ejemplar con nosotros en este proceso. La Iglesia también es el Papa, que ha pedido a creyentes y no creyentes que acojan a las personas que están sufriendo.