GASTEIZ/DONOSTIA - Mikel Rivas y Eugenia Olloquiegui son los protagonistas de dos historias distintas que giran en torno a un mismo detonante: la leucemia. Al eibartarra afincado en Gasteiz esta enfermedad le dio la oportunidad de salvar la vida de una persona mediante la donación de médula. Para la joven donostiarra de 21 años, superar la leucemia de la que enfermó con tan solo dos años le ha llevado a convertirse en una verdadera activista en la lucha contra las patologías de la sangre y el cáncer. Ambos extraen una lectura muy satisfactoria de sus experiencias, que relatan en estas líneas para animar a otras personas a plantearse que, con un pequeño esfuerzo, pueden reescribir en positivo la historia de todos aquellos que sufren este tipo de enfermedad.
Cuando Rivas se inscribió en el Registro de Donantes de Médula Ósea (REDMO) en 2008, con 28 años, la posibilidad de que le llamaran parecía remota. De hecho, según explica Lucia Elosegui, coordinadora de Trasplantes del Hospital Universitario Donostia, “el año pasado donaron uno de cada 1.300” vascos de los que están inscritos en esta base de datos mundial. “Hay 22 millones de personas incluidas en el REDMO. Tú te apuntas y puede que nunca te llamemos”, añade Elosegui. Sin embargo, en otras ocasiones, el coktail genético encaja y el teléfono suena, como le ocurrió a Rivas en noviembre del año pasado. “Vi un número de estos largos y, cuando me dijeron que me llamaban de Coordinación de Trasplantes, me dio un vuelco el corazón”.
Habían pasado casi cinco años desde que se apuntara, motivado por una campaña que se había puesto en marcha en Vitoria para ayudar a un niño enfermo. “Me puse nervioso”, confiesa, pero cuando le dijeron que cabía la posibilidad de que hubiera una persona enferma que fuera compatible con él, no tuvo dudas de lo que tenía que hacer.
Acudió de nuevo a que le sacaran sangre a la sede alavesa de Coordinación de Trasplantes, como había hecho al registrarse en el REDMO. “Tenían que sacarme más tubos para enviarlos al hospital donde estaba el paciente y ver si, realmente era compatible”, recuerda.
Justo esta llamada coincidió con la noticia de que una amiga de Mikel estaba siendo tratada con quimioterapia porque sufría un cáncer, lo que hizo que la motivación de este eibartarra, que ahora tiene 34 años, fuera mayor. “Pensaba que podía ser el que ayudara a una persona que lo necesitaba y estaba desando que fuera compatible”. Le habían advertido que si para enero de este año no le volvían a llamar, se olvidara del asunto.
Pero llegó febrero. Justo al día siguiente de que recordara esta cuestión, recibió una llamada: era compatible. “Para mí fue una alegría, Porque quería donar, así que cuando me lo dijeron, yo respondí: Vamos”.
EXTRACCIÓN, Dos opciones: Aféresis o punzamiento
Para realizar las siguientes pruebas, Rivas tuvo que desplazarse al Hospital Universitario Donostia, que es el centro de referencia en estos casos para la CAV. Primero, el 17 de febrero pasó un reconocimiento médico, cuyos resultados mostraban que era apto para la donación. “Entonces me preguntaron qué método prefería: si por sangre periférica o punzamiento... Yo les dije que el primero porque no necesita ingreso”, recuerda.
No todos los donantes pueden elegir. La coordinadora de trasplantes de Gipuzkoa, Lucía Elosegui, aclara que es “una decisión clínica”. “Depende de la patología o de la situación clínica del receptor”. Es decir, es el hematólogo que trata al paciente el que, según la dolencia, especifica el método.
La de Mikel fue la donación de progenitores hematopoyéticos (células madre) de sangre periférica, para la que tuvo que administrarse una medicación inyectable durante cinco días antes de ir al hospital. Una vez en el centro, se sometió durante cinco horas a un proceso de extracción de sangre mediante aféresis -solo se extrae el componente necesario, en este caso células madre, y el resto de la sangre se devuelve al donante-. Tuvo que repetirlo un segundo día porque el paciente pesaba más de 90 kilos y necesitaba más células. Recuerda las fechas: 12 y 13 de marzo. “El viernes me notaba un poco cansado, sobre todo porque estás tanto tiempo ahí tumbado sin poder mover los brazos..., pero ya el sábado y el domingo estaba bien, y el lunes ya fui a trabajar”, relata este investigador del Departamento de Energía de Neiker.
