DA igual preguntar una vez que tres. O más. Cuando llega el turno de los medios de comunicación para indagar en los temas más delicados que el alcalde ha abordado en su rueda de prensa de los lunes, Javier Maroto tiende a pulsar rewind y repetir hasta la saciedad el discurso recientemente lanzado. No importa que la consulta se plantee en modo afirmativo o con interrogante, que obligue a responder con un sí o un no, que invite a una reflexión más amplia, que sea aséptica o incisiva. El dirigente del PP parece haber decidido que le conviene parapetarse detrás de una homilía memorizada hasta la última coma para volver a contar lo ya dicho, o dar un rodeo, aunque reciba una nueva réplica, llegando a concluir en ocasiones con un "y espero que haya quedado claro".

No, muchas veces no queda, pero la técnica del desgaste -si es que ésa es su intención- funciona. Llega un momento en que los periodistas se rinden por no tener que escuchar, una vez más, la misma disertación o recibir una contestación que no responde concretamente a la cuestión planteada. No siempre fue así. En la oposición, Maroto era receptivo, entraba en el debate. Al principio, como alcalde, también las ruedas de prensa daban algo más de juego. Pero han pasado los meses y el primer edil se ha vuelto cansino en su interlocución. Adrede, cuchichean por los pasillos municipales, para guiar las noticias hacia sus titulares. Además, en los corrillos apostillan que se está "lazcozando", en referencia a su predecesor en el cargo. Seguramente a ambos dos les desagrade la comparación.

Casos sobran de lo que parece un "pregunta, que te diré lo que yo quiera y seguramente será lo de antes". Por poner un ejemplo. Se le plantea si ha trasladado o no correctamente la información sobre su plan de atención ciudadana a los oficiales de control, si está diciendo que el comité de empresa es el que falla en su interlocución o por las distintas motivaciones para la protesta, y él vuelve una y otra vez a la misma idea: "No se va a destruir empleo público". Sin cansarse, con convicción, como si fuera la primera vez, como si su público siguiera con el boli en la mano. Con una sonrisa cercana, incluso.