Así se prepara el cóctel: planificación, minuciosidad, conocimiento, exactitud, profesionalidad, atrevimiento, arrojo, rapidez, ausencia de gran violencia y un botín extraordinario que conquistar. De esa mezcla se alimentan los atracos más famosos de la historia, unas acciones que producen un extraño sentimiento de fascinación entre la sociedad, tal vez por el influjo del cine, que ha evocado intermitentemente esa clase de golpes para construir relatos que producen cierta empatía y el efecto hipnótico que causan los ladrones de alto standing. Películas inolvidables, al rebufo de Robin Hood, que parpadean en la mente y que abren una sonrisa cuando se las recuerda: El golpe, Ocean's Eleven, Atrapa a un ladrón, El secreto de Thomas Crown, The italian job... se sostienen sobre la premisa del ingenio de los ladrones, lo magnífico del botín y lo atractivo de la trama, donde la violencia de fatales consecuencia no tiene lugar. Todavía no se ha filmado The belgian job. Pero la idea no debería descartarse.

No le faltarían ingredientes al metraje, que podría basar su guion en hechos reales, contemporáneos. En ese legado delictivo de atracos superlativos entrará por derecho propio el robo de diez kilos de diamantes por valor de 50 millones de euros perpetrado el pasado martes en el aeropuerto de Bruselas, a un palmo de Amberes, la ciudad belga por la que transita el 80% del mercado mundial de gemas en bruto. La ciudad de los diamantes, la industria de los quilates, profanada. A unos kilómetros del epicentro del comercio de piedras preciosas, del trasiego comercial de la mercancía más lujosa, en uno de sus trampolines, en la pista de despegue, un grupo de ocho hombres armados con fusiles automáticos y disfrazados de policías secretas irrumpieron con dos vehículos (una furgoneta y dos coches de policías con sirenas camufladas) sobre el asfalto y desvalijaron la carga de diamantes de la panza del avión con destino a Zurich después de encañonar a los vigilantes del furgón blindado, que acudían como cada día con la preciosa carga, así como a los pilotos de la aeronave.

nada de disparos Los asaltantes, sincronizados como si de una coreografía del Bolshoi se tratase, apenas necesitaron unos minutos, no más de diez, para hacerse con las fabulosas bolsas de diamantes sin necesidad de emplear las armas antes de desaparecer con celeridad en la oscuridad. "No hubo ningún herido, tampoco ningún disparo", aseguró la Fiscalía de Bruselas. El sigilo y la rapidez de la acción resultó indetectable salvo para quienes la padecieron en primera persona. Los atracadores no generaron turbulencia alguna en el aeródromo, que cumplimentaba otra jornada rutinaria sin incidencias que anotar en la hoja de reclamaciones. Mientras todo eso sucedía, el escaso pasaje del avión que cubría la ruta entre Bruselas y Zurich y del que sustrajeron la carga, se mantuvo al margen y supo del robo por las noticias. No detectaron nada de lo que ocurría en el perímetro del avión hasta que su vuelo fue cancelado para iniciar las pesquisas policiales.

Por el momento, los investigadores persiguen a un grupo de fantasmas de enorme pericia que como sábana emplearon uniformes de la policía para esquivar cualquier sospecha sobre sus propósitos. "Fue una acción bien preparada. Son profesionales", aseguraron fuentes próximas a la investigación. Nada se sabe de los asaltantes, encapuchados y disfrazados, que se confundieron en la noche belga en un ejercicio de escapismo que firmaría el propio Houdini. Sobre el trofeo, de caza mayor, las autoridades tampoco esperan grandes noticias porque los diamantes en bruto son complicadísimos de rastrear. Además, los que perpetran esta clase de asaltos se garantizan de antemano el comprador de la mercancía y un precio por lo sustraído. Es más, la acción puede responder a un encargo.

La precisión quirúrgica con la que actúa este tipo de atracadores, que no se distrae del objetivo para ejecutar el plan previsto, que debe seguir una hoja de ruta precisa, medida con precisión, así como la capacitación de los delincuentes, su especialización extrema y su manejo de la situación, prevalece durante los robos de alta graduación, en los que no se permiten los fallos. El tiempo de preparación, el análisis y la planificación constituyen la piedra angular para golpes tan audaces como complejos en los que una información detallada es precisa para abrir la puerta. Advertida por esa posibilidad, la entidad belga que aglutina la industria del diamante (Antwerp World Diamond Centre (AWDC) pondrá en marcha su propia investigación para descartar que alguien haya podido aportar datos concretos a la banda. Es por ello que tampoco debe descartarse la presencia de informantes, de gente que trabaja desde dentro del sistema, para facilitar el éxito de los atracos de cinco estrellas, unas acciones que requieren la participación de atracadores sobresalientes, muy por encima de la media. Lo otro es alistarse al fracaso.