La otra opción es la extracción de una cantidad de médula ósea mediante punciones espirativas realizadas en la cresta ilíaca, en las caderas. Este proceso, que generalmente se realiza mediante anestesia general, requiere un ingreso de 24 horas.
Tanto en uno como en otro caso supone “un poco de sacrificio” que, en palabras de Rivas, “merece la pena”. “Yo no sé a quien he ayudado, pero es alguien que estaba esperando, que no tenía solución y, por lo menos, ahora tiene una posibilidad”, reflexiona y añade: “Yo animaría a toda la gente a que se informe, porque es una causa importante”.
Él, de hecho, estaría dispuesto a volver a donar médula, aunque como detalla Elosegui desde Coordinación de Trasplantes, no es lo más habitual que ocurra. “Tras la donación, te retiran durante seis meses del registro y, después, te vuelven a reincorporar. En caso de necesidad, si hubiera más de un donante compatible, se intentaría que donase quien no lo ha hecho todavía”, explica. Eso sí, si la persona a la que ha ayudado requiriera una nueva donación, sí que se busca al mismo donante para evitar que haya una mezcolanza de células madre.
A fecha de abril, había 7.164 vascos inscritos en el Registro de Donantes de Médula Ósea. Solo en el primer semestre de este año se han apuntado 1.008 nuevos donantes.
Como confiesa Elosegui, son muchos los que solicitan información -20.298 desde el inicio del programa hasta abril-, pero menos de la mitad los que finalmente dan el paso de acudir a la entrevista -8.062- en la que se resuelven dudas y se extrae la sangre -si finalmente da su consentimiento-, previo paso para quedar inscrito.
LEUCEMIA CON DOS AÑOS, Voluntaria con niños: “Esta es mi historia”
La de Eugenia es una historia bien distinta. Una voz rasgada y una cicatriz en el pecho -donde le pusieron el reservorio subcutáneo para suministrarle la quimioterapia- son dos de los signos visibles de una enfermedad que le llegó con dos años de edad. “El 29 de febrero de 1996 me diagnosticaron leucemia. Fue un palo para mi familia. Enseguida me ingresaron. Estuve unos meses y luego me iba a casa una semana sí y otra no”, detalla esta donostiarra que ahora tiene 21 años.
Apenas recuerda nada de aquella época, salvo “olores y algunas caras”. Eso sí, perdió la voz por completo y durante ocho meses no pudo caminar. La voz la recuperó, aunque ahora suene de una manera “especial”. Y aunque apunto estuvieron de hacerle un trasplante, al final no hizo falta. No fue hasta los trece años cuando le dieron definitivamente de alta.
“Esa es mi historia”, recuerda ahora. Un relato que en junio quiso extender entre los ciudadanos de Donostia. Coincidiendo con la semana europea contra la leucemia, celebrada del 21 al 28 de junio, Olloquiegui participó en una campaña de la Fundación Josep Carreras -creadora del registro REDMO- en la que trataban de recaudar dinero para invertir en una máquina que permita mejorar el tratamiento que hoy día reciben los enfermos de leucemia. Fue la única persona que en Gipuzkoa se animó, y para ello repartió flyers como el que aparece en este reportaje. Era la primera vez que contaba públicamente su historia, y al principio sintió cierto vértigo, “porque en casa siempre había sido un tema tabú”. Demasiado sufrimiento para recordar. Sin embargo, la experiencia ha sido muy buena. “La gente lo leía y quedaba impresionada... Mis amigos se emocionaron mucho también”, afirma esta estudiante de Fisioterapia.
Con 18 años, al llegar a Barcelona, quiso saber algo más sobre esta enfermedad de la que en casa apenas hablaban. Primero, se unió a la Asociación contra el Cáncer y se ofreció voluntaria para visitar a niños con cáncer en el Hospital Taulí de Barcelona. “Al principio me costó, ves a los niños tan pequeños e indefensos... Pero a mí me tocaba la parte buena, les entretenía, les leía cuentos y ellos estaban súper agradecidos”. Posteriormente, vio un vídeo de la Fundación Josep Carreras, y pensó que también podía participar contribuyendo a la recaudación de fondos para la investigación contra la leucemia y otras enfermedades de la sangre. Así salió lo de la campaña.
Según confiesa, todo esto le ha hecho sentirse “realizada” y, por eso, no duda en animar a la gente a contribuir a esta causa. “Todos podemos sacar un poquito de tiempo para ayudar a la gente que está enferma, especialmente a los niños”, sentencia.