Accidentes tan espectaculares como el ocurrido ayer en Lille, en el que se vieron implicados más de cincuenta jóvenes procedentes de Euskadi, también han tenido lugar en las carreteras vascas. El más reciente, en 2014, en Algorta cuando un camión quedó atrapado en el túnel de Bolue. Pero no fue ésta la única vez que en este punto se registraba un suceso de estas características. De hecho, en años previos -2012 y 2011, al menos- hay constancia de siniestros parecidos, al quedar atrapados vehículos de carga bajo este paso subterráneo que discurre por debajo de la estación de metro de Algorta.

En la mayoría de las ocasiones, como en la de 2011, la causa del aparatoso siniestro fue una imprudencia del conductor que no respetó las señales de advertencia situadas antes de acceder que prohiben el paso a vehículos que sobrepasen los 2,5 metros de altura que bajan desde la calle Euskalerria y, según comentan vecinos del lugar “no conocen la zona, la cuesta y la curva que hay al final”. En 2012 un camión quedó literalmente empotrado y fue necesaria la presencia de una dotación de bomberos para poder retirar el vehículo.

Otras veces ha bastado con la ayuda de una grúa para proceder a despejar los carriles afectados. En algunos de los siniestros referidos en este paso subterráneo ha sido necesario evacuar al conductor o a algún ocupante del vehículo afectado a un centro hospitalario para ser atendido de las heridas producidas.

Con señales Con anterioridad, a finales de la década de los años noventa, la red viaria guipuzcoana también registró episodios similares. Destacan los ocurridos en Ordizia en 1997 y 1998, cuando dos autobuses se empotraron bajo la vía férrea que conecta esta localidad con la N-I en el barrio de San Juan. Tras aquellos dos accidentes, en los que afortunadamente no hubo que registrar heridos, ese paso está señalizado con un arco metálico -como el que debería haber habido en Lille- que, situado varios metros antes, alerta a los conductores de vehículos altos si superan la altura del túnel.

De este modo, si un autocar o camión que no entra por el paso bajo toma ese desvío impacta primero contra una chapa metálica colgada con cadenas de un arco. Se trata de un mecanismo sencillo pero efectivo, ya que al impactar con él produce mucho ruido y alerta al conductor y los pasajeros, pero sin provocar daños severos al vehículo. Este método se complementa con más señales luminosas que refuerzan las advertencias en este punto a fin de garantizar la seguridad vial y evitar nuevos accidentes.

En cualquier caso, y pese a la aparatosidad de los sucesos, especialmente en el caso del 18 de abril de 1997 en Ordizia -cuando un autocar de la compañía Alsa que cubría un viaje de largo recorrido con pasajeros se empotró en el paso bajo con una altura de 2,80 metros- todos los siniestros se han saldado con heridas leves, la mayoría por el impacto de cristales y las habituales contusiones producidas tras un topetazo de estas características.

Tras el episodio de 1998, la Diputación guipuzcoana aumentó la señalización no solo con dispositivos luminosos y alertas, sino con el mencionado arco localizado unos 150 metros antes que delimita la altura exacta del túnel a los vehículos, especialmente autobuses, camiones y furgonetas.