eL observatorio ALMA, el mayor complejo astronómico terrestre, asentado en el norte de Chile, abrirá una nueva ventana al cosmos que puede descubrir secretos que tan siquiera imaginamos.
Su nombre es Atacama Large Millimeter Array, cuyo significado en castellano es Gran Complejo Milimétrico de Atacama, aunque se le conoce como ALMA debido a sus iniciales. La semana pasada fue inaugurado por el presidente chileno, Sebastián Piñera, y ya tiene instaladas 57 de sus 66 antenas, que funcionarán a través de un interfono para escrutar el universo más frío y lejano.
Instaladas a 5.000 metros de altitud, en pleno desierto de Atacama, a 1.700 kilómetros al norte de Santiago, estos radiotelescopios no captarán la luz visible, sino las ondas milimétricas y submilimétricas, por lo que serán capaces de penetrar en las nubes de polvo donde se conformas planetas y estrellas.
"Creo que lo más interesante son las cosas que no esperamos y que podemos descubrir de forma inesperada", declaró el próximo director de ALMA, el francés Pierre Cox, que asumirá su cargo en abril. "A mí me gustaría poder detectar las primeras galaxias que se formaron en el universo. Creo que ALMA es capaz de hacerlo", adelanta, optimista, en el centro de apoyo del observatorio, instalado a 2.900 metros de altitud.
Por su parte, el actual director, Thijs de Graauw, cree que este proyecto "cambiará nuestra idea sobre la formación de las estrellas y nos ayudará a saber cuál es la naturaleza de la materia oscura".
Con ALMA se espera confirmar o rechazar la teoría de la formación de los planetas, que establece que las estrellas se forman a partir de nubes de polvo y a su alrededor se crean discos donde nacen los planetas.
El proyecto comenzó a gestarse en el año 2003 por el Observatorio Europeo Austral (ESO) y Estados Unidos que firmaron un primer acuerdo al que un año después se sumó Japón. Y aunque el miércoles se celebró la inauguración formal, sus operaciones comenzaron ya en octubre de 2011 con un tercio de sus antenas operativas que permitieron desarrollar la denominada ciencia temprana.
En apenas año y medio, ALMA ya ha proporcionado resultados sorprendentes. "Hemos visto que la evolución de las galaxias y la evolución de las estrellas después del Big Bang fue mucho antes de lo que pensábamos", explica Thijs de Graauw.
"Hemos visto elementos como el carbono, el nitrógeno y el oxígeno antes de lo que pensábamos. En ciertas partes, la evolución del universo es más rápida de lo que las teorías habían predicho", añade este experimentado astrónomo.
Además, cuenta, han podido obtener una "bonita imagen" de una estrella que está muriendo y que expulsa material a través de sucesivas explosiones. "Hemos visto que esto no solo ocurre en grandes eventos, sino también en pequeñas explosiones", detalla.
De Graauw deja el testigo de ALMA a Pierre Cox, que asegura ser consciente de la "gran responsabilidad" que asume porque, dice, "hay aún muchas cosas que hacer para que ALMA se convierta en el observatorio que tantas personas han soñado".
Trabajo por hacer Entre los retos todavía está terminar de integrar todas las antenas del observatorio: se espera que las nueve restantes estén ya en octubre en el Llano de Chajnantor, una planicie polvorienta donde la sequedad y el viento campan a sus anchas.
Allí se encuentra el correlador, un gigantesco ordenador construido especialmente para procesar los miles de datos que generan los radiotelescopios y enviarlos al centro de apoyo mediante fibra óptica.
En ese lugar se puede cambiar la configuración de las antenas hasta lograr que abarquen un radio de dieciséis kilómetros, lo que permite a ALMA alcanzar una potencia similar a la que tendría un gigantesco telescopio de ese mismo tamaño.
Por el momento las antenas están dispuestas en un diámetro de un kilómetro, y se espera poder ir ampliando esa distancia hasta lograr su máxima extensión dentro de tres o cuatro años.
No se descarta incorporar más adelante nuevas antenas, aunque Pierre Cox asegura que "no será pronto". "Sesenta y seis antenas es mucho más que cualquier interferómetro que exista en el mundo", recalca.
En efecto, el segundo en tamaño se encuentra en Francia, fruto de una asociación entre ese país, Alemania y España, y cuenta con seis antenas de doce metros de diámetro, aunque en los próximos años se ampliará a doce receptores.
ALMA ha requerido una inversión de 1.400 millones de dólares (unos 1.082 millones de euros) aportados por países de Europa; Norteamérica, con Estados Unidos y Canadá, y Asia, con Japón y Taiwán.
Un 10% del tiempo de observación será para científicos chilenos, y el resto se repartirá proporcionalmente al dinero invertido: un 37,5% para europeos y norteamericanos y un 25% para los asiáticos.
Diseñado para que esté operativo durante 30 años, ALMA promete aportar luz sobre los enigmas mejor guardados del universo y desvelar aspectos que el ser humano nunca sospechó.