Vitoria. Naiara Aginako, gasteiztarra, y Mikel Labaien, guipuzcoano de Berastegi, compartían dos sueños incluso desde antes de conocerse: escapar durante un tiempo a otro rincón del mundo para realizar un largo viaje en bicicleta y colaborar con una ONG. Ahora, esta pareja que apenas ronda la treintena ya puede decir que ha convertido en realidad esta doble aspiración. Ingenieros de profesión y afincados en Donostia, Mikel y Naiara han aprovechado una excedencia para recorrer gran parte de Latinoamérica, desde Buenos Aires hasta Lima, en autobús, barco y, por supuesto, a dos ruedas y pedaleando. Así, durante ocho intensos meses. Entre medias, ambos se instalaron diez semanas en la localidad boliviana de Sucre para realizar trabajos de voluntariado con una ONG local que trabaja con jóvenes vulnerables.
Haría falta un libro para narrar todas sus experiencias, pero Mikel y Naiara ya han hecho un excelente trabajo previo. Un blog en el que relatan sus aventuras, más de mil fotos y varios artículos de prensa y entrevistas radiofónicas dan fe de lo que ha sido esta travesía, que concluyó el 5 de septiembre tras aterrizar en el aeropuerto de Loiu. La vuelta a la rutina, en gran medida, ha sido difícil para ambos. "Nuestra sensación es que han sido ocho meses aprovechados a tope. Aquí, en cambio, el tiempo se te va. Vuelves a la rutina con una rapidez que ni te imaginas", describe Mikel.
El viaje se dividió en tres partes bien diferentes. La primera, más "turística" y "mochilera", nació en la capital de Argentina, recorrió el sur de este país, saltó a Chile y murió en la también urbe argentina de Córdoba, desde donde iniciaron su camino en bicicleta. A partir de aquí, comenzó la etapa más dura de su aventura, la que los llevó, primero, hasta Sucre, y posteriormente rumbo a Lima, capital de Perú, dando pedales durante tres meses y medio. Un total de 5.321 kilómetros.
Durante este tiempo tuvieron la oportunidad de disfrutar de su ruta pueblo a pueblo, en contacto directo con la población autóctona. "Cuando veían que hablábamos castellano, se nos abalanzaban", evoca Mikel. El choque cultural con personas que apenas han salido de sus casas, mucho menos cruzado el charco, "que no tienen cuenta bancaria, ni hipoteca, ni ese concepto de ahorrar, que viven al día", marcó a la pareja, ya curtida en otros viajes lejanos pero virgen de una experiencia de estas características. Todo salió rodado, sin problemas ni experiencias desagradables. Dormían en sus tiendas de campaña, en campings, en casas particulares o pequeñas pensiones de la zona rural. "En Bolivia, en cualquier sitio", aseguran.
La llegada a Sucre marcó el inicio de su labor de voluntarios. Mikel y Naiara se centraron fundamentalmente en tres tareas, colaborar en la educación de niños con pocos recursos o problemas sociales en un colegio, participar en una escuela móvil por los barrios más vulnerables y formar a jóvenes en una universidad indígena en profesiones necesarias para su comunidad. Labores necesarias para dotar de nuevos recursos a estos niños y no tan niños.
Largas jornadas "En la escuela de Sucre la ONG trabaja para que los chavales no estén todo el día en su casa sin hacer nada; busca a gente para ayudarles en sus tareas y darles una educación completa", explica Naiara. Una labor vital, porque de lo contrario a estos niños les esperan largas jornadas de trabajo. "La idea es que tengan herramientas por si algún día quieren ir a la ciudad", añade Mikel. Son los padres, conscientes de que quieren un futuro mejor para sus pequeños, quienes los apuntan a esta sala de tareas.
La escuela móvil, otro de los proyectos de los que formaron parte, se movía por los barrios de Sucre donde habita la gente "más pobre" para darles a los niños la oportunidad de olvidar, aunque fuese por unos pocos minutos, sus obligaciones laborales. Muchos de ellos se dedican a limpiar coches o autobuses. Operaciones matemáticas, ajedrez o puzles como vías de escape.
La experiencia ha sido inolvidable, y es tanto el material recopilado por la pareja que Naiara y Mikel todavía tienen un proyecto pendiente relacionado con este viaje, editar un documental de alrededor de una hora de duración, "divertido", y dividido en cuatro partes. "Queremos enseñar lo que hemos vivido y animar a más gente a que se vaya", expone Mikel. "Lo que más cuesta es decidir dejar el trabajo... pero una vez allí, todo va rodado", añade. Disfrutando todavía de lo que fue, la pareja no descarta volver a lanzarse a otra parte del mundo próximamente. Por el momento, en las próximas vacaciones de verano, que ya han comenzado a preparar. "Nos apetece Asia", reconoce Naiara. "No nos decidimos... hay muchos sitios y somos muy curiosos", añade Mikel. No hay ni que decirlo.