pamplona - Había abandonado los corrales de Santo Domingo avisando. Amenazante, había mirado a un lado y al otro, buscando carnaza sin hallarla. En medio de la calle Estafeta siguió haciendo lo propio, peinando a una joven y tumbando a un mozo bastante despistado. Y al quedarse en la cola del encierro, la lió parda. Brevito, una mole de 600 kilos de la ganadería de Victoriano del Río, corneó a dos corredores en la parte final de un tercer encierro de fiestas espectacular y envenenado, que pudo rozar la tragedia si el pinchaglobos de Guadalix de la Sierra hubiera acertado milímetros más acá o más acullá a varias víctimas potenciales que se libraron de sus astas de milagro. Porque el bicho era un mal bicho, con más picante en medio pitón que los seis de Dolores Aguirre que le antecedieron en la carrera matinal del martes, muy noble toda ella, pero bastante más anodina que la de ayer.

En medio del desconcierto, quien más sufrió a Brevito fue el valenciano José Ruiz Pons, de 35 años, que recibió una soberana paliza del morlaco madrileño en el tramo vallado de Telefónica, incluidas tres heridas por asta en la mitad superior del cuerpo. Aunque el astado, como ya ha sido reseñado, había apuntado maneras de bravura y canallesca en los 750 metros precedentes, cuando llegó a las tablas de la parte final de la carrera se tiró en picado contra el susodicho, al que zarandeó durante varios segundos como un muñeco, cosiéndole a cornadas y ensañándose en exceso. Aunque el mozo intentó buscar refugio en las tablas, le costó quedar a salvo fuera del alcance del burel en medio del vendaval de golpes y pinchazos que el citado le propinaba. Dramático y angustioso lance.

El toro de Victoriano del Río, ya descolgado del resto de sus hermanos de camada y totalmente encabritado, se lanzaba segundos después contra la pierna de un corredor estadounidense, Bill Hillman, de 32 años, en la bajada al callejón. El morlaco arrancaba explosivamente y pillaba en renuncio al joven de Chicago, incapaz de mantener la suficiente distancia de seguridad. Lo revolcaba contra el suelo y le clavaba el pitón en el muslo derecho, para rematar su agresiva carrera, que dilataba el cronómetro final de todo el lote, ya más que enchiquerado.

Pero Brevito no solo corneó a los dos corredores mencionados en el tramo postrero del encierro, sino que disparó a todo lo que se movía en un radio de menos de dos metros. Entre herido por asta y herido por asta, el bicharraco lo intentó con otro corredor que le superó por su lado derecho. Girando como una peonza, pendiente de cualquier estímulo a su alcance, el morlaco embistió contra él, pasándole el cuerno derecho muy cerca del cuello, sin llegar a cornearle.

Parecida fue la situación a la que había protagonizado momentos antes en la calle Estafeta, donde cuando aún corría abriendo el encierro, despeinó a una corredora que no sufrió herida al ser superada en velocidad por el brioso astado. El que no pudo escapar de Brevito fue un corredor que ataviado cual cuatrero, a la par que bastante empanado, fue arrollado segundos después, también en el mismo tramo. El mozo, aunque intentó zafarse del paso del resto de los toros de Victoriano del Río manteniéndose tumbado, acabó siendo pisoteado y aplastado por uno de los mansos que no pudo esquivarlo.

A esas alturas del recorrido, la manada ya avanzaba fragmentada, partida en tres grupos que lideraba Impuesto junto a Brevito, seguidos por el colorado Frenoso y, por detrás, Eliotropo, Español y Endiosado igualmente espaciados, con muchos huecos para favorecer el disfrute de los corredores, que pudieron gozar en todos los tramos. El suelo mojado por la lluvia mañanera rompió las hostilidades y abrió una carrera peligrosa y emocionante, la quinta de Victoriano del Río en Pamplona, que a diferencia de las cuatro anteriores, sí será recordada con congoja. Igual que Brevito, que ya ha entrado por derecho propio en la colección de toros con peor baba de los Sanfermines.

Auxilio poco apresurado. La paliza que Brevito le dio al joven de Valencia en Telefónica fue rotunda e innegable. Y aunque algún mozo sí lo intentó auxiliar tirando del rabo del animal, extraña un poco que estando tan cerca de las tablas costase tanto sacar al corredor del recorrido y ponerlo a salvo.

Más respeto entre corredores. Lo favorece la menor afluencia de los encierros que se corren entre semana y el mayor espacio que dejaron ayer los astados, pero se ven menos codazos y empujones que en años precedentes para coger toro.