BILBAO. Las personas alérgicas o intolerantes a alimentos expresan desconfianza e inseguridad a la hora de hacer la compra o comer fuera de casa ya que uno de cada cuatro opina que los productos no están bien etiquetados y más de la mitad cree que los establecimientos de hostelería no toman las precauciones adecuadas, según un estudio de Eroski.

Esta encuesta, para la que se ha entrevistado a en las últimas semanas a más de 1.100 personas de 17 comunidades autónomas que sufrían una o ambas dolencias o que tenían a su cargo a familiares que las padecían, revela que uno de cada cinco siente que habitualmente no puede hacer la compra con total seguridad en cualquier establecimiento y un 37% solo a veces. Es más, uno de cada cuatro piensa que los productos nunca se etiquetan de manera adecuada.

Además, el 90% de los encuestados alerta de que el carro de la compra de un alérgico e intolerante alimentario es más caro que el de una persona sin estas enfermedades. Concretamente, piensan que es un 46% más caro que para el resto de la población.

Y, en esta misma línea, para tres de cada cinco encuestados salir a comer fuera supone un riesgo para su salud. Más de la mitad de los encuestados opina que en hostelería nunca se toman las precauciones necesarias: avisar sobre la posible presencia de alérgenos en los platos, detallar al máximo los ingredientes en sus cartas y menús, evitar la contaminación cruzada en el almacenamiento y manipulación de los productos, y disponer de útiles de trabajo exclusivos para los menús infantiles. De ahí que exijan más formación en el ámbito de la hostelería en materia de alergias e intolerancias alimentarias.

Ante esta situación, dos de cada tres entrevistados aseguran que su dolencia les condiciona a la hora de comer fuera de casa. Incluso tres de cada cinco creen que hacerlo supone un riesgo para su salud, en especial a los menores de 10 años (es así para los tutores del 94% de ellos). En este sentido, hay diferencias entre los alérgicos e intolerantes: un 69% de los primeros siente que está en riesgo, mientras que entre los intolerantes la proporción baja un poco y es del 54%.

Tanto alérgicos como intolerantes de todas las edades temen que no se excluya el ingrediente dañino del plato pese a requerirlo y que se produzca una contaminación cruzada en el momento de elaborar el plato.

Sin embargo, los alérgicos también añaden otro temor (especialmente los menores de 10 años y con edades comprendidas entre los 10 y los 19 años): que la ayuda médica no llegue a tiempo o que nadie a su alrededor sepa actuar en caso de tener una reacción.

Por ello, las personas entrevistadas suelen tomar sus propias precauciones. En primer lugar, evitando cierto tipo de establecimientos: de comida rápida (un 47% lo hace), de cocina asiática, italiana y mexicana (un 40% respectivamente) y de buffet (un 30%).

Además, si finalmente se toma la decisión de salir fuera, hay quien no renuncia a seguir un procedimiento. En primer lugar, un 34% siempre reserva con anterioridad y durante la misma un 52% tiene por costumbre explicar su enfermedad al personal del establecimiento (más común entre los alérgicos que entre los intolerantes y entre los jóvenes de entre 10 y 19 años).

Una vez en el restaurante, el 91% de los entrevistados lee cuidadosamente las descripciones de los platos por si hay alguna mención sobre el alimento dañino y el 79% verifica con el camarero los ingredientes que contiene cada uno de ellos. Por último, cuando piden la comida, poco más de la mitad de los encuestados se asegura de que el camarero le da el mensaje al cocinero.