Quién no ha comprado alguna vez un yogur con fibra para mejorar su tránsito intestinal, quién no ha consumido productos enriquecidos con aceite Omega-3 o confiado en productos lácteos que previenen las infecciones? Los alimentos llamados funcionales copan, cada vez más, el mercado. Pero ¿son realmente ciertas sus propiedades?

Según la doctora Begoña Olmedilla, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), "en la mayoría de los casos todavía no hay estudios suficientes y consistentes que permitan realizar una declaración de propiedad saludable en relación con este tipo de alimentos". Se refiere a aquellos productos a cuyo potencial nutritivo y/o terapéutico se le añaden otros ingredientes beneficiosos como fibra, vitaminas, minerales, o por el contrario se les eliminan los menos deseables como grasas saturadas o azúcares. Al margen de isoflavonas o lecitinas, el profesor y experto en bioquímica de la Universidad de Murcia, José Manuel López Nicolás, pone un ejemplo que despierta conciencias, además de muchos otros nutrientes, un plátano aporta el triple de vitamina B6 que cualquier preparado lácteo y cuesta tres veces menos.

Superventas del súper -con cifras de facturación de 2.900 millones de euros al año-, el Ayuda a tus defensas, Reduce el colesterol o Mejora el tránsito instestinal parecen reclamos inapelables. Sin embargo, a juicio del doctor Jordi Clapés, especialista en Endocrinología y Nutrición, "la acción preventiva o beneficiosa de los alimentos funcionales es modesta; no sustituyen a los medicamentos, ni a una alimentación equilibrada. Mejorar el estado inmunológico no excluye, ni mucho menos, las vacunaciones que pueden estar indicadas para evitar la gripe, por ejemplo. Autoridades científicas y sanitarias insisten en que no deben exagerarse sus propiedades porque son necesarias más investigaciones antes de lanzar las campanas al vuelo".

Junto con la cultura de los alimentos sin (sin grasas, sin conservantes, sin alcohol, sin colesterol, etc.) conviven hoy estos alimentos con (con bífidus, enriquecidos con vitaminas o con fibras), es decir, los alimentos funcionales, cuyo consumo se ha disparado en la última década.

No obstante, demasiados expertos sostienen que al estar sin confirmar sus efectos reales se estaría pagando de más y obteniendo el mismo beneficio que con un alimento normal. Y recuerdan que ningún producto, por maravilloso que parezca, va a sustituir los beneficios de una dieta sana, variada y equilibrada.