ordoñana. "San Martín y San Millán uno detrás del otro van", dice un refrán popular, lo que no tiene más enjundia que reafirmar que el día de San Martín se celebra el 11 de noviembre y San Millán el 12. Pero a pesar de su proximidad en el calendario, hay una gran diferencia entre ambos santos varones. Mientras San Martín de Tours, aquel militar romano que partió su capa con un mendigo, tiene un gran renombre, al parecer debido a la influencia de los peregrinos procedentes de Francia que transitaban por nuestro territorio camino a Compostela, San Millán es un santo prácticamente desconocido. Como ejemplo, San Martín ha dispuesto en la Llanada, incluida la Cuenca de Vitoria, de una treintena de templos dedicados a su advocación, algunos hoy desaparecidos, encontramos únicamente siete que han sido dedicados a San Millán, de los cuales subsisten cinco, que son las parroquias de Ehari, Larrea, Jungitu, Zuazo de San Millán y la ermita juradera de San Millán de Ordoñana. Además, el veranillo que estamos viviendo lo llamamos de San Martín y no de San Millán. Sin embargo, este último da su nombre a un municipio de la Llanada y, por supuesto, es su santo patrón.
El municipio de San Millán/Donemiliaga está ubicado en el extremo nordeste de Álava, en la Llanada oriental, entre la Sakana y el Goierri. Consta en la actualidad de quince concejos, que ya aparecen en el documento denominado Ferro de Álava, más conocido como Reja de San Millán, datado en el año 1025, que relaciona los pueblos de Álava que pagaban tributo al monasterio navarro-riojano de San Millán, en forma de rejas de hierro. En la actualidad, tiene 725 habitantes. En 1848 tenía 1.812, un siglo después, en 1950, se mantenía en 1.667, pero desde entonces, debido al éxodo rural fue descendiendo, hasta alcanzar un mínimo de 709 el año 2001. La configuración del municipio es bastante irregular, con los términos de Adana, Txintxetru y Ulibarri-Jauregi, separados del núcleo principal, en el que se encuentran Okariz, Bikuña, Munain, Egilaz, San Román de San Millán, Mezkia, Galarreta, Luzuriaga, Zuazo de San Millán, Narbaiza, Aspuru y Ordañana, capital del municipio. Quince pueblos que se sitúan en torno a los 600 metros de altitud, siendo los más altos Galarreta y Vicuña, a 655 metros, y el que se encuentra a una cota más baja Zuazo de San Millán.
La vinculación de este municipio al anteriormente citado monasterio navarro-riojano de San Millán de la Cogolla no se da sólo en el nombre. En efecto, en aquel lejano siglo XI existió en San Román un cenobio que suponemos dependiente del citado monasterio de San Millán, en el paraje hoy denominado Santa Engracia, al sur del pueblo, donde luego hubo una ermita de esa advocación. Además, la noticia, datada en 1078, de que una dama llamada doña Toda de Villa Scorna, donó al monasterio de San Millán la decanía de San Agustín en Hecilaz (Egilatz). Los actuales pueblos de San Millán se distribuían en aquel tiempo entre las merindades de Barrundiz (Barrundia), Hegiraz (Egilatz) y Septem Alfoces, más o menos, Asparrena.
Los pueblos que hoy componen el municipio, más Barria y Albeniz, que se adscribiría luego a Asparrena, pasarán a formar parte de la Hermandad y Ayuntamiento de San Millán. En ese tiempo el municipio se dividía en dos cuadrillas, de Arriba y de Abajo. Su centro, siempre en Ordoñana, en la Casa Consistorial y ermita de San Millán de la Cogolla.
San Millán es un santo de la tierra. Nacido en Berceo, actual Rioja, el año 473, cuando aquellas comarcas estaban sometidas al dominio del rey visigodo Eurico, su nombre proviene del latín Aemilianus, en castellano Emiliano. A los 20 años, siendo pastor, decidió dedicar su vida a la contemplación de Dios. Se dirigió a Bilibio, en las cercanías de la actual Haro, para hacerse discípulo de un santo ermitaño llamado Felices. Una vez instruido por éste, decidió apartarse del mundo, yéndose a vivir al monte Distercio o la Cogolla, próximo a Berceo, donde habitó 40 años.
Dídimo, obispo de Tarazona, teniendo conocimiento de su santidad, le nombró párroco de Berceo, en contra de su voluntad. Otros clérigos, seguramente movidos por la envidia, le acusaron de desatender la administración de la parroquia, por lo que fue destituido, regresando al monte, viviendo allí como ermitaño, en una gruta que él mismo excavó en la roca, hasta su muerte a la avanzada edad de 101 años.
Durante ese tiempo su fama de santo se extendió por toda la región, realizando, según la tradición, numerosos milagros. Otros ermitaños se le unieron, formándose una comunidad, que vivía en cuevas artificiales, conocidas tras la muerte del santo como monasterio de San Millán de Suso. Tras su muerte, su tumba se convirtió en lugar de peregrinación. El año 1053, el rey de Pamplona García Sánchez fundó un monasterio en Nájera y quiso llevar allí el cuerpo del santo. Los bueyes que arrastraban el carro que portaba el féretro se negaron a seguir al llegar a un punto determinado, donde el rey decidió fundar un nuevo monasterio que albergase los restos de Millán, el cual es hoy el monasterio de San Millán de Yuso. Este cenobio, primero en su ubicación de Suso y luego en la de Yuso, alcanzó gran importancia, de manera que muchos territorios llegaron a depender de él, entre ellos los del municipio alavés que de él recibe el nombre. Perteneció a la orden Benedictina, pero está adscrito a la de los Agustinos Recoletos.
El Ayuntamiento de San Millán posee un relicario, en el que se guarda un huesecillo de 2,5 cm de largo. Esta reliquia, que proviene del traslado de los restos del santo a una urna nueva, realizado en 1944, fue entregada en 1946 al arcipreste de Salvatierra, Don Bonifacio López de Heredia, por el prior de San Millán de la Cogolla, Fray José Monasterio.
La ermita de San Millán En las afueras de Ordoñana se ubica la ermita de San Millán de la Cogolla. Está documentada desde el siglo XVI, aunque su construcción es anterior, habiendo sufrido numerosas restauraciones, que han enmascarado sus orígenes. Fue la sede de la Hermandad y Juntas de San Millán, por lo que ostenta en su fachada un gran escudo barroco del Reino de Castilla y León.
En la fachada principal, que da al sur, tiene ventanales rectangulares. La planta es rectangular, con la cabecera más estrecha, la nave esta cubierta por bóveda de cañón ligeramente apuntada, que se apoya en una cornisa moldurada, vestigio de la construcción medieval. El aspecto actual corresponde a la última restauración del siglo XVIII.
La imagen del santo resulta un tanto surrealista, ya que lo presenta con hábito monacal, pero con una espada en la mano derecha, atacando a un dragón con una vara que agarra con la mano izquierda. También hay una pintura, más acorde con la realidad, que muestra la entrada de la cueva de San Millán. En el lado sur, sobre un ventanal, existe una cruz con inscripción en la que se puede leer. Año de 1819, aquí murió Paula Ruiz de Arbulo. Se trata de una mujer que durante una tormenta se protegió junto a la ermita, siendo alcanzada por un rayo.