Madrid. La madre del fallecido Antonio Meño, el hombre que permaneció 23 años en coma por una negligencia médica durante una operación de estética, confesó ayer, dos días después de su muerte, que "siempre había pedido" que su hijo "muriera antes" que ella porque no lo quería dejar en ese estado. "Siempre he pedido que se muriera antes que yo porque no lo quería dejar aquí", reconoció la madre, Juana Ortega, minutos después de acudir al banco para pagar los servicios funerarios de su hijo. "Qué dinero más amargo. No sé qué voy a hacer con mi vida. Hemos perdido a un miembro de la familia con el que todos estábamos muy volcados", se ha lamentado. Juana remarcó que aún no conoce los motivos del fallecimiento de su hijo. Ingresó en el hospital de Móstoles el pasado viernes tras casi cuatro semanas en casa con antibióticos por una fiebre "muy alta" y no presentar mejoría. Según le han dicho en el centro hospitalario a la madre, se barajan tres opciones: una neumonía, una infección de orina o una escara que se habría complicado. Después de 23 años a cargo de su hijo, ahora Juana y su marido piensan en cómo replantear su vida y cómo recuperar la relación con sus otros hijos. ya que siempre han estado al cuidado de Antonio. "No he estado nunca con mis nietos en un parque. El otro día mi marido abrazó tan fuerte a un nieto que se parece mucho a Antonio que el pequeño se asustó", rememoró. El teléfono de Juana no para de sonar. Muchas de las llamadas son de personas afectadas por negligencias médicas que le dan el pésame y que le animan a trabajar en una asociación, Apreju (Asociación de Perjudicados por Resoluciones Jurídicas).

Una operación estética La historia de Antonio Meño empezó el 3 de julio de 1989, cuando siendo un estudiante de Derecho de 21 años, se sometió a una operación estética de nariz en una clínica madrileña. La intervención quirúrgica se realizó con anestesia general y duró, según el cirujano, entre 20 y 25 minutos.

Sin embargo, el anestesista indicó más del doble, una hora. El resultado fue que Meño salió del quirófano en coma vigil irreversible, con las funciones intelictivas y cognoscitivas completamente abolidas y dependiendo de los demás para poder realizar sus necesidades más elementales. Sus padres denunciaron la situación ante el Juzgado, que condenó al anestesista, pero la Audiencia Provincial y el Constitucional revocaron el fallo, por lo que los padres de Antonio decidieron acampar ante el Ministerio de Justicia durante 521 días. Ante la aparición de un testigo, el Supremo abrió la puerta a un nuevo juicio. Finalmente se llegó a un acuerdo de indemnización por valor de un millón de euros.