Donostia - Tras dos semanas de inquietud y zozobra, el duelo ha comenzado para los familiares y amigos de Iñaki García. El cuerpo sin vida del joven donostiarra de 34 años fue localizado ayer a mediodía flotando en el río Urumea, muy cerca del lugar en el que se perdió su pista. El cuerpo se encontraba enganchado a unas ramas. La turbiedad del agua de días anteriores había desaparecido y el río bajaba cristalino, lo que favoreció lo que hasta ahora no había sido posible.

Un agente de la Ertzaintza fuera de servicio que practicaba piragüismo observó el cadáver flotando a la altura de la cárcel de Martutene en una zona batida en infinidad de ocasiones. "Ayer mismo estuvimos aquí", reconocía a este periódico uno de sus amigos. Su cuadrilla siguió de cerca el operativo. Desolados. La Policía sospecha que el joven cayó al agua de manera accidental, si bien la autopsia revelará hoy las causas de la muerte.

La falta de pistas estaba haciendo mella en el ánimo de su entorno más cercano. El teléfono volvió a sonar ayer, esta vez, con premonitoria insistencia. Un agente fuera de servicio que practicaba piragüismo había observado hacia las 12.30 horas un cadáver flotando. Los amigos se personaron en el lugar pocos minutos después. Se da la circunstancia de que alguno de ellos vive muy cerca de la zona.

Inicialmente se vivieron momentos de tensión y nerviosismo. Todo parecía indicar que el cuerpo correspondía al de Iñaki -había "un 90% de posibilidades", como dijo un agente- pero los integrantes de la Policía judicial no quisieron confirmar este extremo oficialmente hasta estar plenamente convencidos de ello.

Los amigos, entretanto, aguardaban en el camino de Cristobaldegi de Loiola, cuyo acceso estaba precintado a la altura del convento. Algunos sollozaban junto al río, persuadidos del irremediable desenlace. Los Agentes de la Policía Científica tomaban muestras para recabar toda la información posible. Una dotación de bomberos extrajo el cuerpo del agua sobre las 13.30 horas. Poco después llegaba la comitiva judicial.

No fue muy complicado confirmar su identidad. Poco después se supo que el cadáver llevaba parte de la documentación encima. Los agentes no tardaron en confirmar la coincidencia de la ropa con la misma que vestía Iñaki aquella fatídica madrugada. Iker, uno de los amigos del fallecido, indicaba a este periódico que a pesar del tiempo transcurrido albergaban todavía alguna esperanza. "Ha sido un mazazo", lamentaba.