el cairo - Los musulmanes de los países árabes degollaron ayer millones de cabezas de ganado para celebrar el Aid al Adha (Fiesta del Sacrificio), una de sus principales festividades, que quedó ensombrecida este año por la muerte de cientos de peregrinos en La Meca. La noticia de la tragedia provocó una gran inquietud a los egipcios que tenían a algún familiar o conocido haciendo la peregrinación en la ciudad santa saudí, debido a las dificultades para contactar con ellos en un primer momento.
Dos hijos del chófer Abdalá el Sayed, de 66 años, hicieron ayer el recorrido en el que se registró la avalancha, la más grave de la última década, pero tuvieron la suerte de no verse afectados por la misma. “Me llamaron mis hijos y no me dijeron nada, probablemente para no preocuparme, pero cuando me enteré de que había cientos de fallecidos me asusté mucho”, dijo El Sayed. Tras el momento inicial de pánico por la magnitud de lo sucedido, este hombre pudo hablar de nuevo con sus vástagos y confirmar que estaban bien: “Qué Dios nos proteja”, repetía sin cesar.
El Ministerio egipcio del Interior está por su parte en contacto permanente con la delegación que acompaña a los peregrinos egipcios a La Meca para proporcionarles la necesaria asistencia. Antes de conocerse el fatídico incidente, la jornada festiva arrancó como es costumbre en Egipto y en otros países de la región con multitudinarios rezos al aire libre frente a las mezquitas.
Poco después, las calles comenzaron a teñirse de la sangre de los carneros y vacas sacrificados para conmemorar la historia del profeta Ibrahim (Abraham), que según la tradición musulmana ofreció a Alá a su hijo Ismael -engendrado con la esclava Hagar-, y no a Isaac, como narra la Biblia.
En ambas religiones Dios perdona la vida al hijo de Ibrahim, que sacrifica en su lugar un carnero o cordero, una acción que en este día imitan los musulmanes, degollando a las reses con la cabeza en dirección a La Meca para que sea “halal” (permitido por el islam). Muchas zonas de El Cairo, la ciudad más poblada del mundo árabe, cambiaron en esta jornada sus tradicionales atascos matutinos por rebaños que miraban inocentes el ajetreo a su alrededor.
Los carniceros afilaban los cuchillos, los compradores elegían a conciencia una buena pieza para deleitar su mesa y algunos niños no dudaban en jugar con la sangre y dejar la marca de sus manos en los muros para conjurar la mala suerte.
Ajenos en un principio a lo sucedido en La Meca, las preocupaciones de los egipcios apuntaba hacia la subida de los precios, la baja demanda y los obstáculos para celebrar como es debido el Aid al Adha.