pin, pan, sua... amamaren pikua! Cuatro niños pequeños entonan esta canción infantil mientras juegan a la goma bajo la sombra de un magnolio reverdecido por la entrada de la primavera. El sol empieza a declinar en la Sierra Sálvada (Gorobel mendillerroa) y la sombra se abre paso entre los baserris diseminados a los pies de este imponente muro natural que separa Burgos, el Valle de Ayala y Bizkaia. Son las siete pasadas de la tarde. Y dos amatxus conversan y observan cómo sus hijos intentan no tocar con el cuerpo el borde de la goma. Hay que decir que sin mucho éxito debido a la corta edad de los chavales. El mayor tiene sólo cinco años. Pin, pan, sua... amamaren pikua!

Así es una tarde normal en el Gurasolagun de Orduña, un grupo organizado por AEK para que las familias compartan con sus hijos e hijas espacios de ocio en euskera. Cada semana aitas y amas se reúnen con sus respectivos hijos para realizar actividades en euskera. En esta ciudad, como en otras muchas localidades de Euskal Herria, "el castellano lo invade casi todo y es muy fácil dejarse llevar pese a saber euskera", afirma Iratxe Moira, dinamizadora del grupo. Según explica, Gurasolagun da la oportunidad de extender la costumbre de hablar en euskera en la localidad -más allá de las paredes de la ikastola- creándose redes de familias (euskaldunes o no) que quieran comunicarse entre sí y con los más pequeños en euskera.

Conformar el Gurasolagun no ha sido sencillo. Iratxe ha tardado casi tres años en reunir a familias interesadas en mejorar su comunicación en euskera. Este es el primer año de la experiencia y, según Moira, "el boca a boca funciona genial, porque a mucha gente le ha gustado la dinámica y quiere apuntarse el curso que viene". Indica que "a través de actividades divertidas se refuerzan vínculos afectivos hacia el euskera". Igual que Iratxe, muchos expertos coinciden en que lo afectivo desempeña un papel determinante en la elección de la lengua en la que una persona se expresa, independientemente de si ésta es su lengua materna o no.

Esta semana el Gobierno vasco ha hecho público el V Mapa Sociolingüístico, un estudio cuantitativo sobre la evolución del euskera en la sociedad vasca desde 1981. Alguna de sus conclusiones ha cortado la respiración a más de uno. No en vano, a pesar de que se ha incrementado un 15% el número de euskaldunes, hoy en día se habla menos euskera en casa que hace 20 años.

En la actualidad, hay más bilingües de origen y euskaldun berris que usan siempre o casi siempre el euskera en el hogar, pero ha descendido cinco puntos el uso del euskera entre los euskaldun zaharras (del 71,3% al 66,7%). Estos datos han descolocado a responsables políticos y profesionales del mundo del euskera.

Interpelado sobre si hay riesgo de que el hogar pierda su condición de refugio tradicional del euskera, el viceconsejero de Política Lingüística respondía así: "No voy a decir que esté en peligro, pero no voy a decir que no esté en peligro". Patxi Baztarrika reconoció que el importante desarrollo que ha experimentado el uso del euskera en el ámbito formal (sistema educativo, administración, servicios públicos) no se ha trasladado al ámbito informal (a casa, a las relaciones de amistad y otras actividades cotidianas). Para Baztarrika esta realidad impone una relectura del conocido verso jalgi adi plazara (sal a la plaza) que hace cinco siglos escribió Bernat Etxepare en su Linguae vascorum primitiae para reivindicar que el euskera y la cultura vasca traspasasen las paredes del hogar (el país) para abrirse al mundo.

En este sentido, el titular de la cartera de Política Lingüística indicó que "si sólo llevamos el euskera a la plaza sin hablarlo con naturalidad en la sala de casa se volvería un idioma de segunda". Por este motivo, consideró que "el futuro del euskera se encuentra hoy más que nunca en nuestras manos. Son los ciudadanos vascos, en especial los vascohablantes, los que tienen la llave del futuro del euskera".

Miles de familias llevan en este empeño desde hace años. DNA ha charlado con varias de ellas. Euskaldun zaharras, bilingües originales, euskaldun berris e incluso con una amatxu de Corea del Sur que aprendió euskera y en cuya casa se escucha euskera, coreano y el idioma universal de los bebés. El perfil de las familias es diverso. Tanto, como sus vidas o los lugares en los que residen. Orduña, Barakaldo, Gernika... Sin embargo, todas ellas comparten una idea: "Queremos vivir en euskera con normalidad".

La ikastola no es ser euskaldun Idoia Fernández (Bilbao, 30 años) vive desde hace seis años en Orduña con su pareja. Ambos aprendieron euskera en la ikastola y tienen dos hijos: Ur-tzi (5 años) y Asier (2 años). Desde que comenzó el curso, Idoia se junta todas las semanas en el Gurasolagun. Esta es su experiencia y las razones que les llevaron a acudir con sus hijos al grupo de euskera en familia. "Nosotros con los críos en casa hablamos en euskera, pero realmente en Orduña no se vive demasiado en euskera. Muchas veces estás con otros padres y el ambiente es en castellano". Decidieron participar en Gurasolagun "para garantizar que mis hijos tuvieran, al menos un día a la semana, un ambiente euskaldun y entendieran que el euskera no solo es el idioma de la ikastola o de casa y para ver si así se empiezan a relacionar en euskera con los amiguitos en la calle".

