Vitoria. La experiencia y la vida obligan a entrar en razón. Pese a las clases magistrales de ingeniería financiera que los medios de comunicación acostumbran a reseñar a diario, con maestros de la talla de Rodrigo Rato, Miguel Ángel Fernández Ordóñez o Luis de Guindos, los duros nunca cuestan cuatro pesetas. La lección, pese a reiterada, no está de más, sobre todo, en esta época en la que proliferan los timos y los espabilados con ganas de llenarse los bolsillos a costa de la buena voluntad o de la avaricia de los demás, que de todo hay en la viña del Señor. Las estafas nunca han dejado de ser una realidad en esta sociedad y se convierten en noticia recurrente cada vez que las fuerzas de seguridad detectan una de ellas. La última, que ha aparecido con insistencia machacona, es una versión actualizada de un engaño conocido como el de las cartas nigerianas.

El fraude en cuestión trata de ilusionar a la potencial víctima con una fortuna inexistente guardada en una caja fuerte o similar en algún país africano, generalmente. En realidad, el ardid trata de engatusar al primo para que pague una suma de dinero por adelantado, como condición para acceder a la supuesta fortuna. Las cantidades solicitadas son bastante elevadas, pero insignificantes comparadas con el tesoro que las víctimas esperan recibir. En esta ocasión, nada más y nada menos que 77,7 millones de dólares, al parecer, "dinero abandonado" en un banco sito en Sudáfrica, según refleja la misiva, llegada por correo ordinario y vía aérea, a un domicilio gasteiztarra.

En concreto, la carta, con sello de aquel Estado, está firmada por una tal señora Kate K. Moroka y se dirige a sus interlocutores, a los que identifica con nombres y apellidos incluidos en el sobre y en la epístola, sin que éstos conozcan, ni siquiera por casualidad, a la citada.

El caso es que ésta dice ser la gerente de los servicios de cajas de seguridad en la entidad bancaria en la que trabaja. Además, esta eficiente financiera se haría cargo de las remesas y asuntos extranjeros -palabra que aparece en la carta con una grosera falta de ortografía, que daría a entender que toda la misiva habría pasado previamente por un corrector de los que abundan en Internet sin demasiada fortuna para el idioma de Cervantes-. "Tengo una propuesta de negocio que hacerle y creo que será una buena oportunidad para los dos", escribe la presunta bancaria como fórmula para atraer la atención de sus interlocutores, que aún se preguntan cómo han conseguido sus datos personales para tratar de engañarles con este presunto fraude.

Éste recibe el apelativo de estafa nigeriana, timo nigeriano o timo 419 -adquiere su nombre del número de artículo del Código Penal de Nigeria que viola, ya que buena parte de estas estafas provienen de aquel país-. Son diferentes nombres para un engaño que ya ha aparecido en esta ciudad en varias ocasiones y que, incluso, ha provocado operativos policiales que han concluido con arrestos de ciudadanos oriundos de distintos países africanos. Por todo ello, los equipos de investigación de la Ertzaintza y de la Policía Municipal ya se han puesto a trabajar para tratar de impedir que algún ciudadano pierda el Norte y acepte hacer negocios con la citada Kate Moroka.

Sea como fuere, la última versión del timo de las cartas nigerianas que circula por la capital alavesa introduce cambios sutiles sobre el modus operandi habitual de los estafadores que se fían de este método para engrosar el volumen de sus monederos. En concreto, el modelo más conocido de la estafa se lleva a cabo principalmente por correo electrónico no solicitado o por cartas introducidas en persona y al azar en un buzón de un bloque de pisos cualquiera. Sin embargo, en esta ocasión, la carta a través de correo postal aéreo llega a la casa de un destinatario concreto al que se interfiere con una fórmula muy respetuosa y con su nombre y apellidos y su dirección postal perfectamente redactada, tanto en el sobre, como en el interior de la misiva.

En ella, la presunta bancaria explica que "he decidido contactarle porque se ha presentado una oportunidad única en nuestro banco". Tras el gancho, la remitente indica que ha encontrado los citados 77,7 millones de dólares en una caja de seguridad que pertenece a un cliente que se encuentra en el extranjero. Por desgracia, el afortunado acaudalado "murió con toda su familia en un terrible accidente aéreo ocurrido el 16 de septiembre de 2007 en Phuket (Tailandia). Puesto que usted tiene su mismo apellido, podemos hacer un trato".

Una vez explicada la propuesta, la citada pide los datos personales de su víctima para "terminar esta transacción". Para ello, ella también aporta los datos de su esposa y varios números de teléfono y de fax para negociar las circunstancias de la toma de la caja de seguridad, que siempre se realizará con seguridad, y valga la redundancia, ya que "estaremos protegidos de cualquier resquicio legal", según expresa la literalidad de la epístola.

Diversas modalidades Pese a la novedad de esta versión de estafa, su incidencia en Vitoria ha tenido varias etapas. De hecho, en varias ocasiones tanto la Policía Municipal como la Ertzaintza se han visto obligados a emitir comunicados públicos para alertar a la ciudadanía de la existencia de los timos. En ese sentido, las fuerzas de seguridad han alertado de la recepción de cartas enviadas desde Tanzania, en las que una persona, que se hace pasar por el hijo del expresidente de Liberia, solicita dinero para poder hacerse con una importante herencia. También la Policía autonómica ha advertido de un presunto timo de varios individuos que se hacían pasar por hombres de negocios o políticos de origen extranjero, como Camerún o la propia Nigeria.