Vitoria. Como marca la tradición, cada 25 de julio los jóvenes vitorianos se transforman en blusas y neskas. Para ellos, es el día más esperado del año y ayer éste llegó con un ambiente fiestero que se notaba en las calles y en los termómetros. Pese a la calorina generalizada, citas ineludibles, como el mercado de los ajos, marcaron el devenir festivo. Esta popular cita atrajo a cientos de comerciantes. Y, a tenor de lo visto y de lo deseado por los vendedores, también concitó la presencia de más mirones que compradores.
La cuesta presentaba sus mejores galas y un olor a ajo de esos que espantan a vampiros. Allí estaba Ana. Llegaba de Santander. Vendedora de tradición que ayer confesaba no estar realizando las ventas deseadas. "Los ajos y su calidad siguen siendo las de otros años, pero la crisis se está notando y la gente compra poco".
En cualquier caso, el ambiente y el perfume a ajo se fusionaron con el contexto festivo. Blusas de paso con sus txarangas junto a las ofertas de los vendedores, que al grito de "vendo ajos, que buenos están" trataban de hacerse ver en medio de mil puestos similares. José Miguel, fiel vendedor desde hace años, acudió a la capital alavesa desde Falces (Navarra) para que los vitorianos "compren un buen ajo rojo". Como no llueve a gusto de todos, el ribereño explicaba sufrir una mañana sin suficientes ventas a pesar de la afluencia de gente. "Como otros años las ventas se hacen principalmente sobre las dos de la tarde, así que aún nos queda día para vender".
A los blusas además de disfrutar de la tradicional fiesta también les quedó tiempo para adquirir ajos. Javier, blusa, como todos los años acudió a comprar sus ristras al mismo puesto de simpre. Y eso a pesar de confesar recorrer toda la calle para ver la calidad y las ofertas de todos. Él, que atesora experiencia en esas lides, explicaba que si hay algo que caracteriza un mercadillo es el regateo. "Me llevo tres ristras de ajos, por eso al comprar cantidad se puede regatear y ahorrarte un par de euros".
Los vendedores afirmaron haber traído calidad a buen precio, mientras mostraban muy orgullosos las cabezas de ajos rojos. "Los ajos pedroneros son mucho mejor que los ajos chinos", explicaba Carmen, vendedora aragonesa. Así lo confirma Guadalupe, cargada con un carro lleno de varias tiras de ajos. Mientras, Paco, fiel cliente del mercado, caminaba orgulloso entre la multitud con sus ristras colgadas al cuello.