vitoria. El Banco de Alimentos de Álava se dispone a cerrar un año intenso, el más frenético desde su creación, en medio de una situación económica que parece no tocar fondo. La necesidad acecha a miles de familias gasteiztarras y de la zona rural de la provincia, y en este duro contexto la actividad es incesante en las instalaciones que la institución gestiona en Ali-Gobeo. El Banco nunca había atendido a tantas personas necesitadas. A falta de cotejar todos los datos, serán cerca de 20.000 durante este 2012, por las 12.000 del año anterior. Las cifras causan estupor, pero no es menos cierto que la solidaridad de cientos de empresas privadas, colegios o ciudadanos particulares también ha colmado de sobra las expectativas de quienes hacen posible esta cadena de solidaridad.
El Banco, que abre sus puertas al filo de las 8.30 horas, cuenta en la actualidad con 21 voluntarios, aunque en estas fechas prenavideñas ha tenido que recurrir a cinco más que se encontraban en su lista de espera para sacar adelante todo el trabajo. "Nos ha desbordado tanto la entrega de alimentos por parte de los donantes como el número de beneficiarios que hay ahora", explica Daniel Fernández, presidente del Banco. Los supermercados, a través de distintas campañas de recogida, aportan a la institución la mayor parte de la mercancía, cerca de 450 toneladas al año. El año pasado se repartieron 750 en total entre las familias alavesas.
El trabajo de los voluntarios arranca precisamente en las grandes superficies, donde cargan en furgonetas los alimentos recopilados en las colectas para llevarlos después al pabellón principal que el Banco tiene en Ali-Gobeo. Una segunda nave sirve para recibir las donaciones que llegan a través de la Unión Europea, una ingente cantidad de alimentos -dos entregas al año de 125 toneladas cada una- que exige disponer de un recinto específico para el almacenaje.
Una vez llevada la comida al pabellón, se clasifica en función de su familia -lácteos, legumbres, frutas...- y posteriormente se lleva a cabo una labor de reciclaje, consistente en subsanar pequeños defectos, si los hay. "Los alimentos siempre están en perfectas condiciones. Algunos, por esos pequeños desperfectos, no son aptos para la venta, pero sí para el consumo", certifica Daniel Fernández.
Una vez realizado todo el trabajo previo, arranca el proceso de entrega, que se lleva a cabo a través de 132 asociaciones legalmente reconocidas, con sus estatutos, y que tienen como fin exclusivo la atención a los más necesitados. Las parroquias y diferentes ayuntamientos de la provincia, a través de los trabajadores sociales, también ejercen de intermediarios entre el Banco y las familias. Actualmente, la parroquia del barrio vitoriano de Coronación es la entidad que atiende a más personas en situación de extrema necesidad.
"lo imprescindible" La labor del Banco de Alimentos cuesta dinero, aunque nadie cobra por su voluntaria aportación. La mitad de los 42.000 euros de presupuesto con los que ha contado este año la institución se han ido en el alquiler de los pabellones. El resto, en pagar la luz, el agua, la gasolina, las reparaciones... A veces, resulta difícil estar al día con las facturas. "Necesitamos lo imprescindible para funcionar, nada más. Y si sobra dinero, lo invertimos en comprar más alimentos", justifica el presidente. Por ello, las aportaciones económicas que el Banco recibe a veces de empresas o particulares también son muy bien recibidas. A las firmas que dan el paso, se les hace entrega de un certificado de responsabilidad social.
La grave situación actual tiene visos de prolongarse todavía durante meses, pero al colectivo se le abre un futuro esperanzador. La Diputación alavesa, el Gobierno Vasco y el grupo SPRI han cedido al Banco de Alimentos un pabellón de 700 metros cuadrados en el parque empresarial de Jundiz, al que se trasladará, si todo va bien, el próximo mes de marzo. Ya no deberá afrontar el pago de alquileres. Además, un estudio de arquitectura se ha prestado para realizar gratuitamente todo el proyecto y ha contactado con distintas empresas constructoras para dotar al pabellón de materiales. Actualmente, el Banco también cuenta con la colaboración altruista de empresas como Azkar en el transporte de los alimentos de un pabellón a otro o de Escor para la recogida de residuos.
Con todo, las campañas de sensibilización nunca son suficientes. Recientemente, el Banco se ha puesto en contacto con los ayuntamientos del territorio, medios de comunicación, empresas o colegios para que refuercen su labor social. "Hasta hace poco el Banco tenía la vista puesta en el colectivo inmigrante, pero ahora atendemos a gente nacida en Vitoria y los pueblos, cada vez más personas. A cualquiera le puede tocar", advierte Fernández.
Las dificultades son tantas que hasta el Banco de Alimentos se ha prestado también a recoger y repartir artículos que no son alimentos, sobre todo destinados a familias con hijos pequeños que están padeciendo la crisis con enorme crudeza. Pañales, colonias, geles... Aunque también hay lugar para la picaresca, según advierte Fernández. Por ello, la institución firmará próximamente un convenio con Lanbide, el Ayuntamiento de Gasteiz y la Diputación para cruzar datos e impedir que los artículos recolectados lleguen a familias con recursos económicos, los que llegan a través de las distintas ayudas sociales. Fernández, pese a todo, matiza. "No podemos perseguir a nadie, porque el hecho de que una persona venga aquí ya quiere decir que está necesitada".
Los augurios no son precisamente buenos para este próximo 2013. "Creo que las cosas van a ir a peor. Tal y como está la sociedad, se va a ver a cada vez más gente en esta situación", advierte el presidente del Banco. Estos días, con motivo de las fechas navideñas, la solidaridad se ha desbordado, pero Fernández recuerda que la precariedad va a seguir ahí más allá del próximo 6 de enero. "Hay que pensar que Navidad va a ser todo el año, porque la gente va a seguir estando necesitada", recuerda Fernández.