Desde la plaza de la Constitución hasta la calle Sancho el Sabio, la Avenida de Gasteiz es un baile de traspasos, alquileres inestables y cierres, zancadilleado por una desproporcionada hilera de entidades bancarias. Los pocos comercios que están abiertos funcionan desde hace decenas de años, como si en la especialización y la autoexigencia hubieran encontrado la clave para sobrevivir. Pero aguantar con la persiana arriba es difícil, más aún cuando a las carencias de un tramo por el que la gente no estaba acostumbrada a detenerse se suman la crisis y ahora las obras. Dura, muy dura, se está haciendo la reforma de la primera fase de lo que hasta hace poco el alcalde de Vitoria llamaba el Anillo Verde Interior. Y larga, más de lo previsto. Por eso todavía cuesta imaginar el resultado final y pocos se atreven a vaticinar si servirá de revulsivo para el sector.

En la zona más próxima a la plaza de la Constitución, los comerciantes ya empiezan a relajarse. Al fin lucen las nuevas baldosas, no mucho más, tras meses "de gran sufrimiento". La dueña de Colchonería Tempur, Ana Zamora, lamenta los envites de polvo y cemento que han padecido desde los cristales del escaparate hasta la mercancía expuesta. Para colmo, además, ha tenido que ver cómo un operario de FCC acudía hace unos días a un local vacío que está justo al lado para adecentar la fachada. "Pregunté que a ver a qué venía la deferencia con esa lonja, y me dijeron que había que dejarla bonita por el bien de la calle", sostiene, con indignación. Ella ha tenido que lidiar sola con el aseo diario de su tienda, una labor que ha sido agotadora.

Cuando pasen las obras, Ana espera que el resultado merezca la pena, aunque ella está convencida de que el verdadero acicate para este tramo de la Avenida de Gasteiz sería la sustitución de todos los bancos y cajas de ahorros que devoran la acera "por zapaterías, tiendas de ropa, de alimentación...". Son muy pocos los compañeros de gremio en su zona. Pocos los que sobreviven. Y pocos los optimistas. Aunque en este último grupo se encuentra Marta, dueña del comercio textil Biba. Ella confía en que la reforma incite a la ocupación de los locales que ahora están vacíos: "Hacía falta un cambio, porque esta era una zona triste, por donde pasaban los coches y los viandantes no se detenían. Yo espero que se convierta en un lugar de paseo, en una entrada y salida bonita de la ciudad". Y que su caja registradora lo note.

En dirección al centro, sólo unos pocos metros más allá de Biba y Colchonería Tempur, las baldosas desaparecen para dar la bienvenida a las zanjas. Barro, ruido. Muchas molestias. "Hasta hace poco teníamos aquí delante unas chapas y la gente se resbalaba al pasar. Por fin han puesto tierra... Y, bueno, ¿qué voy a contar que no se pueda uno imaginar? Las obras se están haciendo muy largas", apunta una trabajadora de Confiterías Goya. A nadie le amarga un dulce, pero a todo el mundo le atormenta una reforma de semejante magnitud, sobre todo cuando comerciantes como ella consideran difícil saber "si ayudará en algo al comercio".

Luis, de Óptica Avenida, reconoce que "hacía falta" transformar la imagen de la calle y quiere pensar que "el resultado merecerá la pena". Aun así, la pupa que ocasionan las obras en plena crisis económica es imposible de obviar. "Hacen mucho daño y asustan. La gente evita pasar por sitios así", sostiene el comerciante, mientras mira hacia el exterior. Se pregunta a qué altura al otro lado de la arteria quedará el estanque lineal discontinuo anunciado por el gabinete de Javier Maroto para la segunda fase de la reforma, mientras ironiza sobre aquel proyecto inicial en el que se hablaba de ardillas y ríos. "De verdad que el experto al que se le ocurrió eso se tuvo que quedar a gusto", apunta entre risas.

Muchas veces ha insistido el alcalde gasteiztarra en que aquellas ideas eran sólo filosofía que los medios de comunicación trasladaron como firme propuesta, pero los gasteiztarras no olvidan ni quieren hacerlo. Están acostumbrados a que desde las instituciones se vendan proyectos estrafalarios o con grandes nombres, aunque al final queden resumidos "en un quita y pon de losetas", dice un cliente mientras sale de Ste'l. Este comercio textil se emplaza en Cruz Blanca, calle que comunica la Avenida de Gasteiz con Gorbea, también en plena obra como parte del otrora llamado Anillo Verde Interior. Aunque de calle ahora tiene poco.

"Tres meses llevamos así. Horroroso", resume la propietaria, Conchi. La acera se ha resumido a un ínfimo paso por donde justo entra una persona, salpicado por la suciedad de la cirugía urbana. Al igual que Luis, de Óptica Avenida, esta comerciante alerta de que los ciudadanos "evitan circular por sitios así", lo que repercute directamente en sus ventas. Además, esta calle soporta una cruz extra: se ha convertido en el vertedero de los trabajos que se desarrollan en la arteria principal. Esa circunstancia implica aún más ruido, el de las máquinas yendo y viniendo, y todavía más polvo, procedente de la tremenda montaña de desechos. Es tal la nube de partículas que a Conchi no le queda otra que mantener los trajes envueltos en plásticos. "Ya puede quedar bien la calle, ya...", exige, aunque aun así duda de que el cambio suponga un impulso al sector servicios.

Su vecina de acera, Mari Luz, ni siquiera tiene claro que hiciera falta la reforma. "Por mí, como si la hubieran dejado igual. Yo ya tengo mi clientela", confiesa. Y eso que con las obras, una parte de esos compradores esquiva Cruz Blanca. "Está claro que caminar por aquí no resulta nada agradable. Y la gente que pasa ya ni mira el escaparate", lamenta. Mientras tanto, ella vive pegada a un trapo, para combatir la suciedad que se cuela sin decoro por todas las rendijas. Y obvia, como puede, los berridos machacones de las máquinas.

Lo peor de esta obra, en cualquier caso, y en eso coinciden todos los comerciantes afectados, es que "se está alargando más de lo previsto". Siete meses era el tiempo que iban a durar los trabajos, desde la entrada de las máquinas a finales de agosto del año pasado. "Eso ya es imposible. Y es una vergüenza cómo se encuentran algunos tramos", dice Ana. "Me comentaron los de otra tienda que les habían dicho que ahora se barajaba de plazo hasta julio. ¿Pero tanto?", se pregunta Luis, como esperando a una respuesta esperanzadora que no termina de llegar. "No van a cumplir el plazo y lo peor de todo es que parece importarles muy poco el perjuicio que ocasionan mientras tanto", cree Conchi. "Un pimiento", apostilla.