Carácter alavés en su máxima expresión. La llegada de San Prudencio se agradece por estos lares hasta el punto de configurarse, por sí sola, en la mejor tisana para hacer frente a unos termómetros depauperados por las isobaras y los frentes fríos y por una primavera tan tímida y acomplejada que, nada más llegar, se fue. El caso es que, como manda la tradición, miles de vecinos de este territorio histórico se enfundaron sus prendas de abrigo, se aferraron a sus paraguas -por aquello del por si acaso- y salieron a la calle en busca de las campas de Armentia que, ya llueva, nieve o caigan los chuzos de punta, siempre muestran un ambiente fenomenal.

Ayer, sin ir más lejos, y con la venia del santo, las nubes llegaron junto a un frío propio de meses superados, dejaron parte de su carga en pequeñas acometidas que, incluso, llegaron al suelo en forma de granizo, y permitieron con grandes dosis de ecuanimidad el disfrute de todos aquellos acostumbrados a honrar al santo meón como se estila, bien con la ingesta de talos, sidras y txakolís, bien de puesto en puesto en busca de lotes de calcetines o baratijas imprescindibles para la nueva temporada, bien para dar un paseo y disfrutar con los actos tradicionales que configuran estos días o bien para reivindicar cuestiones variadas, que la situación da para muchas protestas, y todas justificadas. Caso aparte fue la buena acogida, un año más, de la iniciativa del Txoripintxo Solidario, patrocinado por este diario y que pretende entregar todo el dinero recaudado ayer al Banco de Alimentos de Araba.

Lo de ayer no fue de récord y ni se batieron los topes de ventas en las decenas de puestos instalados en el Paseo del Santo ni hubo que regular el paso de los transeúntes. Aún y todo, la imagen de las inmediaciones de la basílica volvió a ser la que se espera. Asistió todo aquél al que se le esperaba, y se dejó notar la ausencia de buena parte de la chavalería, afectada, al menos, en lo sustancial y en horario matutino, por los efectos que la fiesta acostumbra a provocar en los cuerpos y resistencias de los más jóvenes. Ya se sabe que la noche confunde, y más en noches y madrugadas señaladas, como lo fue la del pasado sábado. En cualquier caso, familias enteras, parejas, padres con sus hijos, abuelos y nietos aprovecharon las primeras horas y el mediodía -que acogen el grueso de los actos tradicionales, con la recepción a las autoridades, el aurresku, la misa pontifical, las dantzas, los herri kirolak y la procesión con el santo meón- para acercarse hasta Armentia en busca de aquello que se espera encontrar. Con ellos, la mañana se sobrepuso con dignidad al gélido ambiente y dejó para la posteridad hitos curiosos, que se recordarán en años con mejores perspectivas meteorológicas que éste. No en vano, las calles que distribuían a la muchedumbre hacia el epicentro festivo, en un continuo goteo, asistieron a paradojas curiosas, como la de la camioneta de una casa de helados apostada en pleno paseo de Fray Francisco admirando el pasar de cientos de alaveses embozados hasta las orejas con todo tipo de prendas de abrigo. En definitiva, carácter alavés.

La romería, eso sí, perdió parte de su encanto. Las inclemencias pasadas y las presentes habían dejado el manto verde adyacente a la basílica un tanto impracticable. Hubo pocos que se atrevieron a pasar el día entero junto a la casa del patrón, comida incluida. Se echó de menos más atrevidos con las viandas a cuestas para pasar un día en las campas, al menos, hasta el concierto de la tarde, ayer a cargo de Haitzama, que es cuando acostumbran a llegar los adolescentes que aún tienen ganas de fiesta en el cuerpo.

Aún y todo, el día dio para mucho. Incluso, para ver -cómo no hacerlo- a uno de esos gigantones que se dedican a llevar el nombre de Vitoria por medio planeta. Allí estuvo, en familia, como otros tantos, el pívot del Laboral Kutxa Baskonia Maciej Lampe. Sin embargo, este diario no supo contrastar si el deportista se decantó finalmente por darse al talo o respetar su dieta.

Pero la fiesta no sólo estuvo en Armentia. De hecho, en el corazón gasteiztarra volvió a escucharse el estruendo de las tamborradas de los Biznietos de Celedón y la txiki, el zortziko Álava, chocolatadas...