la habana - No es nuevo que un Papa celebre misa en Cuba. Francisco será el cuarto que visite la isla. Tampoco es novedad que los católicos, la mayoría opositores, celebren como una victoria la presencia del pontífice. Pero lo que la isla caribeña verá por primera vez es al oficialismo competir en fervor con la feligresía cubana. Francisco llega a Cuba sobre una alfombra, quizás no tan roja como la última vez pero mucho más mullida. Este Papa ya no representa al opio del pueblo sino que su llegada hoy sábado es aguardada con esperanza tanto por castristas como por opositores. El obispo de Roma ya no divide a católicos y comunistas, todos le esperan para mostrarle gratitud. Y es que Cuba nunca dependió tanto del catecismo vaticano. A nadie se le escapa que Francisco es el gran culpable del derribo de la intolerancia entre Washington y La Habana. Un histórico acercamiento que hubiera sido imposible sin la intermediación papal. Tanto es así que Obama, Castro y el Vaticano parecen haber preparado juntos su visita.
Tan sólo 48 horas antes del aterrizaje en La Habana, el secretario vaticano, Pietro Parolin, pedía públicamente el levantamiento del embargo a la isla porque “perjudica sobre todo a los pobres”. Como buen político, Parolin también contentaba a los anticastristas -aunque sin nombrarlos- justificando que el levantamiento del bloqueo “conllevaría una mayor apertura en los derechos humanos y las libertades para los habitantes de la isla”.
el ‘discurso vaticano’ de obama Simultáneamente, a miles de kilómetros de Roma, Barack Obama, en un discurso que bien podría haber escrito el nuncio vaticano en EEUU, urgía a los empresarios de su país a presionar para que se levantara el embargo a la isla. Obama argumentaba que levantar el embargo les traería buenas oportunidades económicas y además “crearía un espacio para la libertad personal y la transición política”. Por último, La Habana reconocía que Francisco “será fundamental para los pueblos de ambas orillas del estrecho de La Florida”. ¿Será casualidad esta coincidencia en el tiempo y en el argumento? ¿Será que la visita de Francisco es una maniobra vaticana para evangelizar la isla comunista? O quizás sea una ofensiva consensuada por todas las partes para limpiar viejas telarañas sobre las relaciones cubano-norteamericanas y recorrer juntos el camino que lleve al fin de un bloqueo que carece de todo sentido en el mundo globalizado del siglo XXI.
El Papa, según él mismo ha revelado que, allá por enero de 2014, se cuestionó este obsoleto símbolo de la guerra fría: “¿Qué puedo hacer con estos dos que desde hace más de 50 años están así?”. Y se puso manos a la obra. En tan solo año y medio de tarea llega a una isla en la que ya ondea la bandera de EEUU
La Habana espera al Papa engalanada con pancartas de bienvenida. Francisco sonríe a los cubanos desde las grandes fotografías colgadas por todo el Malecón emplazándoles a asistir a su misa en la plaza de la Revolución. Desde el púlpito donde Fidel lanzaba sus interminables arengas, se aguarda con expectación la homilía. Será un breve discurso en comparación de los maratonianos alegatos del Comandante, pero se esperan con ilusión las palabras de un pontífice que no se muerde la lengua ni evita ningún tema.
Pastor, político y siempre cercano a los problemas, Francisco pasará a la historia como el Papa que empujó a Washington y a La Habana a entenderse. Y quién sabe, si será el que impulsó el cambio de régimen en Cuba. Pero en esa tarea ya no es suficiente la ayuda divina, es una labor reservada exclusivamente al pueblo cubano.