NO sé cómo decirlo de forma más diplomática: es basura". Podría ser el mensaje de una pancarta contra los recortes en Puerta del Sol. Se podría colar sin levantar sospechas entre las consignas que corean las mareas verdes en defensa de la escuela pública. Pero esta frase no es de un indignado del 15-M. Ni de uno de los miles de sustitutos que han perdido el empleo en España. Ni de un universitario cabreado por la subida de las tasas. No es la frase de una familia que se ha quedado sin ayuda para el comedor de su hijo. Ni la de un tertuliano progre con el antídoto a la crisis quemándole los labios. "No sé cómo decirlo de forma más diplomática: es basura" es el desmentido del portavoz de Educación de la Comisión Europea, Dennis Abbott, al Ministerio que dirige José Ignacio Wert, que el lunes aseguró que el cambio de criterio acordado en Bruselas para repartir los fondos del programa Erasmus reducirá "a la mitad" el número de becarios en 2014.
Al ministro, célebre por sus sentencias incendiarias, le ha salido un serio competidor en la capital de la Unión Europea. Y como el ministro, célebre por rectificar sus medidas más polémicas (como la orden para retirar los 100 euros de ayuda al 75% de los erasmus a mitad de curso), Abbott hizo lo propio vía Twitter con lo de "rubbish" (basura en inglés) rebajándo la crítica a "sinsentido". Problemas de traducción inglés-español. Contexto, ya se sabe. "Sinsentido" es infinitamente más polite que "basura". Pero este ejercicio de diplomacia twittera no modifica el fondo de la cuestión. La aportación de la UE a las becas Erasmus del Estado en 2014 no se reducirá, como aseguró a Wert a las Comunidades Autónomas. Muy al contrario, los fondos se incrementarán un 4% en 2014 y para 2020 la ayuda total acumulada por el Estado habrá aumentado un 60%.
Europa le saca los colores a España
Llegados al punto de que hasta la UE le enmienda la plana a Wert, jamás se habían escuchado en Bruselas palabras tan gruesas contra la política de ningún país miembro, se podía pensar que por la boca muere el pez. Y que el "es basura" del portavoz de la comisaria europea de Educación iba a darle la puntilla a quien dice de sí mismo que es "como un toro bravo, me crezco ante el castigo". No corrió la sangre. Y eso que desde hace semanas resuenan por los pasillos de Génova las peticiones de cese de este exalumno de matrícula, hoy ministro peor valorado, enfrentado a la comunidad educativa, los partidos, los rectores y algunas comunidades del PP. Wert y su estilo de hacer las cosas incomoda incluso a miembros del propio Gobierno. Y es sabido que la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría está harta de apagar los fuegos que Wert va encendiendo a su paso.
Pero Wert continúa estando bajo el ala de Mariano Rajoy. El martes le volvió a ofrecer en París su "pleno y total apoyo" tras la polémica con la Comisión Europea que el presidente atribuyó a "un malentendido". Unos días atrás Rajoy le lanzó en el Senado otro balón de oxígeno para escamotear la rectificación más sonada del ministro, cuando aún ardían las redes sociales por la indignación de los erasmus a los que la retirada de la ayuda ministerial les pillo en el extranjero. Aún no se ha roto la química. Rajoy eligió personalmente a Wert, uno de sus hombres de confianza en temas de estadísticas, para llevar adelante la gran reforma que el Gobierno de José María Aznar nunca llegó a implantar: la reforma educativa.
Rajoy-Wert, un tándem bien avenido
En julio el titular de Educación, ajeno al aparato del PP, no dudó en decir que abandonaría la política activa cuando la Lomce echara a rodar. Ciertas voces opinan que Rajoy usa a Wert como escudo frente a unas medidas impopulares que él mismo comparte y promovió al frente del Ministerio de Educación en el primer Gobierno de Aznar. Las mismas voces apuntan a que a Wert no le molesta ser la pantalla del presidente ya que no tiene especial interés en hacer carrera política porque cuando deje el sillón azul le espera el lugar que abandonó en el sector privado. En cierto modo, el propio ministro confirmó esta tesis cuando anunció que se iría tras cumplir el encargo de Rajoy. "Hace un año y medio -dijo en julio- yo acepté un ofrecimiento que no esperaba del presidente no para ser un ministro, sino para serlo de Educación, y si lo acepté era muy consciente". La cuestión es... ¿Hasta cuándo durará el matrimonio?
Hasta ahora se están cumpliendo los votos matrimoniales. Se han desplegado los recortes en la enseñanza: en 2012 se recortó un 21% el presupuesto (cerca de 3.000 millones de euros), aumentó en un 20% el número de estudiantes por clase, se ha reducido la cuantía de las becas al tiempo que se han impulsado ventajas fiscales para los centros privados, no hay sustituciones hasta los 15 días, miles de sustitutos experimentados están en el paro, se han congelado las ofertas de empleo público, se ha encarecido desmesuradamente las tasas universitarias... Y, aunque a trompicones, la Lomce está en capilla.
Otra cosa son las formas del ministro, incómodas en extremo para el PP, que se ha gastado un montón de dinero en una campaña para vender las bondades de la Lomce entre la comunidad educativa y vencer con ella su oposición.
