soto del barco - La madre de las dos niñas que murieron presuntamente a manos de su padre el pasado jueves en la localidad asturiana de San Juan de la Arena mostró ayer su desolación por lo ocurrido. “La muerte de un hijo es muy duro, pero más aún si te las asesinan y el asesino es su propio padre”. Barbara García lo dijo a través de su perfil en Facebook en el que agradeció además a todos los que, de una forma u otra, le están dando su apoyo “en un momento tan difícil y que por mucho tiempo seguirá siendo difícil”.

La madre de Amets y Sara, de 9 y 7 años, se expresó así horas después de que centenares de personas se concentraran en la plaza del Ayuntamiento de Soto del Barco, donde residía junto a las niñas, para mostrar su apoyo a la familia y su repulsa por el crimen. Bajo una fina lluvia, unas 300 personas se reunieron para mostrar su rechazo por este violento crimen. Entre ellas se encontraban profesores y compañeros del colegio. Amigas de la madre y de la familia, vecinos de la comarca y representantes institucionales se unieron a ellos para mostrar su repulsa a este suceso que ha conmocionado a este pequeño municipio de poco más de 4.000 habitantes.

Varios minutos de silencio, con el adagio para cuerda de Samuel Barber de fondo, han finalizado con una fuerte ovación en memoria de las niñas asesinadas, en cuyo recuerdo se ha organizado también un funeral privado en la iglesia parroquial, situada en la misma plaza.

Los consejeros de Presidencia y Bienestar Social del Principado, Guillermo Martínez y Graciela Blanco, respectivamente; el presidente del Parlamento asturiano, Pedro Sanjurjo, y varios disputados regionales han participado en la concentración convocada por la muerte de las dos niñas, el primer caso de violencia de género con menores que se da en Asturias este año, y el segundo de España.

Las dos niñas presuntamente murieron por los golpes que les propinó su padre, Jose Ignacio Bilbao, de 55 años, con una barra de hierro que la Guardia Civil encontró ensangrentada y envuelta en papel de regalo en el piso de San Juan de la Arena en el que vivía de alquiler desde que se había separado de su pareja, de 40 años.

La madre vivía a menos de dos kilómetros, en Soto del Barco, con sus dos hijas, a las que su padre podía ver entre las seis y las ocho de la tarde todos los martes y jueves tras la separación. La mujer le había denunciado en 2013 por vejaciones y, posteriormente, por no pagar la pensión que debía pasar a sus hijas pero, según declaró entonces, nunca pegó a ninguna de ellas. Además, había pedido una orden de alejamiento que el Juzgado de Pravia no le concedió porque la mujer reconoció que no había sido violenta con ella ni con sus hijas, y que quería que siguiesen teniendo contacto con su progenitor.

El pasado jueves las alarmas saltaron cuando la Guardia Civil informó a la mujer que su exmarido se había tirado por un puente después de que éste hubiese recogido a las niñas en el colegio. En el domicilio paterno, los agentes se encontraron con sangre en el felpudo y a las dos niñas muertas en su interior. Sus cadáveres fueron incinerados el viernes en el tanatorio de Pravia tras serles realizada la autopsia y sacado muestras para su análisis con el fin de conocer si antes de su muerte se les suministró algún tipo de estupefaciente. Los vecinos mantienen que no oyeron nada y que el presunto parricida, que se encontraba en paro, era un hombre más bien solitario y triste, que se relacionaba con poca gente y al que solían ver tomar café en un bar cercano a su domicilio. - Efe