vitoria. La Diócesis de Vitoria celebró ayer su 150 aniversario con una solemne misa pontifical a la que acudieron representantes de la Iglesia vasca y española, así como de las instituciones municipales y forales. Durante la ceremonia que tuvo lugar en la Catedral Nueva, el obispo Miguel Asurmendi ensalzó la labor del Seminario de Vitoria por ser "el motor" que ha impulsado en la ciudad la vida diocesana, especialmente en la primera mitad del siglo XX, al tiempo que recordó a los religiosos que sufrieron martirio en la Guerra Civil.

Durante la eucaristía, Asurmendi comparó la labor de esta institución con el icono del Buen Pastor, como modelo de referencia para la formación de seminaristas y para la vida espiritual y pastoral de los sacerdotes. En torno a él se formó el Movimiento Sacerdotal de Vitoria, cuyo inspirador fue Rufino Aldabalde, que dio origen más tarde a las misiones en países como Ecuador, Venezuela, Chile, Brasil, Angola, Ruanda o Congo, así como a la "obra social" desarrollada en los nuevos barrios de Vitoria que surgieron el siglo pasado como Adurza, Errekaleor o Abetxuko para acoger a los inmigrantes. El obispo de Vitoria recordó también la labor realizada por los centros de Formación Profesional, Diocesanas y Jesús Obrero, "que han ofrecido formación a miles de jóvenes, al tiempo que surtían de personas formadas al desarrollo industrial de nuestro territorio".

No obstante, Asurmendi señaló que "lo más valioso" de la Diócesis ha sido la "santidad de sus miembros", momento en el que se detuvo para recordar a la santa Josefa del Corazón de Jesús Sancho de Guerra, nacida en Vitoria y fundadora de la Congregación de Siervas de Jesús. También tuvo palabras para los religiosos "que sufrieron el martirio" en la Guerra Civil. "Los mártires ponen de manifiesto haber sido seguidores de Cristo hasta dar la propia vida como el Buen Pastor", añadió. Por último, el presidente de la Diócesis de Vitoria pidió "perdón" durante la eucaristía "por las debilidades y pecados de las personas y de la institución".

A la misa pontificial acudieron representantes de la Iglesia vasca y española, entre ellos el arzobispo de Burgos, Francisco Gil Hellín; el de Pamplona, Francisco Javier Pérez; el de Valladolid, Ricardo Blázquez; y el vitoriano Juan Ignacio Arrieta, arzobispo de la curia romana. También estuvieron presentes los obispos de Bilbao, Mario Iceta; de San Sebastián, José Ignacio Munilla; de Calahorra, José Omella; de Osma-Soria, Gerardo Melgar; de Palencia, Esteban Escudero; de Santander, Vicente Jiménez; y los obispos eméritos de San Sebastián, José María Setién y Juan María Uriarte, y de Los Ríos (Ecuador), el alavés Jesús Ramón Martínez de Ezquerecocha.

Como curiosidad, cabe recordar que para la ocasión se compusieron seis nuevas piezas musicales, que fueron estrenadas durante la ceremonia. El encargo se les realizó a los compositores alaveses Sabin Salaberri, Francisco Ibáñez y Joselu Ruiz de Gordoa. Además, los asistentes a la misa pudieron contemplar en una de las naves laterales los retratos de los obispos que han guiado la Diócesis desde su creación junto con algunos elementos religiosos significativos y el ejemplar original de la bula papal In Celsissima, que dio origen hace 150 años a la Diócesis de Vitoria, junto a la fotografía de Pío IX.