¿Los panteras rosas? Boquiabiertos aún por el gran golpe, en Bélgica se preguntan cómo es posible que los ladrones accedieran a la pista del aeródromo para perpetrar el atraco sin que nadie les parase. La seguridad del aeropuerto internacional de Bruselas ha quedado en entredicho. Las preguntas del tipo ¿cómo lo hicieron? se agolpan sobre este tipo de acciones espectaculares, más propias de las películas. El perfil de los ladrones de Bruselas se asemeja al de los famosos Los Panteras Rosas, una banda difusa de la que se desconoce el número exacto de integrantes -las autoridades calculan unos 200- por sus extensas ramificaciones. Erradicada en los Balcanes, aunque no se tiene constancia de un jefe único, la banda ha dejado huellas en algunos de los golpes más impactantes de los últimos tiempos, como el ejecutado en la joyería Harry Winston, uno de los iconos del lujo en París y reventada por los atracadores en otoño de 2008. Del establecimiento parisino sustrajeron 85 millones en joyas a plena luz del día en escasos minutos. Sabían lo que buscaban y lo encontraron rápido. París no fue su único teatro de representación.

Miembros de Los Panteras Rosas, (estos deben su nombre a Scotland Yard, que bautizó de esta manera a la banda después de detener a un integrante de la misma que escondía un diamante robado valorado en 600.000 euros escondido en un bote de crema de su acompañante, al igual que le ocurría a David Niven en el filme La Pantera Rosa). Además de visitar París, Los Panteras Rosas también estuvieron de gira en Dubai (Emiratos Árabes Unidos), donde se hicieron con un botín de 2.250.000 euros después de alunizar dos coche en el escaparate de una joyería, o en Tokio, donde en 2004, disfrazados de clientes adinerados, se hicieron con un collar de 116 diamantes tasado en 23,5 millones de euros.

El disfraz, el camuflaje y esconderse en otra identidad es un elemento común que comparten el atraco de París y el reciente robo de Bruselas, donde los vehículos empleados se asemejaban al de los policías secretas y los atracadores cubrieron su rostro mediante pasamontañas. Además de preservar rasgos identificativos, ambos atracos también comparten el Santo Grial que perseguían: diamantes. En el caso de la joyería parisina, al igual que sucedió en las pistas del aeródromo belga, no faltó el barniz hollywodiense, la pirotecnia cinematográfica que acompaña a unos robos de película. Los cuatro atracadores se presentaron en el establecimiento como si se tratara de clientes ricos, mimetizados con el paisaje de ese distrito parisino, donde abundan los pudientes y acaudalados. Los cuatro ladrones arrastraban maletas con ruedas que no debían de ser facturadas en los aeropuertos y que pueden llevarse directamente como equipaje cabina. Tres de los asaltantes se refugiaron en un disfraz de mujer. El atrezzo lo completaron con pelucas rubias, gafas de sol y bufandas. Una vez dentro del establecimiento, tres ladrones sacaron sus pistolas y un cuarto amenazó a los empleados de la joyería con una granada de mano. Se dirigieron a algunos de ellos por su nombre de pila lo que evidenciaría el conocimiento exacto de terreno que pisaban. Una vez obtenido el botín, los atracadores se volatilizaron por las calles de París. Nunca más se supo de aquel tesoro que salió en maletas de la joyería. ¿Se conocerá el paradero de las piedras preciosas del aeropuerto de Bruselas? Tal vez cuando se ruede The belgian job.

l Banco Central de Irak: 1.000 millones de dólares. El robo más grande de la historia se produjo en Irak cuando Saddam Hussein gobernaba sobre el país y decidió quedarse con el dinero del Estado. El día antes de que las fuerzas de la coalición comenzaron a bombardear Irak, el dictador envió a su hijo Qusay para que retirase 1.000 millones de dólares del banco. El hijo vigiló de cerca la operación de vaciado de las cajas durante cinco horas. De los mil millones sustraídos del banco de Irak en billetes de cien dólares, 650 millones fueron hallados por el ejército norteamericano ocultos en las paredes del palacio presidencial. El resto, 350 millones, se dan por perdidos.

