Bermeo. Los arrantzales vascos están preocupados y nos les faltan razones para estarlo. Y es que la población de atún blanco-bonito del norte, pesquería sobre la que se asienta la economía del sector extractivo de bajura, está registrando un incremento de la presión pesquera que podría acarrear graves consecuencias en el futuro de la biomasa de esta especie. Los pescadores de Bizkaia y Gipuzkoa denuncian la actividad incontrolada de buques pesqueros franceses, irlandeses y británicos que faenan mediante el empleo de redes de arrastre pelágico. “Si las autoridades comunitarias no adoptan medidas para controlar la actividad de estos barcos el futuro de la pesquería de bonito, y por ende nuestro futuro, estará en serio peligro” sentencia preocupado, Jon Kepa Uskola, patrón del pesquero Ondarzabal y presidente de la cofradía de Lekeitio. Con la cuota de verdel reducida a la mínima expresión a causa de las sanciones impuestas por la Comisión Europa y la anchoa saliendo de la UCI, los barcos de bajura se agarran al bonito como a un clavo ardiendo.
Los últimos estudios realizados por ICCAT (Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico) sobre la situación de la población de atún blanco apuntan una sobreexplotación del recurso desde mediados de la década de los 80 coincidiendo con la incorporación a la pesquería de buques de arrastre pelágico y volanteros. Un estudio encargado entonces por el Gobierno Vasco a AZTI para calibrar los efectos que acarrearía la introducción de las redes de arrastre pelágico en las pesquerías de bonito y anchoa desaconsejó esta posibilidad por los graves efectos que podría acarrear.
Los barcos vascos que pescan bonito mediante el empleo del sistema de curricán o cacea, desarrollan su actividad al suroeste de las costas de Irlanda, a unas 150 millas de la isla. Es allí donde coinciden con grandes buques británicos e irlandeses que faenan en pareja a la pesca de bonito arrastrando redes pelágicas con una gran capacidad de pesca. La situación se repite en aguas del Cantábrico donde los buques vascos que faenan con cañas y cebo vivo coinciden con embarcaciones pelágicas con base en la costa occidental francesa.
Mientras los arrantzales vascos capturan los bonitos uno por uno y los manipulan con esmero para garantizar la calidad del producto, las embarcaciones pelágicas deslizan sus artes durante la noche logrando reunir en su interior decenas de toneladas de bonito ?hasta 100.000 kilos en una sola largada? que terminan literalmente aplastadas en el fondo de la red. “Las redes pelágicas que emplean estos barcos tienen una gran capacidad de pesca y nos preocupa sobremanera la cantidad de ejemplares que arrojan al mar, bien por tratarse de atunes jóvenes o porque la calidad del pescado es pésima. Un 30 o un 40% de los bonitos que caen atrapados en una red pelágica son descartados y arrojados al mar” asevera escandalizado el patrón del Ondarzabal.
“Estos barcos actúan con total impunidad y reclamamos la adopción de medidas urgentes que permitan controlar la actividad de esta flota. Una opción sería la de que Bruselas embarcara inspectores a bordo de estos pesqueros. Ya lo hicieron con nuestros barcos en la pesquería de atún rojo y los atuneros vascos que faenan en el Índico, África y Pacífico también llevan observadores” propone Uskola.
Pero esto no es todo. La actividad pesquera de los barcos pelágicos dificulta sobremanera la faena de los barcos vascos que pescan con cañas o a la cacea. “Los pelágicos nos tienen siempre localizados a través del sistema AIS (Automatic Identification System) ?establecido con obligatoriedad por la CE? y luego largan sus redes durante la noche. Nosotros pescamos de día y nos encontramos con el pescado asustado y huidizo. Además, los patrones de algunos pelágicos muestran una gran arrogancia y no dudan en obstaculizar nuestro trabajo amparados en su gran tonelaje” asegura Josu Ventades, patrón del cacero bermeano Almikeko Ama tras regresar a puerto desde aguas próximas a Irlanda. “A nosotros ?añade? nos saltan a bordo patrulleras de Irlanda, Francia y la Guardia Civil. A los pelágicos no les controla nadie”.