EL gobierno municipal de Javier Maroto no lo ha tenido nada fácil desde que tomó posesión de la Alcaldía de Gasteiz, en 2011, para gobernar a sus anchas. Lo ajustado del equilibrio en la Corporación, donde el PP tiene nueve concejales y PNV, EH Bildu y el PSE cuentan con seis ediles por sigla, ha dejado al gobierno en una situación de debilidad que ha salvado hasta la fecha mediante dos diferentes fórmulas. La más imaginativa fue la de 2012, cuando optó por, directamente, no presentar un proyecto de Presupuestos al Pleno amparándose en la caída de la recaudación de la Diputación, que a su vez supondría una merma de la asignación foral al Consistorio a través del Fofel y una menor capacidad para obtener crédito del Ayuntamiento. Este año, en cambio, Maroto consiguió pactar con el PNV un Presupuesto que rebajaba los recortes sociales pero que, a estas alturas del ejercicio, se puede decir que ha saltado por los aires.

Los jeltzales creen que Maroto ha intentado hacerles trampa y no ha cumplido con parte de lo acordado. El PNV pactó con el alcalde de un partido que vive sus peores momentos en cuanto a respaldo social, que lleva la austeridad por bandera y que aunque quisiera carece de margen económico para hacer grandes cosas en Gasteiz. El PNV arriesgó en aras a lograr unas mejoras en la ciudad que llevarían el sello nacionalista, pero el acuerdo también conllevaba un desgaste importante que no se ha visto compensado a causa de los citados incumplimientos, y todo indica que ya toca partir peras. El hecho de que jeltzales y socialistas hayan dejado atrás, en el Parlamento Vasco, los sentidos y constantes reproches mutuos que surgieron del pacto constitucionalista y tiendan a reeditar viejas alianzas del pasado siglo impulsa sin duda, también, ese cambio de ciclo en el Consistorio.

El PSE municipal parece estar por la labor. Unos y otros han hecho público su consenso programático para 2014 -incluyendo a EH Bildu en ese amplio espacio de coincidencia-, lo que en la práctica supone que hay predisposición pata tejer nuevas alianzas. Los socialistas quieren pactar con quienes defienden sus mismos postulados, los jeltzales también, y la coalición soberanista dice estar dispuesta a hablar con todo el mundo siempre que se respeten esas líneas rojas sociales que también defienden PNV y PSE, pero exigiendo también un papel más preponderante de la participación ciudadana en la elaboración de los Presupuestos. EH Bildu propone además seguir el modelo de Donostia, donde se ha cerrado un plan de empleo específico de nueve millones que ponen Ayuntamiento, Diputación y Gobierno Vasco.

Así pues, en lo relativo a la filosofía general de las Cuentas, la relación de fuerzas en el Ayuntamiento es de tres a uno en perjuicio del PP, pero no es menos cierto que quien debe presentar un proyecto de Presupuestos es Maroto. Es más, está obligado a hacerlo, porque el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco le ha prohibido volver a reeditar la estrategia de 2012 y ya no cabe una prórroga sin más.

Por lo tanto, los Presupuestos se van a debatir en el Pleno municipal y tocará a unos y otros negociar. En un eventual pacto presupuestario entre dos grupos tiene que estar necesariamente el PP para que pueda salir aprobado, porque tiene tres concejales más que el resto y, de hecho, por eso gobierna. Cabe también presentar unas Cuentas alternativas de oposición que el alcalde se tendría que tragar por una cuestión de aritmética, pero eso equivaldría a presentarle una moción de censura al primer edil, se tendría que marchar, y ese es un escenario que las fuerzas políticas vitorianas no contemplan.

La conclusión de todo este escenario es que los cuatro grupos municipales se van a ver obligados a dialogar para encontrar una salida a este callejón. En el PNV ya han indicado que apuestan por debatir a puerta cerrada, para evitar así la grandilocuencia de las comparecencias públicas, que siempre tienden más a entorpecer los procesos que a engrasarlos. No sólo el PNV, todos los grupos municipales, PP, incluido, defienden que lo ideal sería un Presupuesto común en el que entren todos, pero todos creen también que la dificultad para lograrlo es extrema. No ya porque el PP tenga que seguir el dictado de Madrid y ahorre hasta la asfixia pública, sino porque los tres grupos de la oposición coinciden, valga la contradicción, en lo acusado de sus diferencias, al margen de que todos sean seguidores de Keynes.

Maroto en solitario Hay, por otro lado, otra variable que apuntan desde la oposición. ¿Necesita Maroto realmente un Presupuesto? La mayoría de sus proyectos tangibles ya están en marcha, y su financiación asegurada por créditos comprometidos en anteriores ejercicios, por lo que puede presentar a los grupos el proyecto que le apetezca, perderlo, prorrogar las Cuentas y funcionar como este año en el día a día y, poco a poco, según se acerquen los comicios, empezar con las inauguraciones. El pero de esta opción es que Maroto tendría que hacer frente a una belicosa oposición que le atacaría en bloque por su unilateralidad.