l Museo de Boston: 330 millones de dólares. El arte como objetivo. El modus operandi resultó sencillo. Dos individuos se hicieron pasar por agentes de policía y convencieron a los guardas de seguridad del Museo Gardner de Boston para que les dejaran entrar puesto que supuestamente acudían allí para atender una emergencia. Una vez que accedieron al recinto, los falsos policías esposaron a los guardias en el sótano. Después, ambos individuos sustrajeron con toda la tranquilidad del mundo varios cuadros, tres Rembrandt, un Degás y un Vermeer, entre ellos, por un valor de 330 millones de dólares. Antes de abandonar el museo, se quedaron con las cintas de seguridad y se fugaron.

l Centro de Diamantes de Amberes: 100 millones de euros. Amberes, la capital de los diamantes, fue saqueada hace una década por una banda que dirigía Leonardo Notarbartolo. El robo es considerado uno de los mejores de la historia por la cantidad de seguridad que fue capaz de burlar la banda de atracadores. Acceder a la caja fuerte, a la bóveda, parecía una misión imposible puesto que por el camino debían superar detectores de calor por infrarrojos, un radar, un campo magnético, un sensor sísmico y una cerradura de más de 100 millones de combinaciones. Ese fue el montante del dinero sustraído en diamantes, oro y otras piedras preciosas. Desvalijaron 123 de 189 cajas de seguridad en una acción planificada al milímetro durante varios años. De hecho, Notarbartolo, que acabó en la cárcel por un error de uno de sus compinches, alquiló una oficina en el mismo edificio donde perpetraron la acción. Se hizo pasar por un comerciante de diamantes. La policía aún desconoce cómo fueron capaces de dar semejante golpe. El botín no fue recuperado. El cabecilla aseguró que fue contratado por un comerciante de diamantes.

l Joyería en New Bond Street, Londres: 46 millones de euros. Un par de individuos entraron a plena luz del día, trajeados, para no reclamar la atención de los presentes en el establecimiento, la joyería Graff. Una vez dentro del lujoso negocio, sacaron las pistolas y se hicieron con un botín en el que figuraban varias joyas. La suma de lo sustraído, 46 millones de euros.

l Depósito de Seguridad Knightsbridge: 77 millones de euros. El robo se produjo en 1987. Dos de los atracadores se hicieron pasar por clientes del depósito para acceder a la caja. Una vez allí, redujeron al director y a los guardas de seguridad. Después introdujeron al resto de los componentes de la banda y procedieron a reventar las cajas de seguridad. Lograron llevarse 77 millones de euros, pero después fueron cayendo, -dejaron varias huellas dactilares-, en las redes de la policía que supo del robo una hora más tarde de ser perpetrada la acción. El cabecilla de los atracadores, un italiano, Valerio Viccei escapó. Sin embargo, dejó su exilio para recuperar un Ferrari y fue detenido por las autoridades. Murió en un tiroteo.

l El tren de Glasgow: 52 millones de euros. Probablemente sea considerado como el robo del siglo, no tanto por el tesoro con el que se hicieron los atracadores como por lo audaz y lo espectacular de la ejecución desarrollada el 8 de agosto de 1963 cuando una banda de 15 hombres logró asaltar un tren cargado de dinero que cubría la ruta entre Londres y Glasgow. La banda tuvo lo habilidad de asaltar el convoy en medio de los campos ingleses al desviar el tren cambiando las señales. Trece de los quince participantes en el atraco no tardaron en ser detenidos, pero dos de los hombres disfrutaron de un fantástico retiro lejos del radar de la policía inglesa.

l Banco Central de Brasil: 50 millones de euros. Una banda compuesta por diez hombres sustrajo 50 millones de euros (70 millones de dólares) de la principal entidad bancaria brasileña. Para ello excavaron un túnel durante diez meses que finalizaba el recorrido en la caja fuerte del banco, que no estaba blindada puesto que pensaban que un robo era imposible dada la vigilancia del resto del complejo. Cuatro de los ladrones no tardaron en ser apresados, mientras que otros seis lograron darse a la fuga. El botín prácticamente fue recuperado en su totalidad. Las autoridades se hicieron con 68 de los 70 millones de dólares robados que se encontraban en el interior de tres camiones.

l Northern Bank: 60 millones de dólares. En este caso, dos individuos enmascarados entraron en la casa del director y un trabajador del Northern Bank en el norte de Irlanda. Una vez secuestrados, trasladaron al director y al empleado para que colaborasen con ellos en el robo del banco. Antes de aproximar un furgón para llevarse el dinero, la banda pidió a un empleado que transportara una bolsa con 2 millones de dólares a una de las esquinas del edificio para reunirse con ellos. Comprobado que no sucedía nada, los atracadores llenaron el furgón. Solo se recuperaron 200.000 dólares del dinero sustraído.