Débil gestión, incapacidad de diálogo
Las salidas del ministro, su tendencia natural a la provocación no figuraban en la agenda de Rajoy cuando en su investiduda (diciembre de 2011), el presidente prometió buscar el "más amplio consenso" para abordar la reforma educativa del Estado, cuya tasa de fracaso escolar dobla la media de la Unión Europea.
Casi dos años después, las palabras de Rajoy se han cumplido. Hay consenso. Todos los sectores (familias, profesores, estudiantes, partidos, CCAA) rechazan la Lomce. Ello de debe, en parte, a la incapacidad manifestada por Wert y su equipo para abrir canales de interlocución con nadie, ni si quiera con los suyos. La rebelión interna se hizo pública ya el 29 de octubre de 2012, cuando las comunidades gobernadas por el PP mostraron su malestar con el borrador de la Lomce por no haber sido consultadas y porque no incluía algunas de las divisas del partido, como la libertad de enseñanza.
Unos días antes, el 18 de octubre de 2012, se produjo la primera huelga de estudiantes a la que se unieron los padres (algo inédito). A esta huelga le ha seguido otra este curso, así como innumerables paros y manifestaciones en defensa de la enseñanza pública por todos los rincones del Estado. Wert también tiene en su haber el primer plante de la historia de los rectores (CRUE) hacia un ministro de Educación. El 23 de mayo de 2012, los rectores dejaron solo al ministro en el Consejo de Universidades convocado por "negarse a debatir" las medidas de ajuste en el ámbito universitario.
Las 'wertadas' más sonadas
La débil gestión del ministro derivada de su falta de diálogo ha pasado a un segundo plano gracias a sus comentarios fogosos, que se han convertido en la mejor munición para sus rivales políticos. Abogado de formación, Wert es un experto en comunicación (ha trabajado y presidido varias empresas de sondeos de opinión como Demoscopia o Sofres). Conoce a la perfección el poder de un titular polémico para desviar la atención sobre el fondo de los asuntos. Y más si estos asuntos son recortes o una ley recentralizadora al dictado de la Iglesia y los intereses de la red privada. Y Wert, conocido extertuliano ha demostrado gran maestría a la hora de dar titulares calculadamente controvertidos. Sus intervenciones han provocado, invariablemente, reacciones airadas en la calle y en las redes sociales, donde se llegó a crear el hastag #wertgüenza. Incluso se ha acuñado un término para referirse a sus ocurrencias: wertada.
A comienzos del curso pasado, confesó en RNE: "A veces me sorprendo de las frases que he llegado a pronunciar". Pero ello no se puede identificar con ingenuidad o falta de tablas en el ministro. El mismo dijo, "yo no improviso" tras pronunciar la que quizá sea una de sus wertadas más controvertidas: "Nuestra intención es españolizar a los alumnos catalanes". Después de responder de este modo en el Congreso de los Diputados (10 de actubre de 2012) a las críticas sobre el afán recentralizador de la Lomce, que ataca el sistema de inmersión lingüística de Catalunya, Wert echó más leña al fuego, diciendo, "estis molt orgullós del que he dit" (estoy muy orgulloso de lo que dije).
Fueron muy sonadas frases suyas como "el número de alumnos de clase no aumenta, se flexibiliza" (la ratio subió un 20%) o "no es cierto que se hayan disminuido las becas" (cuando en 2012 hubo un recorte de 150 millones de euros). En abril de ese año, cuando los sindicatos denunciaban la pérdida de 60.000 docentes en dos años, Wert declaró: "Se habla de despidos y lo que habrá es la no renovación del contrato". A comienzos de este curso ha llegado a sugerir que la huelga general en la enseñanza del pasado mes de octubre era inconstitucional. "Se mire por donde se mire, es una huelga política, y las huelgas políticas no están amparadas por la Constitución ni por la legalidad laboral", dijo. Los valores de la Carta Magna, sin embargo, brillaron por su ausencia cuando afirmó que "la comunidad educativa no puede ser una comunidad democrática, porque el proceso educativo no es democrático".
La universidad, y los universitarios en particular, se han visto con frecuencia en el centro de la diana del verbo fácil del ministro. "La selectividad no funciona porque la pasa el 94% de los alumnos"; "se debería inculcar a los universitarios a que no piensen solo en estudiar lo que les apetece"; "la fuga de cerebros nunca puede considerarse un fenómeno negativo". En este punto le ganó por la mano la ministra de Empleo, Fátima Báñez, que se refirió a la fuga de cerebros como "movilidad exterior". Wert elevó la tensión cuando para justificar el endurecimiento del acceso a las becas dijo:"Los universitarios que no lleguen de media al 6,5 quizá deberían estudiar otra cosa". La frase dio que hablar y fue motivo de chanza en las redes sociales. Y es que con el baremo de Wert, José María Aznar se habría quedado fuera de la universidad ya que sacó un 6,4 en el PREU (la selectividad de 1978). Así no es de extrañar que las protestas impidieran que Wert abriera este curso universitario. En el reparto perlas, Euskadi ha salido bastante bien parada, aunque entre halago y halago deslizó que "con la Lomce, los alumnos del País Vasco sabrán quién era Agustina de Aragón". En cualquier otro país, la trayectoria de Wert le habría costado el puesto. Pero con Wert se perpetúa la leyenda negra de que en España no dimite ni el apuntador.