Vitoria. Son conocidos por sus propiedades nutritivas y medicinales, y dicen también que ahuyentan los malos espíritus. Lo cierto es que los ajos son el ingrediente principal en el día de Santiago, y por eso ayer los aldeanos volvieron a sacar las ristras a la Cuesta de San Francisco. La mayor parte de ellas acaban colgadas de los cuellos de la gente, mientras que los más previsores salen ya con bolsas donde poder guardarlas hasta que llegan a casa, donde se colocan en un lugar “fresco y con poca claridad”.

Así lo explica Generoso García, que acude cada año con su mujer, Mari Marcos, cumpliendo con una tradición que ha hecho suya, pese a ser natural de Salamanca. “En casa gastamos mucho ajo, lo comemos hasta en la ensalada”, asegura la pareja, que para el mediodía ya había hecho sus compras. No fueron, ni mucho menos los más madrugadores. “Desde las ocho y media de la mañana vienen los aitonas a coger la mejor ristra”, asegura Iñaki Elorza, que sin ánimo de romper el encanto reconoce: “en el fondo no son más que manías, porque son todas iguales”.

Es la primera vez que este joven vitoriano participa en la venta. Sólo hace un año que fundó su empresa, Lurrakoak, que se encarga de suministrar de alimentos y bebida a las sociedades gastronómicas, y ayer decidió participar en este mercado de ajos para darse a conocer. El precio de partida fue de 25 euros la ristra de 50 cabezas, aunque poco después fue bajando. “Hemos estado hablando con el resto de los vendedores y al final lo hemos bajado a 20”, explicaba.

Los aldeanos no deseaban hacerse competencia unos a otros, y menos aún en plena crisis. Por ello los precios consiguieron mantenerse respecto a otros años, incluso con una tendencia a la baja. Los había por 15, 18 y por 20 euros, en función de la calidad y del tamaño del bulbo. Lo cierto es que los vitorianos mordieron el cebo, y aunque había muchos mirones, también hubo otros muchos dispuestos a llevarse la mano a la cartera. “En un día como hoy la gente se anima a comprar”, aseguraba Pedro Martínez, que atraía a los clientes al grito de “ajo de Navarra”. Éste fue el caso de Miguel Argaño y su mujer, Pilar Rey, que acudieron al reclamo como todos los años convencidos de los propiedades curativas del producto estrella del Día del Blusa. “Le echamos ajo a casi todo, dicen que es muy bueno para el corazón”.

No hay una cocina alavesa, de hecho, en la que falte una cabeza de ajo. Las hay moradas, que son más suaves, y rojas, con más sabor y mayor duración. Son éstas últimas las que más se utilizan en Vitoria. “Con este tipo de ajos hasta las gulas se convierten en angulas”, explicaba ayer Itsaso Parada, vendedora de Lezama, quien se mostraba sorprendida por la cantidad de gente que recorría calle abajo y calle arriba la Cuesta de San Francisco. “La gente ha salido muy pronto de sus casas, hay más afluencia que otros años”, aseguraba.

Feria agrícola Posiblemente fue el buen tiempo lo que empujó a muchos a disfrutar desde bien temprano esta festividad de Santiago. Lo cierto es que todos los escenarios en los que se preparaba alguna actividad estaban abarrotados. Éste fue el caso del campus universitario, que por segundo año consecutivo volvió a usurparle al Buesa Arena el privilegio de acoger la Feria Agrícola de Santiago. Pese a contar con un 25% menos de presupuesto, logró desplegar ayer más puestos que el año anterior. Los productores locales llevaron hasta la explanada el mejor txakoli alavés, aceite, vino de Rioja Alavesa, miel, repostería y cómo no, también sal de Añana. Sin embargo, todas las miradas estaban puestas en las diferentes cabezas de ganado expuestas.

Entre los participantes llamaba la atención por su juventud Teo Fernández Meabe. A sus 28 años es propietario de una explotación en Anda y ayer decidió acudir a Vitoria para mostrar el trabajo que hace a lo largo del año en un momento delicado para el sector. “Es cierto que nunca hemos estado bien, pero ahora estamos peor; la gente no compra carne de aquí, lo traen todo desde fuera. Además, a la administración se le llena la boca de palabras, pero poco hace por nosotros”, comentaba, apoyado en su makila. A pesar de todo, confesaba sentirse “feliz” con la decisión que tomó hace una década.

También desde hace muchos años. 28 concretamente, un grupo de ganaderos trabaja a destajo para recuperar una de las especies autóctonas en peligro de extinción, como es el caballo de monte. Ayer, este animal contó con sus propio escaparate en la Feria Agrícola.

Pese a los intentos por extender el consumo de carne de potro, es un mercado con muchas dificultades. “La mayor parte de la carne se exporta a Italia, aquí a la gente parece que le da repelús”, explicaba José Ignacio Agirre, miembro de Asgaequino (Asociación de Ganado Equino de Álava). Quienes la consumen aseguran que es una carne tierna, baja en grasas y rica en hierro, de ahí que incluso Slow Food la apoye en sus campañas. La asociación, por su parte, ofreció ayer un taller de cocina saludable y un laboratorio del gusto a los asistentes.