ROMA - Ayer comenzó en Roma la primera sesión de trabajo de la Segunda Conferencia Internacional sobre Nutrición. Y los datos hablan por sí solos. Uno de cada nueve habitantes del planeta no tiene alimentos para comer. Así se desprende del último Índice Global del Hambre 2014 que cifra, grosso modo, en 805 millones las personas -repartidas de forma mayoritaria entre Asia y África- que no tienen qué llevarse a la boca y en nada menos que en otras dos mil millones -distribuidas por cualquier punto del planeta, incluido el desarrollado- aquellas que sufren de malnutrición, también llamada hambre oculta, porque los nutrientes que ingieren a diario no son los adecuados para poder crecer, madurar y llevar una vida digna, y debilitan el sistema inmunológico. La principal causa de esa malnutrición, muy preocupante cuando se trata de niños, es sobre todo la pobreza. De ahí que, con la globalizada crisis económica a pleno rendimiento, ese mal endémico se haya extendido a los países hasta hace unos años considerados como avanzados en cuestiones de salud pública, que no se salvan ya de la insaciable y destructora plaga que es el hambre; aunque sea a una escala menor. De hecho, tal y como se insiste en el documento el hambre oculta puede aparecer también en dietas con excesos de grasas e hidratos de carbono.

Esto provoca que sean posibles casos de sobrepeso con carencias esenciales en la alimentación y, por tanto, problemas de crecimiento y de salud. “Una dieta pobre, la enfermedad, una absorción deteriorada durante ciertas etapas de la vida, como el embarazo, la lactancia y la infancia, están entre las causas del hambre oculta, que invisiblemente puede afectar a la salud y al desarrollo social y económico” no solo de la persona en cuestión, sino de toda una región, se explica en el informe. De hecho, la comunidad sanitaria ya ha puesto el foco de atención sobre este asunto en varias ocasiones. Con todo, Asia y el África subsahariana siguen encabezando ese índice anual de poblaciones hambrientas. “Conflictos como los de Siria, Irak o Sudán del Sur ponen en peligro la situación alimentaria en estos países. Los refugiados se ven expuestos a una mayor amenaza de inseguridad alimentaria, malnutrición y enfermedades”, indicaba Bärbel Dieckmann, presidente de la ONG Ayuda Mundial contra el Hambre, una de las promotoras de este documento junto a otros organismos de Naciones Unidas.

Irak, donde el porcentaje de personal con malnutrición es más del doble que en 1990, ocupa el penúltimo lugar entre todos los países en el índice de este año. La violencia constante, el gran número de desplazados en el país y la afluencia de refugiados procedentes de Siria, así como la calidad de las necesidades básicas, que empeora año tras año, agudizan esta situación, indica el informe.

La difícil situación en Suazilandia, otro de los países situados a la cola, encuentra su explicación en la propagación del virus del VIH, que afecta al 26,5% de la población adulta, señalan los expertos. Según Dieckmann, a todo ello “se suma la epidemia de ébola en África occidental, que influirá de forma considerable en los próximos meses en la situación alimentaria de los países afectados”.