visito St. Mary Redcliffe, en Bristol. Algunas iglesias, a determinadas horas, son excepcionales lugares de paz en un mundo de caos. En su entrada, fotografías y nombres de los sacerdotes, del staff de gestión y de los voluntarios. Sacerdotes y laicos a la misma altura; unos a la izquierda y otros a la derecha. Luego, los servicios que prestan, las revistas que publican, y los teléfonos y los correos de contacto. Una invitación. He propuesto esta idea a muchos párrocos, pero nunca he tenido el menor éxito.
Salgo mejor de lo que he entrado. Doy las gracias.
Para Bergoglio, la verdadera reforma debe enraizarse en la gente creyente ordinaria, que es para él un miembro activo, no alguien que debe ser concienciado. No pretender ser la voz del pueblo. La pregunta es siempre la misma: ¿qué es lo que esta gente quiere de mí?... Recuerda al perfil ignaciano: “Es capaz de captar lo que todavía no le habías dicho? y ayudarte en lo que tú no habías ni empezado a pensar”. No es de los que predican a los pobres pero evitan su contacto. Cuando un sacerdote no puede ser reemplazado, Bergoglio siempre está dispuesto. Nunca coge vacaciones. Es muy popular entre los humildes y enfermos. Sabe cocinar.
La derecha peronista dispara en el mismo aeropuerto de Ezeiza a la llegada de su líder: mueren 16 montoneros y se producen 433 heridos. Es el nacimiento de la Triple A. La espiral ya no tendrá fin.
Trata de despolitizar, pero se granjea enemigos de ambas partes. Denuncia el escepticismo, el individualismo, el racionalismo y el amor por la novedad. Insiste en la necesidad de ser independiente, de no convertirse en un político ni en un mero trabajador social. Opción por los pobres reales, que no pasa por el marxismo. Acusa a los conservadores de no tener compromiso social y a la izquierda de plegarse al marxismo.
Perón muere e Isabelita toma el poder. En los primeros siete meses de 1975, matan a 450 personas y se producen dos mil desapariciones, que no hacen sino legitimar a la guerrilla. El gobierno saca adelante un decreto que permite “acabar con la subversión como sea”. Todo ello es aprobado por un gobierno elegido democráticamente, con el apoyo de la mayoría de los partidos y de la sociedad. Del 76 al 78, las guerrillas matan a 748 personas y efectúan más de dos mil operaciones. Llega el golpe. A partir de ahí, todo es hoy ya conocido: 8.368 muertos y desaparecidos entre 1969 y 1983. En 1977, la Iglesia comienza a denunciar lo que está sucediendo, pero las guerrillas matan a un almirante y es acusada de dar cobertura y justificar el terrorismo. ¿Qué hacer?... La propia Iglesia va a sufrir 20 muertos, 84 desaparecidos y 67 exiliados.
Bergoglio decide proteger a los jesuitas y asistir a las víctimas de la represión. Mantiene contactos con todos: “Fui donde las personas que podían hacer algo, fueran partidarios de los derechos humanos o no, tuvieran relación con la policía y las fuerzas armadas o no”. Ayuda a escapar.
Dentro de la Compañía ya no tiene futuro. De espiritualidad ignaciana, en la práctica deja de ser un jesuita. En veinte años siguientes nunca paró en una residencia de jesuitas. Sus relaciones solo se renovarán tras ser nombrado Papa.
Es la Iglesia quien le recoge. Se convierte en el político argentino más astuto desde Perón. Critica a los piqueteros. Kirchner y su mujer, muy cercanos a los montoneros en su juventud, lo odian. Su entendimiento con Kirchner es nulo y con Cristina es aún peor. Pero él mantiene sus ideas muy claras, de la misma manera que, siendo Papa, y a pesar de que los conservadores le digan que Jesús sólo lo hiciera con sus apóstoles, limpia los pies a una mujer serbia y musulmana. Y es que si algo tiene Irma la Dulce es criterio propio, pies en el suelo y capacidad de aguante. Ahora termina en la Roma que representa lo que más detesta: lujo, ostentación, burocracia e hipocresía. Queda el capítulo final.
Termino el libro y me digo: eso es vida.
Leo la biografía de la primera mujer de Hawking, Jane. Intensa. No hay casi rencor, ha sido capaz de entenderlo todo y las piezas, finalmente, encajan. Una amiga me dice que la película le ha revuelto viejos complejos de culpabilidad hacia un amor enfermo y abandonado. Le contesto que Jane pensaba que su compromiso con Hawking sólo iba a durar hasta que muriera, es decir, dos años. Fue Stephen quien, finalmente, le dejó. El mundo es un lugar sorprendente, sí, que puede llegar, incluso, a ser maravilloso.