no hace relativamente mucho tiempo que el futuro del Campus Universitario de Álava pendía agónicamente de un hilo. Apenas unos años. Varias razones jugaban entonces en su contra. De un lado, el encorsetamiento al que le sometían sus limitaciones físicas, en aulas e instalaciones que antaño ocupaban los militares y que impedían la llegada de nuevas titulaciones académicas a la capital debido a esa falta evidente de dimensión. Y de otra parte, la carencia de tirón académico respecto al resto de campus hermanos, una desproporcionada oferta de titulaciones que a punto estuvo de consolidar el Gobierno Vasco cuando firmó el borrador que precisamente aconsejaba el recorte del mapa de titulaciones recomendado poco antes por el Consejo Social.

Las alarmas en el claustro de profesores y el colectivo de estudiantes no tardaron en activarse, lo que provocó a continuación una movilización sin precedentes a cargo de todo el aparato político alavés. El objetivo, jugar una partida "crucial" para el futuro del campus, recuerda hoy uno de aquellos interlocutores. Por si fuera poco, la alianza contra aquella polémica decisión elevó aún más la temperatura cuando el entonces vicerrector, Patxi Palacios, presentó su irrevocable dimisión ante el inminente nacimiento de un "campus de Segunda", una responsabilidad con la que Palacios nunca estuvo dispuesto a lidiar.

En medio de la marejada, a finales de 1997, Antonio Rivera asumió el control universitario en Álava en un escenario de máxima preocupación. Afortunadamente, recuerda ahora desde su despacho en la Facultad de Letras, adonde ha regresado tras su reciente etapa política, "aquella partida se jugó muy bien y el Campus alavés sentó las bases de lo que es hoy".

Fruto de aquella estratégica presión que Diputación, Juntas Generales, Ayuntamiento y la propia UPV en Álava ejercieron contra Educación, entonces en manos de Inaxio Oliveri (EA), surgió un plan estratégico al que se dotó de una importante inversión económica que garantizó no sólo el desarrollo de nuevas y necesarias infraestructuras sino también la llegada de cinco nuevas titulaciones: Dirección de Empresas (un segundo ciclo de Empresariales), Informática de Gestión, Organización Industrial, Ciencias Ambientales y Traducción.

De Quijotes y molinos De aquello han pasado ya 16 años y la fotografía, afortunadamente, es hoy bien distinta a la que vivieron Rivera y compañía. Quijotes que predicaron muchas veces en el desierto en torno a las bondades de la UPV que, sin embargo, muchas veces caían prácticamente en saco roto al llegar a enclaves como Laguardia o Logroño. "Entonces el vino y las viñas daban mucho más dinero que los libros", recuerda con cierta añoranza el exvicerrector.

A pesar de ello el campus alavés prosigió su camino, sumando adeptos y nuevas carreras a su causa. Hasta hoy, donde a pesar de la crisis y los recortes, es ya un agente de primer orden con personalidad y autonomía propias para tomar parte en todos los debates sociales y estratégicos de la ciudad. Le avalan las 24 titulaciones que ofertan sus diez facultades, la calidad de sus docentes e investigadores y los casi 7.500 estudiantes que cada día pueblan sus aulas. "Una oferta razonable y adecuada a las circunstancias", defiende Javier Forcada, otro de los docentes que acaba de regresar al circuito universitario después de un periodo ligado al Eustat, el Instituto Vasco de Estadística.

Pegado de nuevo a la Escuela de Estudios Empresariales, de la que llegó a ser director, asume este profesor el tiempo de ajustes al que la comunidad docente deberá acostumbrarse más pronto que tarde. Un contexto motivado, lógicamente, por el impacto de la crisis, que también se ha cebado con la Universidad Pública Vasca. Según los datos oficiales, el hachazo al presupuesto universitario de este año -393 millones de euros- será de casi el 10% respecto al del año anterior, esto es, cerca de 40 millones menos, que volarán especialmente del Plan Plurianual de Inversiones previsto. A cambio del retraso en las futuras infraestruturas se mantendrán intactos todos los puestos de trabajo como prueba de buena voluntad, una decisión que también afectará al campus alavés.

Rumores y desconcierto Sin embargo, este incómodo escenario plantea varias incógnitas. ¿Cómo es posible mantener la calidad en la docencia con menos recursos?, ¿es factible que en ese empeño por hacer más con menos la comunidad de docentes haya de multiplicarse para abarcar todas sus competencias, provocando a su vez una falta de atención o concreción en su trabajo?

