Sestao - Hace justo hoy un mes, Osazee Enokaro, de 38 años, fue el segundo caso sospechoso de ébola en Euskadi y permaneció aislado en el Hospital de Basurto. Los análisis descartaron el virus y confirmaron que padecía malaria tras una visita a su país, Nigeria, en agosto. El test se pronunció en pocas horas pero, en su opinión, el daño estaba ya hecho. “Ahora, como la gente va diciendo por ahí que tengo ébola ya no viene a cortarse el pelo”, expresa quejumbroso desde la peluquería que regenta en Sestao. A su mujer, Caroline Osazee, le duele que algunas amiguitas del barrio de su hija Kasely, de 14 meses, ya no quieran jugar con ella.
Cuando él y su familia se marcharon en julio a Nigeria de vacaciones para ver a la familia nada hacía presagiar una vuelta tan tumultuosa. El joven regresó a su trabajo el 1 de septiembre y comenzó a sentirse mal. “Empezó a tomar paracetamol pero unos días después, el jefe ya me comentó que tenía fiebre, que temblaba y que había vomitado. Y eso que mi chico es fuerte, que en siete años ha ido una sola vez al médico”, cuenta Caroline Osazee, de 37 años.
“El 9 de septiembre vino a casa muy mal, tenía la temperatura muy alta y llamamos a la ambulancia”, continúa el relato Caroline. “Cuando llegó, nos preguntaron si había viajado recientemente a África y cuando dijimos que a Nigeria, nos contestaron; eso lo estropea todo. No vamos a poder trasladarle, tenemos que llamar a un transporte especial. Y llegaron con todo el equipo, ese que asusta tanto”.
Pero el joven Osazee se rebela. “Me pedían tranquilidad pero yo estaba muy enfadado, no necesitaba todo eso, y les decía que no era ébola, que era malaria, porque la provincia donde estuvimos hay mosquitos que transmiten esa enfermedad, pero nadie me hacía caso”.
“No he cogido ni una baja en la empresa. Solo por ébola”, se atreve a bromear Osazee. “Es muy buen trabajador, su jefe está muy contento. Todos los días preguntaba qué tal se encontraba hasta que ya el 29 de septiembre volvió a la fábrica”, dice Caroline aclarando que su marido trabaja todas las mañanas en una empresa de Durango. Las jornadas de Osazee empiezan a las cinco para coger el primer tren de Sestao a Bilbao, y luego desplazarse en autobús hasta Durango. “Salgo a las 05.40 de la mañana y no vuelvo hasta las cuatro. Y luego, por la tarde, me quedo en la peluquería hasta las nueve o las diez”, relata.
Para esta pareja, no se están haciendo las cosas bien cuando existe alguna sospecha de infección. “A mí, algunos vecinos de esta plaza me llegaron a sacar fotos con el móvil cuando me trasladaban desde mi portal en la camilla protegida y luego las subieron a internet. Eso no se hace”, critica.
“No se anuncia primero que tienes ébola y luego se dice que no porque la gente solo se queda con lo malo”, dice Caroline con resquemor desde la peluquería afro que tienen en la localidad fabril desde hace poco más de cuatro años.
“La malaria no es una enfermedad peligrosa. Osazee simplemente ha tenido que tomar un tratamiento durante una semana. Ahora volverá el día 23 al hospital para hacerse unos análisis de sangre y comprobar que está completamente curado pero nada más”, aclara Caroline.