vITORIA crece y se reinventa. A veces para bien y otras para mal, la capital alavesa lucha por no encallarse en mitad de la recesión económica y navegar empujada más por el viento de sus ciudadanos que de las instituciones. El futuro pasa en muchos casos por cambiar para mejorar, y el comercio local no es ajeno a ello. El problema es dar con la tecla y lograr que el cambio traiga consigo algo más que un simple lavado de cara a las fachadas. A partir de esta semana la Plaza de Abastos sueña con alcanzar por fin lo primero y evitar como sea lo segundo. Las obras para la reforma del histórico emplazamiento del centro de la ciudad han arrancado ya en su fase preliminar. Salvo adelanto en los plazos, la nueva plaza revestida de cristal y acero debería estar lista en un año a cambio de ocho millones de euros.
Una obra sobre la que hace dos días el alcalde de Vitoria, Javier Maroto, se afanaba en insistir en que saldrá "totalmente gratis" a los vitorianos, aunque en este baremo no incluye a los propios comerciantes, que sufragarán todo el presupuesto previsto para acometer la ansiada reinvención del recinto. Ayer DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA quiso tomar el pulso a los comercios que actualmente comparten puestos en la plaza para conocer si realmente creen haber dado el paso definitivo para atraer a los clientes y, por el mismo precio, convertir su nuevo hogar, que compartirán con El Corte Inglés y el supermercado BM, en un referente para el aún convaleciente comercio local de Vitoria.
Todo cambio implica inquietud, y en el caso de la Plaza de Abastos la máxima se mantiene intacta. Hay esperanza, pero también escepticismo. "Por mi parte todo lo que sea innovar me parece algo muy positivo. Vivimos en un momento en el que tienes que competir y es necesario que surjan nuevas ideas para atraer a los clientes", explica Luis Emilio Báez Robinson tras el mostrador de la Carnicería Conchi.
Aunque ahora la mayoría de establecimientos se encuentran dispersados por la primera planta, el rediseño implicará que los 34 comercios sean reubicados en la planta baja a ras de calle, quedando la primera planta para la sección de moda y complementos de El Corte Inglés. "Bueno, va a ser un poco curioso, pero no me parece mal. La que venga a comprar un bolso de Loewe luego puede bajar donde estamos nosotros a comprar un kilo de chuletas", confía entre risas. "Me gusta cómo va a quedar nuestra planta porque lo importante es que el cliente tenga espacio para circular, ver todos los puestos juntos...", insiste. Y es que cuando las obras finalicen, los puestos se unificarán por zonas (carnicerías, pescaderías, etc.) facilitando la compra a los clientes.
"Ahora vienen a comprar carne y preguntan dónde está el puesto de aceitunas. Estaremos mucho mejor con la nueva ubicación", se felicita por su parte Manuel Rabasco, presidente de la asociación de comerciantes de la plaza de Abastos, que se balancea también entre la ilusión por el nuevo mercado y el escepticismo ante el devenir del comercio minorista vitoriano en general. "Buscamos que el modelo actual de la plaza sufra una renovación del cien por cien, que el mercado tenga una imagen más moderna y que impacte en la gente desde el principio. Ojalá la remodelación suscite curiosidad y atraigamos a un perfil de cliente distinto al habitual", desea mientras atiende a los presentes desde la barra de la pollería Magda.
Con todo, Manuel no atisba una luz diáfana al final del túnel al que la plaza parecía abocada en los últimos años: "Hay que admitir que estamos en un edificio feo, agresivo incluso para el que lo ve desde fuera. Me gustaría que con el nuevo diseño diéramos una imagen más amable cara al exterior". El presidente de la asociación personaliza la dicotomía por la que transita el recinto actualmente, con una mayoría de comerciantes que ronda la jubilación pero que, al mismo tiempo, no quiere dejar pasar la oportunidad de adentrarse con paso firme en el futuro de un local que alberga muchas historias en su interior.
