Gasteiz. Maestro, formador de profesores y editor, Artigal acumula un amplísimo currículum donde destaca su labor pedagógica en la enseñanza del inglés entre los niños, primando la participación activa de los alumnos. Algunos lo han llamado Método Artigal, pero a él no le gusta esta denominación. "Todo esto surge de un trabajo compartido, de un intercambio", advierte. Su colaboración con las ikastolas es estrecha desde hace más de dos décadas.

Con tantos años de trabajo y proyectos a sus espaldas, ¿en qué 'batalla' está metido ahora?

¿Yo? En ninguna (ríe). Tengo 61 años y mi batalla es no jubilarme muy tarde. Empezar a trabajar un poco menos, intentar no perder el contacto con los niños, con los maestros, que me sigan enseñando cosas interesantes y reflexionar... Ya estoy llegando a una edad en la que mis compañeros se jubilan, pero a mí me gustaría seguir.

Su colaboración con las ikastolas arrancó hace ya mucho tiempo. ¿Cómo surgió?

Hace 21 años, la Federación de Ikastolas se hizo una pregunta. Si damos inglés, ¿reforzaremos más el euskera o lo debilitaremos? Tendremos más niños en las aulas, sí, ¿pero ese inglés les va a complicar o a facilitar el aprendizaje del euskera? Todo esto pensando en que el castellano era la lengua dominante en la calle y sí la iban a aprender. En ese momento, yo estaba trabajando en varios sitios, como Finlandia e Italia, contactaron conmigo y me plantearon el proyecto, que me parecía muy interesante. Y aquí estamos 21 años después. Consistía en construir ciudadanos vascos plurilingües. Que se sepan vascos, pero que a la vez sean capaz de bailar, ir al fútbol, participar en una fiesta con rusos, japoneses, ingleses... hablando en inglés pero sin dejar de ser vascos. Creo que ha sido una experiencia muy enriquecedora por ambas partes. He entrado en muchas gelas, con muchos maestros, confrontando día a día... teniendo una práctica muy contrastada. A partir de esta filosofía, las ikastolas lo han ido adaptando y mejorando, no sólo para los niños pequeños sino hasta final de Bachillerato.

¿Y cree que se ha logrado ese objetivo de partida?

No sé controlar los resultados porque no es mi trabajo, pero hay otra gente que sí lo ha hecho y lo ha hecho muy bien. Una tesis doctoral que se presentó hace un año sobre el tema demostró que la manera en que lo hemos hecho ha permitido lograr ese objetivo. Estamos contentos respecto a los resultados. La cuestión no es cuántas lenguas queremos que aprendan los niños, sino cómo queremos que las aprendan, y ése ha sido mi trabajo. La idea es que los niños aprenden lenguas cuando hablan, no cuando escuchan, por muy bien que usen la lengua sus andereños. Aprendemos a hablar no sólo cuando hablamos, sino cuando hablamos y alguien nos escucha. Si yo hablo pero nadie me mira ni me dice que le interesa lo que digo, me visibiliza... no estoy aprendiendo. Y lo mismo pasa con los niños.

¿Es difícil captar su atención para que sean esas 'esponjas' que habitualmente son?

No son auténticas esponjas si tú como educador no lo planteas bien. Según como entres en clase, los niños pueden echarse a llorar y pasar de ti. Hay que tener oficio y hacerlo bien. No es sólo mirar y empezar a hablar.

¿Y qué características debe reunir ese buen educador?

Después de 30 años de explicar que los niños tienen que aprender a aprender, algo evidente porque el mundo está cambiando tan rápido y es tan complejo que lo que les estamos enseñando hoy cuando tengan 40 ó 50 años seguramente no les sirva, hoy empezamos a pensar que en el cole los niños tienen que empezar a explicar, a contar y a enseñar. Yo organizo las cosas de tal manera que los niños puedan contárselo a otro, explicárselo. Los niños tienen que aprender a enseñar, porque ésa es la mejor forma de aprender. Uno aprende cuando explica, cuando enseña. No basta con saber, hay que contarlo. Los estudios nos reafirman cada día en que el que aprende es el que explica. Cuando yo empecé hace muchos años, pensaba que mi trabajo de maestro era el de saber contarlo, y el de mis alumnos, saber estar muy atentos. Pero hoy creo que mi trabajo consiste en hacer que mis alumnos lo puedan contar, en buscarles interlocutores para que les escuchen. Para el inglés, para el euskera, para lo que quieras...

¿Impera este modelo actualmente en las aulas?

La sensación que tengo es que estamos en una crisis inmensa, tanto social como escolar, que puede ser entendida como crisis de cambio o de crecimiento, porque nos está diciendo que hay un ciclo que está terminando y empieza otro. El siglo XXI será muy diferente de los anteriores, pero tenemos un colegio que está cambiando poco. Entras en los colegios y ves cómo la forma en que están montados, los pasillos, las aulas o el patio se parecen mucho al colegio de los siglos XX o XIX. En Infantil sí que ha cambiado más, pero a medida que subes hacia arriba no hay mucho cambio. Hay maestros con muchas ganas de trabajar, pero atrapados en un tiempo-espacio escolar que ya no es de este siglo.

No será, entonces, demasiado favorable a la reforma educativa...

La ley Wert, como constata que hay una crisis, propone volver a las viejas maneras que funcionaron. Pero esas viejas maneras funcionaron en un contexto histórico, social, político e ideológico que ha cambiado. ¿Tenemos soluciones para lo que viene? No lo sé, en todo caso sí tenemos muchas ganas de construirlas. No nos queda más remedio y estamos muy contentos con ese reto. La historia nos ha dado una oportunidad inmensa para hacer algo, porque seguir haciendo lo mismo es muy aburrido. Lo que pensamos es que no podemos dejar la escuela como nos la encontramos, porque el mundo no es como era hace 50 años. Volver atrás es una coraza de tener miedo. Como esto no funciona, volvamos atrás. ¿Es más complejo construir un mundo nuevo y una escuela nueva? Sí, pero mucho más interesante, porque da la posibilidad de ser protagonista, ilusionarte... y en eso estamos.