Su paso por este grupo, en el que a veces se llegan a juntar hasta 16 niños, "es muy buena" tanto para los chavales como para sus progenitores. La verdad, apunta Fernández, "es que no sé si fue coincidencia o qué, pero al de poco de empezar en el grupo Urtzi comenzó a hablar mucho más en euskera". Según explica, su hijo solía hablar tanto en euskera como en castellano y que muchas veces "nosotros le hablábamos en euskera y él nos respondía en castellano". Para esta joven familia, hablar euskera en casa "es lo básico para normalizar su uso, porque yo he estudiado toda mi vida en la ikastola y estudiar en euskera no te garantiza ser euskaldun".

Idoia argumenta así su postura: "Si en estos momentos me reuniera con mis antiguos compañeros de ikastola estoy prácticamente segura de que no hablaría euskera casi nadie, a no ser que luego haya tenido un empeño personal por aprender más y por hablarlo". Idoia es de las que piensan que el sistema educativo "no te garantiza ser euskaldun, lo único que te lo puede garantizar es el entorno en el que vivas y tu voluntad por hablar en euskera. No sé, si vives en Lekeitio y tus padres no saben euskera seguro que al final acabas viviendo en euskera".

El director de Investigación Lingüística y Coordinación de Euskera del Gobierno Vasco, Jorge Giménez, atribuye el descenso del uso del euskera en el hogar a distintos factores, como al hecho de que los matrimonios sean cada vez más diversos. "Hace 30 años los euskaldunes se casaban entre sí, lo contrario era noticia. Y ahora es muy corriente ver a euskaldun zaharras con gente que no lo es", dice Giménez. En cierta manera, la comunidad euskaldun estaba más compactada. Además, asegura que el carácter de quienes saben euskera "es cada vez más urbano". La realidad es que la mitad de la población euskaldun berri de la CAV (49,3%) reside en los seis municipios más poblados (Bilbao, Gasteiz, Donostia, Getxo, Irun y Barakaldo), donde el porcentaje de euskaldunes no alcanza el 50%. Y en el caso de Barakaldo ni siquiera el 20%.

Proyecto vital y lingüistico Marko Txopitea (Lekeitio) y Sora Ryu (39 años, Corea del Sur) viven desde hace algunos años en la localidad fabril. Se conocieron en Bilbao hace algún tiempo como compañeros de piso. Sora dejó la localidad surcoreana de Incheon para aprender castellano. Cuando ya controlaba el idioma comenzó a estudiar euskera porque "Marko era euskaldun, todo su entorno también y necesitaba estudiar por lo menos 15 horas a la semana para poder renovar el visado de estudiante", afirma. "El euskera me picó la curiosidad y me lancé, hasta ahora".

Ese hasta ahora es un matrimonio y dos hijos: (Julen, 5 años) y Lea (1 año). Cuando nació Julen, afirma Marko, "nos planteamos seriamente en qué idioma íbamos a hablar con él, porque entre nosotros hablamos euskera". Explica que leyeron "un libro orientado a familias plurilingües, en el que proponían cuatro estrategias y nosotros optamos por la OPOL". OPOL es el acrónimo de one parent, one lenguaje (un padre, una lengua), un método creado por el lingüista francés Jules Ronjat que es el más usado para desarrollar las habilidades bilingües de los bebés. "Según este método, cada uno hablamos a nuestros hijos en un idioma, yo en euskera y Sora en coreano. No usamos el castellano porque al ser el idioma imperante en el entorno de Barakaldo los niños lo adquieren solo".

Y el método ha funcionado, Julen sabe los tres idiomas. "Nosotros intentamos mantener esta línea pero yo normalmente estoy rodeada en la calle, en el patio de la ikastola, en el parque, con otras personas que solo hablan en castellano por lo que se habla en castellano. Eso sí, procuro dirigirme a Julen en euskera igual que al resto de los niños con los que andamos ya que entienden perfectamente", comenta Sora. "Y cuando les hablas en euskera, te responden porque en realidad saben", añade Marko.

"Ejercer las posibilidades de uso" Aitor Amunategi, Silvia Magunagoikoetxea y sus hijas Nerea, Andere y Eider viven en Gernika. Aitor y Silvia explican que ellos han mamado el euskera en casa por parte de sus padres y "lo hemos transmitido porque lo consideramos algo natural". Evidentemente, consideran que "resulta todo mucho más fácil cuando se vive en un entorno euskaldun como Gernika que en otras zonas de Bizkaia, pero es que nuestras tres hijas han tenido contacto con el euskera de siempre". Tienen 7, 5 y casi 3 años la más pequeña. Y el euskera siempre ha estado presente en sus vidas, desde que nacieron.

Además de estar matriculadas en modelo D, afirma Aitor, "nosotros nos comunicamos en euskera en casa. Aunque sabemos que hay gente que aún siendo euskaldun de toda la vida se pasa al castellano en casa, tanto Silvia como yo lo hablamos fluidamente entre nosotros, por lo que las niñas, que nos tienen como referente, también lo hablan entre ellas". Se puede decir que viven en un ámbito vascohablante "casi por completo". No obstante, creen que con el paso de los años, el castellano se irá abriendo paso en la vida de sus hijas.

En este sentido indican que en pueblos euskaldunes como Gernika "la tendencia a hablar en castellano suele aparecer sobre los 12 ó 14 años, que es cuando los niños y niñas empiezan a dejar un poco de lado el euskera, sobre todo en la calle. Es el caso de nuestra generación, al menos".

Todas estas familias, en toda su diversidad, cumplen lo que para el director de Investigación Lingüística y Coordinación de Euskera del Gobierno vasco representa la clave para garantizar la transmisión del euskera en casa: "Que quienes saben euskera, que los euskaldunes ejerzan todas las opciones de uso del euskera que tienen".