La localidad se vistió ayer de fiesta para celebrar la tercera edición del Dantzari Eguna de la Llanada, una jornada en la que pequeños y mayores llegados desde los distintos pueblos de la comarca pudieron compartir y demostrar su pasión por los bailes autóctonos. Bajo el lema Dantzatzen duen herria ez da inoiz hilko/ El pueblo que baila no morirá nunca, los integrantes de Jeiki Dantza Taldea, Asparren Dantza Taldea y Dulantziko Haize Dantza Taldea ofrecieron un colorido espectáculo.
El tercer encuentro se inició con la reunión de dantzaris en el jardín de la sociedad donde tomaron unos refrescos y pudieron picar algún entrante que otro. Con el estómago lleno y después de intercambiar las primeras impresiones, cerca de un centenar de dantzaris enfilaron la calle central para dirigirse en kalejira hasta la plaza donde les esperaba un nutrido grupos de familiares, amigos y visitantes que, un año más, no quisieron perderse "por nada del mundo" esta cita. La mayoría coincidió en señalar que "es un día para disfrutar, estar con los amigos y conocer gente, por el buen ambiente que se respira".
Uno a uno, los grupos saludaron la ikurriña antes de la exhibición. Y salieron a escena para interpretar un variado compuesto por una cena de bailes: Bailaos, Zinta Dantza, Minuet y Kuartangoko Trinitatea, Araiako Jota, Lezea, Bolan Dantza, Zazpi Jauzi, Akelarre o Txula-lai... Los pequeños trataron de seguir con más o menos acierto el ritmo del txistu y el tamboril -de la mano de Kepa y Aitor- en una plaza entregada.
Con cuadros azules, a rayas, rojos, verdes, bancos o rosas. Todas las tonalidades valían en una cita que trataba de reunir a todos los niños, y jóvenes de la Llanada para demostrar su conocimiento de unas danzas transmitidas de generación en generación. Fieles defensores de la cultura y el folklore vasco, los chavales reconocían que "sabiendo bailar en las fiestas se farda mucho, sobre todo cuando en la verbena suenan jotas".
Tras el baile llegó la recompensa. La primera en forma de placa como la que recibieron Amparo y Anita, de la asociación de amas de casa de Dulantzi por su apoyo a las danzas vascas en los últimos 30 años y la confección de los trajes. "Queremos reconocer todo su trabajo desinteresado y rendirles un homenaje", comenta Gustavo, al micrófono. Y la segunda en forma de manjares para la comida popular. Ya por la tarde, un dantza plazan para dantzaris, amigos, familiares y vecinos puso el broche de oro a una jornada llena de ritmo y auténtico sabor alavés.