Bilbao. Los problemas de conducta en adolescentes hacen referencia a conductas rebeldes, conflictivas y mal vistas por la sociedad que, al igual que en los niños y niñas, son observables, medibles y modificables.

Estas dificultades a la hora de relacionarse con los demas en los chicos y chicas se pueden complicar porque aparecen en una etapa de la vida turbulenta en la que surgen conflictos y tensiones con facilidad. Pero un hijo-hija adolescente no tiene por qué ser sinónimo de hijo conflictivo y rebelde.

Aunque muchos de los problemas de los adolescentes no tienen que ser ni graves ni duraderos, hay numerosos padres/madres que se quejan de tener en casa jóvenes rebeldes, con conductas antisociales, que consumen alcohol, porros, etc. y ellos, como padres, tienen que seguir dando soporte y protegiendo a sus hijos. En muchas situaciones les resulta muy complicado y necesitan ayuda. Un estudio realizado por la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) confirma un incremento significativo de la conducta antisocial entre los jóvenes de 12 a 18 años. Además, advierte que las diferencias entre varones y mujeres en la conducta antisocial son "muy pequeñas", si bien las diferencias de género aumentan "claramente" con la edad, con un mayor incremento en los varones de entre los 16 y los 18 años.

El trabajo, que ha sido galardonado con el Premio Nicolás Seisdedos por la Fundación Española para la Promoción y el Desarrollo Científico y Profesional de la Psicología (Psicofundación), concluye que los adolescentes y jóvenes de ambos sexos con altas puntuaciones en conducta antisocial tienen menor capacidad de empatía, mayor uso de estrategias agresivas para resolver situaciones conflictivas con un grado significativo en casos de bullying y en cyberbullying, así como mayores problemas de rendimiento escolar, y un menor grado de adaptación social.

ES0 y bachillerato El estudio se ha llevado a cabo con una muestra representativa de alumnado de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) y de Bachiller del País Vasco. En total han participado 3.026 jóvenes (48% varones y 51% mujeres), de 12 a 18 años, inscritos en diversos centros educativos vascos: públicos, privados/concertados, laicos, religiosos, urbanos y rurales.

Los jóvenes participaron, en su propio centro educativo, en dos sesiones de una hora de duración, en las que completaron varios cuestionarios para evaluar sus conductas y pensamientos en este ámbito. Asimismo, a los progenitores se les facilitó otro cuestionario para informar sobre problemas de conducta de sus hijos e hijas que debían rellenar de forma anónima en torno a la temática del estudio. Los resultados obtenidos constatan que el 16% de los jóvenes que participaron en el estudio tiene un alto nivel de conductas antisociales, el 10% se inscribe en el perfil de alto riesgo y un 6 % en el perfil antisocial. En relación a la edad, el trabajo de investigación premiado confirma un incremento significativo de la conducta antisocial entre los 12 y los 18 años.

Por otro lado, se observa que ni el nivel educativo de los progenitores ni su nivel económico-cultural parece ser una variable que tenga "excesivo peso explicativo" de la conducta antisocial de los hijos e hijas.

Sin embargo, un alto nivel de aceptación de los mismos por parte de sus progenitores, de implicación en su educación, tiene una gran influencia positiva en la conducta antisocial de aquellos, siendo los padres autoritarios y negligentes aquellos que "más favorecen" la conducta antisocial en sus hijos. El estudio ha sido realizado por Maite Garaigordobil, catedrática de Evaluación Psicológica, Jone Aliri, becaria predoctoral, y Vanesa Martínez-Valderrey, investigadora contratada, miembros de la Facultad de Psicología de la UPV/EHU. Los hallazgos confirman "la importancia de implicar a los padres en estas intervenciones", explica Garaigordobil, quien subraya la importancia de implementar programas de prevención e intervención de la conducta antisocial durante la infancia, la adolescencia y la juventud.

El estudio propone prevenir estas actitudes antisociales de los jóvenes con actividades que estimulen la empatía, la regulación emocional, la amabilidad, la responsbilidad, la adaptación y las estrategias positivas de regulación de conflictos, todo ello con la implicación de los padres-madres desde la infancia, que debe continuar durante la adolescencia y la juventud.