El profesor Forcada advierte de las consecuencias de esta "traumática situación" , que está desatando una ola de expectación "un tanto contradictoria". Un contexto donde el desconcierto ante los continuos rumores sobre el futuro de la Universidad no hacen sino acrecentar la desmotivación entre el colectivo de profesores y alumnos. Fuentes cercanas al campus alavés apuntan en este sentido a la teoría de que el consejo rector estaría sopesando la cancelación de algunos centros como consecuencia de los reajustes asumidos. Pero no hay nada oficial. También las mismas fuentes apuntarían esta vez al Ministerio de Educación, que al parecer, y aquí tampoco hay certeza oficial, estaría barajando la reducción de cuatro a tres años la duración de los grados (antiguas carreras). "Puede que sea por una cuestión económica o de tendencia respecto a las universidades europeas, pero en cualquier caso provocaría un impacto bestial, la sensación de estar deshaciendo el camino andando", reconoce un profesor de Letras que prefiere mantenerse en el anonimato.

Rumores al margen, en el ideario del actual vicerrector, Javier Garaizar, sólo cabe seguir manteniendo los estándares de calidad de un campus que entiende ya "consolidado". Si acaso falto de espacio en determinadas áreas, pero "fantástico y manejable" en su fotografía final. Sobre el mismo despacho que hasta hace diez meses ocupaba su colega Eugenio Ruiz Urrestarazu descansan ahora los dos proyectos que en estos momentos copan su atención. A saber: el Centro de Investigación en Ciencias Sociales y Humanidades, que aspira a convertirse en referencia investigadora en su campo a finales del año que viene -se espera que acoga a quince grupos de investigación excelentes-, y el futuro edificio que se levantará junto al Aulario, que en estos momentos se encuentra en fase de redacción. Ambas construcciones, asegura Garaizar, permitirán adecuar el campus alavés a la derivada de Bolonia, que entró en vigor en 2010 con la ambiciosa propuesta de revolucionar la docencia y los métodos universitarios.

Así pues, a la espera de que el ladrillo prospere, una cuestión que puede dilatarse aún varios años, al menos en el caso del edificio adjunto al Aulario, convendría no perder la perspectiva docente ni desde luego caer en la complacencia. De ahí que Forcada abunde en dos cuestiones relacionadas con este capítulo de tareas pendientes: terminar la implantación en el campus alavés de todo el sistema derivado de Bolonia y ser capaz de mantener los estándares de calidad a partir del control y seguimiento de las titulaciones, una exigencia impuesta por la propia realidad cada seis años para evaluar precisamente los resultados académicos. Este examen a la Universidad, apunta Forcada, lo lleva a cabo la Agencia de Calidad. Y de que apruebe o suspenda dependerá, apunta el exvicerrector Urrestarazu, de la calidad de la docencia y sus investigadores, "una línea roja que no podemos traspasar bajo ningún concepto", añade por teléfono desde su despacho en el Departamento de Geografía, Prehistoria y Arqueología. "Si queremos mantener la calidad tenemos que contar con las mejores personas", insiste.

También en el apartado de mejoras este profesor aporta lo suyo. Quizá más aulas para la docencia "porque actualmente estamos en un traje estrecho", e incluso un edificio destinado esencialmente al alumnado, un lugar autogestionado por este colectivo "al estilo anglosajón" donde tendrían cabida reuniones, actividades o aulas para el estudio y la reflexión. Y en el capítulo estrictamente académico vuelve a poner Urrestarazu sobre la mesa una vieja aspiración: la puesta en marcha de la titulación de Veterinaria, una decisión tan anhelada como costosa, dado que, entre otras cuestiones, haría falta un hospital universitario para animales dotado de forma similar a un hospital convencional, "algo endiabladamente caro", lamenta el profesor desde la Facultad de Letras.

A la espera de acontecimientos, de lo que no cabe duda es de que Vitoria y su Campus hace ya tiempo que se conectan entre sí y hablan el mismo idioma: el del progreso y la colaboración en favor de la sociedad alavesa. "Afortundamente hace años que la Universidad no vive de espaldas a la ciudad y viceversa", se felicita Rivera, uno de los muchos quijotes que en su día colaboraron en el derribo de barreras como éstas. Abunda en este matiz el actual vicerrector, representante habitual de la UPV alavesa en los principales foros socioeconómicos de la ciudad. "Es nuestro deber establever vías de comunicación en cuantos frentes nos sea posible para aprovecharnos mutuamente en beneficio de la ciudad", reflexiona.

Y termina por confirmar el nuevo rol que desarrolla el Campus vitoriano la directora de la Escuela de Empresariales, Miren Artaraz, firme defensora del programa de prácticas Praktiges, iniciado en 1998 y dotado de una "excelente" relación con una treintena de empresas de la provincia que cada año adoptan la llegada de universitarios. "Se trata de un vínculo muy positivo que facilita la inmersión laboral y acorta ese salto al vacío que supone dejar las aulas para enrolarse en una empresa profesional".