fnac y el corte inglés "Tengo mis dudas de que esto reactive el comercio del centro, pero por nuestra parte nos gustaría luchar para atraer sobre todo a la gente joven y las personas que realmente siente una pasión por la gastronomía. Potenciar los productos de Label vasco, organizar cursos de cocina...", enumera con la convicción del que desea dar un giro de 180º a un proyecto casi a cara o cruz. "Tenemos que conseguir que la gente se lo pase bien comprando, pero para eso el Ayuntamiento tiene que poner de su parte facilitando que la gente aparque en zona azul. O incluso que le salga gratis la OTA si compra algo en la plaza", solicita mientras apenas unos metros más allá la clientela escudriña los pescados de Issam Chemsi en la pescadería Bermeo María Uribarri. "A mí me resulta un poco raro que vayamos a compartir edificio con una planta de complementos y moda de El Corte Inglés, pero bueno. Realmente me hubiera gustado más tener aquí a la FNAC, con un público más joven, porque ahí está nuestro futuro", mantiene Issam.
Una afirmación con la que su vecino Javier, de la carnicería Montero. "Siempre es mejor recibir un comercio nuevo en Vitoria, encima uno tan conocido como la FNAC, y creo que podía haber impulsado mucho nuestro comercio. De todas formas esta reforma es necesaria y para nosotros muy atractiva", afirma con rotundidad. Sin embargo, la confianza en el que será el nuevo marco de su trabajo se torna en un discurso más duro y certero cuando sale a colación el trabajo del Ayuntamiento de Vitoria. "Ahora salen a poner la cara, pero no han querido mojarse y apoyarnos en anda durante todos estos años. En cuarenta años todo han sido parches y parches, y cuando han visto el trabajo que hemos hecho los propios comerciantes de la plaza es cuando han decidido subirse al carro", subraya Javier mientras corta un trozo de carne.
críticas al ayuntamiento Y es que no hay que obviar el hecho de que han sido los propios comercios del recinto, que cuenta con 34 establecimientos, los que van a encargarse de sufragar los ocho millones que costará tan intensivo lavado de cara. "Sinceramente soy muy escéptico con esta remodelación. No creo que vaya a influir en nada porque si mantenemos las mismas ideas de siempre, con la estructura de puestos, vamos a seguir con los mismos resultados. Hay que cambiar el chip", consideran Ángel Castillo y Lola Fraile, dueños del último comercio llegado a la plaza, la tienda Chúpate los dedos, que trasladaron sus bártulos desde su antigua ubicación de la calle Canciller Ayala para asentarse en el mercado del centro hace ahora dos años.
Su experiencia en este tiempo no parece ser del todo positiva a tenor por lo incierto que vislumbran la situación de su establecimiento a medio y largo plazo. Tampoco las tienen todas consigo en lo que al apoyo del Consistorio se refiere. "Creo que al Ayuntamiento le importa bien poco si a los comerciantes minoristas nos va bien o mal. hasta donde sé todo han sido problemas, y por supuesto no han puesto ni un duro para sufragar parte de la reforma", lamentan en su local situado en una esquina de la primera planta. La reforma ideada por los arquitectos José Antonio Barroso, Raquel Mielgo, Luis Zufiaur y Javier Bárcena, que durante la presentación de su diseño explicaron que querían por encima de todo "respetar un edificio emblemático para la ciudad". Aunque el mercado de Abastos se inauguró en su actual ubicación el 13 de enero de 1975, el recinto recogió el espíritu del antiguo edificio nacido en la plaza de Los Fueros en el año de 1899.
En los tiempos del comercio electrónico y las grandes superficies, los puestos de la plaza de Abastos ansían recordar a los vecinos de Vitoria la calidad y la cercanía que tan especiales les hace y que otros no pueden aportar. El futuro llama a su puerta con la ilusión en una mano y la incertidumbre en otra, mientras la operación de cirugía estética a la que el local será sometido desde esta semana parece al fin y al cabo el último aliento que le queda a un sector que lucha día a día por su supervivencia.