Bilbao. Creado por el Gobierno Vasco, este galardón debe su nombre a René Cassin, nacido en Baiona en 1887, considerado el principal inspirador de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y merecedor del Premio Nobel de la Paz en 1968. Este año el galardón lo entregará el lehendakari, Iñigo Urkullu, a Cear Euskadi, organización presidida por el abogado Javier Galparsoro.
¿Esperaban recibir este premio?
Nos ha pillado un poco de sorpresa, pero la alegría ha sido enorme. Estamos contentos porque es un reconocimiento a nuestro trabajo, y esperamos que esto nos sirva para reforzarnos y para identificar nuestra labor y no bajar la guardia. Es una responsabilidad. Tenemos muchísima tarea por delante porque los tiempos que vivimos son muy difíciles.
¿En qué situación llegan los refugiados?
No somos conscientes de su situación. El día que uno se acerca a una de estas personas, le habla y le pregunta "¿por qué has venido?", ese día, se te mueven todos tus cimientos. Desconocemos el drama de los 43 millones de refugiados que hay en todo el mundo. De ese colectivo a penas llegan a nuestro país unos 2.600, y en nuestra comunidad autónoma ese número no alcanza el centenar. Con esas cifras tan bajas hablar de invasión es una falacia. Ellos se juegan la vida en ese muro infranqueable, como en esa concertina que corta y mata.
Precisamente ahora se ha generado gran polémica con las cuchillas instaladas en la verja de Melilla.
Por mucho que el Ministerio del Interior se empeñe en decir que las heridas son superficiales, esas cuchillas matan. Es algo escandaloso. Yo he estado en Melilla y vi cómo se elevaba la valla a casi seis metros de altura, cómo se empezaron a colocar esas cuchillas que luego tuvieron que retirar a instancias de la comunidad internacional y de la propia ciudadanía. A mí eso me produjo dolor. Cuando vi la valla y estuve hablando con hombres y mujeres que habían logrado saltarla, comprendí que para ellos significaba la libertad absoluta. Cuando nosotros nos quejamos no sabemos lo que estamos diciendo al lado de cualquiera de las situaciones de injusticia que afligen a millones de personas en el mundo.
¿Cuáles son las principales vulneraciones que se detectan al solicitar el derecho de asilo?
Lo fundamental es saber pedirlo. Normalmente la petición se hace en la frontera y tienen que acertar con las palabras para explicar que son refugiados y que quieren pedir asilo. Hay múltiples motivos: sexo, raza, religión, violencia de genero, orientación sexual... es decir, deben diferenciarse de los inmigrantes económicos. Esa es la primera dificultad. La siguiente es el gran número de documentos exigidos para demostrar que son refugiados y que a veces son difíciles de adquirir. Muchas veces el perseguidor es muy sibilino y no documenta a esas personas o no deja huella. Pero por encima de todo está la mezquindad y la falta de generosidad de los gobiernos mundiales, que se lamentan de los que han perdido la vida, pero que su respuesta es más vigilancia.
¿Ha aumentado el número de refugiados en Euskadi?
No, incluso ha disminuido. Seguimos manteniendo un nivel elevado de saharauis, un colectivo con el que en Euskadi estamos trabajando mucho y bien desde hace años, y con el que estamos consiguiendo buenos resultados. En general, el número de refugiados en nuestra tierra sigue siendo bajo, y eso se debe a las dificultades en la salida y a los impedimentos para demostrar las causas de persecución.
Este año se han centrado en una campaña para personas perseguidas en su país por motivos de género. ¿Cuál es su perfil?
El colectivo de personas perseguidas por motivo de género ha sido una de las grandes conquistas en Euskadi cuando se reformó la ley de asilo en el año 2009. Fue Euskadi la promotora para que se incluyera entre los motivos de persecución la violencia de género y la orientación sexual. Esto ha sido una conquista. Precisamente los días 12 y 13 de diciembre organizaremos un congreso de víctimas de trata y violencia de género. Esperamos una gran acogida porque muchas personas, sobre todo mujeres, son víctimas de estos problemas.
Con un panorama de recortes y sobresueldos, ¿qué futuro les espera a los refugiados en nuestro país?
Es complicado. El futuro es difícil en una situación como la que tenemos, ya que ellos son los primeros en padecerla, y nosotros con ellos también. Desde las ONGs estamos sufriendo con especial virulencia los recortes económicos. Esto nos limita a la hora de ejecutar muchos programas. Todo lo que podemos ofrecerles queda muy limitado. Son refugiados y no pueden volver a su país. Van a estar peor allí que aquí estando mal, pero hay que pensar que no hay mal que cien años dure y que no podemos estar así eternamente.