vECINOS del barrio de La Coruña donde reside Francisco José Garzón, el maquinista del tren que descarriló en Angrois en las proximidades de la capital gallega, lo describieron ayer como un "buen vecino" y una "muy buena persona" y le trasladaron todo su "apoyo". En la calle de este barrio coruñés ayer el ambiente resultaba bastante tranquilo. Los vecinos de los alrededores paseaban pero no se hablaba del tren siniestrado y si se preguntaba por si conocían al maquinista, la mayoría de ellos aseguraban no conocerlo.
Mientras, el tercer piso de la vivienda donde reside el maquinista junto con su madre estaba cerrado, con las persianas bajadas. Además, ningún vecino respondía al telefonillo para poder saber si hubo algún movimiento en las últimas horas, una cuestión a la que tampoco quisieron contestar el resto de vecinos que había por la zona.
Sin embargo, la dependienta de la frutería cercana al domicilio del maquinista defendió a Francisco José quien, según indicó, lleva "muchos años" viviendo en la zona. Asimismo, otros vecinos que en ese momento se encontraban en el interior de la tienda lo calificaron como "buenísimo". "No creo que él sea el responsable pero se va a acabar llevando toda la culpa", afirmó una de estas vecinas, que insistió en que tanto Francisco José como su madre son "muy buenos vecinos". "No se merecen esto", añadió esta misma mujer que, al igual que el resto de vecinos que en ese momento estaban en la tienda, mostró todo su "apoyo" a los dos.
rescate Evaristo Iglesias, el hombre que ayudó a socorrer al maquinista justo después del accidente ferroviario de Santiago, recordó ayer que el operario solo repetía: "¡Me quiero morir, no quiero ver esto!". Evaristo, vecino del barrio compostelano de Angrois, estaba en su casa, a apenas 20 metros de la vía donde sucedió el accidente. Inmediatamente se acercó a las vías y socorrió al maquinista y lo acompañó al campo donde se encontraban los heridos.
"Él iba con la cara ensangrentada y solo repetía que se quería morir, que no quería ver aquello, y que hubiese sido mejor que le pasara a él", aseguró el vecino de Angrois. Evaristo también manifestó que el maquinista reconoció "que venía con un poco de exceso de velocidad" y "que tenía que haber reducido".
Su recuerdo más recurrente es la gente, "muerta, herida y de todas las maneras". Su esposa, Pilar Monteiro, también se encontraba en la casa, justamente trabajando en la huerta con vistas directas al lugar del accidente del tren, al que oyó llegar. Pilar contrastó la rapidez del convoy accidentado con los que está acostumbrada a ver pasar todos los días y le dan tiempo a contar sus vagones. Pilar ayer todavía no salía de su sorpresa: "Fue una cosa que no te lo puedes ni creer, que pase esto en un sitio tan pequeño. Angrois bendito, pero el tren maldito".